6: Soledad

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Miguel, tengo que irme fuera de la ciudad para ayudar a mi tío con algunas cosas- le dijo el azabache una tarde bajo el gran árbol del jardín.

Ya habían pasado unos cuatro meses desde que Javier empezó a trabajar para Mike. Para el último, estos meses habían sido maravillosos pues aquella abrumante soledad parecia haberse ido para no volver. Aunque parecía que otra vez tendría que lidiar con ella.

-¿Podrías repetirme lo que me dijiste?- con cada segundo que pasaba a Miguel se le hacía más difícil respirar.
-Tengo que salir de la ciudad por no sé cuanto tiempo para ayudar a mi tío- le dijo con una suave sonrisa -¿Podrías permitir que me vaya?.

Miguel sintió una extraña presión en el pecho, por su sien empezó a descender sudor frío y empezó a hiperventilar, la estrella no entendía bien por qué se sentía así, pero de un momento a otro todo se volvió negro.

[...]

Cuando se levantó lo primero que buscó con la mirada, de manera desesperada, fue al azabache. Este estaba sentado a su lado y al ver lo agitado que estaba lo tomo de la mano, con sus pulgares empezó a acariciar de manera suave el dorso de la mano del castaño.

-¿Ya estás más calmado?- le preguntó el ex bartender a su jefe después de unos minutos de haber acariciado su mano.
-Sí...- fue lo único que respondió.

La verdad era que no se sentía bien, no quería que se fuera, no quería quedarse solo otra vez. La simple idea de que eso pasara le daba terror, sentía la inexplicable sensación de que si Javier se iba todo iba a ser malo.
Tenía ganas de pedirle que lo llevará con él o que no se fuera pero en su cabeza existía la idea de que no debía ser egoísta con el chico que le había brindado una agradable amistad.

-Con respecto a lo que me dijiste en el patio...

-No hay necesidad de que respondas ahora- dijo interrumpiendo al castaño. Miguel ante eso le regaló una suave sonrisa para evitar preocupar lo más.

-Con respecto a eso, puedes irte el tiempo que necesites, no hay inconveniente, solo que cuando vuelvas probablemente vas a tener bastante trabajo acumulado.
Ante esa respuesta Javier le regaló un fuerte abrazo puesto que al castaño le había quitado, desde hace ya un par de meses, el yeso del brazo. Miguel con cuidado correspondió a su empleado.

-Prometo que cuando vuelva trabajaré el doble de duro- le dijo con una sonrisa.

[...]

A la mañana siguiente, cuando el castaño despertó y lo fue a buscar solo se encontró con una nota en la casi vacía habitación de su empleado.
Con cuidado la desdobló y la leyó:

"Buenos días, Miguel.
Probablemente cuando leas esto sean las 10 de la mañana y te estés levantado a comer.

Lamento no haberme ido a despedir pero sé cuan molesto te pones cuando te levantan demasiado temprano así que preferí decirte las pocas cosas que te quiero recordar por medio de esta nota.

Por favor no te quedes dormido en el escritorio o pegado a la ventana, te puedes enfermar y después Matt te hecha la bronca.
Por favor trata de no hacer mucho esfuerzo con tu mano, recuerda que aún debes sanar por completo.
Y por favor no olvides que puedes escribirme si necesitas hablar de algo. Pese a la distancia estaré para ti.

Por favor cuídate mucho ¿Si?"

Miguel, experimentado una amarga tristeza, se tiró sobre la cama de su empelado y al hacerlo sintió algo extraño bajo la almohada, al retirarla vio como descansada allí un extraño libro. Él sabía bien que existía la privacidad y que debía respetarla pero la curiosidad iba antes que la moral así que cuidadosamente abrió el libro, en la primera hoja vio escrito con plumas de distintos colores varios nombres, probablemente de sus amigos o seres queridos. En la siguiente hoja vio escrito con letras grandes y caligrafía bonita la palabra "Recuerdos" En las siguientes hojas encontró entradas de funciones de cine y conciertos de hace muchos años, encontró pequeñas flores secas y muchas pero muchas fotos. Página tras página veía la linda sonrisa de su amigo capturada en las imágenes que habían allí.

Tras terminar de ver eso dejó el libro en su lugar y se acostó bien en la cama, aquel libro le había traído a la mente los felices recuerdos de su adolescencia, recordó a su grupo de amigos con el que solía hacer tonterías, recordó las noches de películas y las salidas.

En ese instante, habia vuelto una vez más ese sentimiento de presión en su pecho, había vuelto la sensación de que se estaba ahogando. En serio no entendía bien por qué ahora sentía esa terrible sensación cada vez que pensaba que estaba solo.

Ese día se la pasó escribiendo ideas para una nueva canción pero ese doloroso sentimiento no abandonaba su mente por lo que se la pasó caminando de un lado al otro en busca de un poco de paz.

[...]

Una vez más despertaba tirado en su escritorio, su espalda dolía como hace ya bastante dejo de dolerle. Sentia un frío terrible en el cuerpo y su garganta arder.

En su mente se escuchaban las palabras del azabache "Deberías cuidarte mejor" esas molestas palabras volvieron una vez más como una suave brisa que mueve las hojas de los árboles. Esa suave brisa que le traía paz en estos momentos donde se sentía abrumado.

Solo en su habitación, recordó que junto al azabache se sintió demasiado feliz y que gracias a él, después de muchos años, volvió el sentimiento de que ya lo tenía absolutamente todo. Pero, aquellos meses de gran felicidad fueron opacados por el regreso de aquel amargo sentimiento que había dejado atrás.

Ese día se la pasó queriendo acabar con ese oscuro sentimiento que lo arrastraba a lo más profundo de su ser. Sentimiento que solo se calmaba cuando fumaba. Sentimiento que le obligaba a acabarse cajetillas y cajetillas de cigarros para olvidar cuan solo estaba.

Esa noche, entre el humo del cigarro y el frío viento, encontró un nuevo tema para tratar.




Estrella [Mikellino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora