Capítulo 10

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—Pensé que vendrías ayer —comentó Raphael mientras cerraba las persianas de la oficina.

—Tuve un contratiempo. Mi agenda se vio afectada gracias a eso.

Las torres de papeles no bajaban, todo seguía igual. El rostro de Raphael se veía ligeramente deteriorado y sus manos temblaban como si hubiera tomado diez litros de café. Y no me equivocaba, el cesto de basura a un lado de su escritorio tenía aproximadamente siete vasos con rastros de ese contenido.

—¿Cuánto tiempo pasas aquí? —Me atreví a preguntar.

—Quince, o tal vez dieciséis horas.

Mis ojos se abrieron a causa de la sorpresa. No podía imaginar cómo estaría Raphael en una semana con tan pocas horas de descanso y litros de cafeína en su metabolismo. Iba a sufrir un colapso, y no iba a permitir eso.

—¿Recuerdas la vez que descubrí quién envenenaba a los perros callejeros?

Asintió sin despegar la vista de un par de documentos.

—Pienso descubrir quién es el asesino. Lomb Ville es un pueblo chico y para nada discreto. Tan solo hay que abrir los ojos.

Raphael esbozó una sonrisa llena de ternura y bajó los documentos.

—Agradezco tu ofrecimiento, pero un loco asesino de perros no es lo mismo que un asesino profesional de humanos.

—La locura no tiene categoría. El que es loco, es loco. Acepta mi ayuda, Raphael. Los créditos serán tuyos.

—No puedo tomar créditos que no merezco.

—¡Vas a sacrificar tu trabajo al aceptar mi ayuda! Los tendrás más que merecidos.

—Está bien. Pero lo tendrás que descubrir sin ayuda de estos documentos —advirtió, poniendo una mano encima de una de las torres.

Raphael aceptaba mi ayuda ya que pensaba que se trataba de una broma, o que no tenía el tiempo o la valentía suficiente para poder averiguar tal barbaridad que incluso especialistas y profesionales como él, lograban descubrir.

—Parece que no me conoces.

—Conozco a Olivia Baker. A la niña que le encantaba jugar en los charcos de lodo cuando llovía, a la que le gustaba plantar en días lluviosos y se quedaba a dormir en mi casa cuando sabía que la cena era pollo frito con puré de patatas. Ahora eres Olivia Clarke, la que tiene una familia, dinero a su disposición y un futuro prometedor.

—Soy la misma Olivia. ¿Por qué no pueden entenderlo? Me gusta jugar bajo la lluvia, adoro plantar cuando la tierra es húmeda y sigo recordando el sabor de ese pollo frito con puré de patatas. Nada ha cambiado.

La foto de Ernest ya no estaba en la investigación. Me sentía aliviada de saber que quedaba totalmente descartado.

—Lo eres por ahora.

×××

Entré a la oficina de Ernest con sumo cuidado. Él se había ido a trabajar y los chicos permanecían en sus habitaciones. Estaban a punto de dar las once, Nina lavaba los platos de la cena mientras escuchaba un poco de merengue por la radio.

Cerré la puerta despacio y caminé de puntas hacia el escritorio. Abrí una de los cajones y saqué los primeros papeles. Eran los movimientos en la cuenta de Ernest y los chicos. Miles o millones de dólares eran transferidos de cuenta en cuenta. Pero el lugar variaba. Algunos eran transferidos desde México, Alaska, Dubái, o Estados Unidos. De todos los lugares posibles. Y a primera vista, no eran transferencias totalmente legales ya que no venían directamente de un banco.

Los chicos de Clarke✔️ [GAMEOVER 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora