4: Conexión especial

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Era temprano por la mañana, muy temprano por la mañana.
Desde a fuera de la habitación de Miguel se escuchaban molestos ruidos por lo que este se levantó con los ojos hinchados y con mal humor a ver quién diablos molestaba a esta hora de la madrugada.
Cuando salió vio la luz de la habitación de a lado encendida y ahí entendió que el nuevo era el que generaba el molesto ruido. Con el entrecejo fruncido y a punto de morir de sueño abrió con brusquedad la puerta de Javier. Al hacer esto, descubrió al chico haciendo flexiones de pecho.

-¿Se puede saber qué diablos haces?- le dijo frunciendo más el ceño -probablemente son las tres de la mañana y estás... Estás ¿Haciendo ejercicio? Da igual ¿puedes por favor meterte a la cama y no salir de ahí hasta las diez de la mañana?-

Miguel no podía despegar su cansada y molesta mirada del chico que mientras lo regañaba se sentó en el suelo.

-Lo siento, jefe- se disculpó mientras se incorporaba -suelo hacer ejercicio a esta hora, ya que, después debo ir a la universidad y de tarde suelo trabajar así que no tengo tiempo- Javier tomó una toalla que reposaba en el espaldar de una silla -oh y no son las tres de la mañana, son las seis.

El rubio por el sueño, de todo lo que le dijo el azabache retuvo dos palabras, la primera era Jefe y la segunda era universidad.

-No me llames jefe- le dijo con los ojos entrecerrados -odio esa palabra, solo llámame y trátame como siempre, además debes ir a hablar con Matt sobre tu universidad para los permisos de salida y firmar una cosa que no recuerdo que era.

Después de decir eso Miguel abandonó el lugar y se fue a dormir.

[...]

Eran las diez de la mañana. Miguel se levantaba radiante y con un humor suave como terciopelo fue a abrazar a su pequeño cachorro, quien lo empezó a seguir cuando fue a buscar a Javier, al entrar a la blanca habitación no encontró a nadie. Después de pensarlo un poco recordó lo que sucedió horas atrás, por lo que, en seguida fue con Matt para hablar y con ceño fruncido él le relató que aquel individuo era un altanero asqueroso, que se negó a firmar algo que no venga del rubio, que a quien respondía era únicamente a quien lo contrató y además que le entregara en sus manos su móvil.
De ese lugar salió con una media sonrisa puesto que nadie nunca se había atrevido a hablarle mal a su mayordomo, y además también se llevó el móvil del azabache.

[...]

La mañana la pasó intentando escribir algo, gracias a que su brazo derecho estaba roto le llegó la gran idea de escribir con la izquierda, cosa que no salió nada bien, las palabras plasmadas sobre el papel parecían garabatos de un niño de preescolar que ni el mismo comprendía que decían. Después de pasar un buen rato dando vueltas se le ocurrió la magnífica idea de empezar a hacer notas de voz para grabar todas sus ideas.

-Willy, ahora solo nos queda esperar- dijo Mike pegando su cabeza en el escritorio, su mirada se dirigió al can que descansaba plácidamente en su cama.

Aquella imágen de la que nunca se cansaría a Mike le sacó una media sonrisa, en verdad amaba a ese perro, amaba que siempre esté cuando se siente triste o solo y amaba lo dulce, cariñoso y tierno que era. Con ese sentimiento en mente, recordó el día que lo fue a adoptar a un refugio, recordó haber sentido tristeza por las cosas duras que tuvieron que vivir él y sus hermanos.

-Te amo Willy- dijo Miguel incorporándose en su asiento.

Sentado en el escritorio pensó en la conexión que tiene el ser humano y los animales. Con una sonrisa decidió que aquella extraña y confusa conexión iba a ser el tema de su siguiente canción, puesto que, quería que todo el mundo conociera cuanto amaba a ese cachorro que un día cautivó su corazón con su dulzura y amor incondicional.




Estrella [Mikellino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora