7: Vicio

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Era evidente que Mike estaba en su peor momento puesto que las ojeras en su blanca piel se habían puesto más evidentes, su aspecto se había deteriorado y su característico buen humor era inexistente.

Mañana iba a ser un mes desde que Javier se marchó y Miguel estaba destrozado. Su felicidad se había marchado como un ave a la que le abres la puerta de su jaula.

-Maldita sea ¿Por qué empecé a depender tanto de ti?.

Desde que el azabache se había marchado el mal hábito del castaño de fumar cuando se sentía solo había aumentado, pasó de fumar una cajetilla por semana a una por día. Sus nerviosas manos siempre estaban temblando por la ansiedad que sentía al estar sin fumar, pues la verdad era que se había rendido ante el oscuro sentimiento contra el que había luchado durante varios años y ahora no sabía cómo escapar.

Era de noche, parado en el balcón sintiendo el frío viento de la noche golpear su rostro, daba una nueva calada a su cigarro, junto a él en el borde descansaba un cenicero el cual estaba bastante lleno de ceniza y colillas.

En la mente del castaño a parte de la inquietud que tenía, existía la idea de que mañana se iban a cumplir seis meses por lo cual iba a recibir la llamada del insoportable hombre con el que firmó el contrato.

-Deberia pedirle una semana más- dijo exhalando el humo.

Tras decir eso hizo una mueca de desagrado, en verdad odiaba la idea de pedirle algo a ese hombre pero por primera vez sabía que necesitaba una semana más para encontrar una última canción. Pensar en su trabajo le regresó a la mente los meses en los que pasó con Javier escribiendo canciones bajo el gran árbol de su jardín.

-¿Dónde estarás?- le preguntó a la nada.

Esa pregunta inquietó bastante su confusa mente por lo que empezó a dar caladas más hondas para calmarse, aquella rutina se habia vuelto un vicio que Miguel pensaba que jamás iba a poder dejar. Cuando menos se lo esperaba aquel cigarro se terminó y entre lágrimas de desesperación buscó otro en su bolsillo.

"¿Por qué pedí el control de mí mismo? ¿Qué me sucede?, Quiero parar, Debo parar" eso y mucho más era lo que en su mente se repetía. Entre lágrimas encendió el cigarro y caló una vez más, cuando exhaló sintió un gran alivio. Miguel veía en silencio y con la mirada vacía, el humo que poco a poco se desvanecía en el aire y sentía que junto a el se desvanecían las preguntas e inquietudes de su corazón.

[...]

-¡Si, maldita sea!- le gritó Mike al hombre al otro lado de la línea -sólo necesito una semana más para acabar una mugrosa canción y lo tengo todo.

Después de gritarle eso colgó. Miguel después de eso salió a asomarse al balcón a fumar un cigarro, hace varias semanas había notado que su ira era más incontenible desde que empezó a fumar en exceso, su insomnio había vuelto y junto a el volvió su hambre incontrolable, hambre que no podía ser aplacada como quería pues su fastidioso mayordomo estaba a cargo de cuidar su dieta.

-¿Qué me está pasando?- se preguntó mientras veía las nubes -se que necesito parar pero no sé cómo.

Las lágrimas empezaron a resblar por sus mejillas mientras aspiraba un poco de su cigarro. Miguel sabía que aquel vicio lo están destruyendo. Desconsolado siguió viendo el paisaje y de repente sintió algo junto a su pierna, cuando bajó la mirada vio a su querido Willy invitándolo a jugar, con su mano libre acarició la cabeza del can.

-He olvidado que debo sacarte a pasear, lo siento pequeño.

Tras decir eso fue a ponerse algo cómodo y con permiso de Matt salió a dar una vuelta. Matt le había dado permiso porque desde hace semanas había notado el deterioro del castaño, pese a que a veces lo detestaba por ser un muchacho inmaduro lo estimaba pues sabía que el chico no había disfrutado lo suficiente de su vida antes de ser una estrella.

[...]

Miguel regresaba bastante agotado del paseo, no lo había notado antes pero había disminuido su resistencia.

Entró en su gran hogar sudando y cuando iba a la cocina por algo de comida se encontró con el chico que menos esperó ver.

-Hola, Miguel- le dijo con su acostumbrada sonrisa sobre el rostro -¿Me extrañaste?.

Miguel sintió como su corazón se aceleró y la ansiedad se hizo más presente. Pese haberse imaginado mil y un veces esta escena con él saltando a los brazos del chico como perro a su dueño, hizo todo lo contrario, la ansiedad lo dominó y corrió hacia el jardín donde de su bolsillo sacó un cigarro para calmarse fumando.

Javier quien había corrido tras de él lo vio en el jardín fumando con frenesí.

-¿Qué te sucede? ¿Por qué estás fumando así?- le preguntó preocupado el azabache.

-No...no lo sé ¡No lo sé!- las lágrimas empezaron a salir sin piedad por los alterados ojos de la estrella.

Miguel vio como Javier le quitó el cigarro de entre sus dedos y lo abrazó con fuerza.

-Basta de fumar, ya estoy aquí. Ya no te sentiras intranquilo ni solo.

Aquellas palabras calmaron un poco al castaño quien abrazó con fuerza mientras lloraba desconsoladamente. De su garganta empezaron a salir gritos de lamento, en verdad necesitaba esto, necesitaba sacar todo lo que tenía en la cabeza.

-Ahora seré tu sustituto del cigarro.

[...]

Era tarde por la noche, después de que el castaño se haya desahogado se sentaron bajo la sombra del gran árbol del jardín y allí se quedaron hasta este momento. Después de ese emotivo momento ninguno de los dos pronunció palabra pues ninguno sabía de que hablar tras ese momento de arrebato.

En la mente de Miguel solo había paz mientras que en la de Javier había un pensamiento que no se iba.

-Miguel, quiero que estés bien- le dijo clavando sus oscuros ojos en el castaño -no quiero que te destruyas más, necesitas dejar ese vicio.

-Lo sé...- fue lo único que respondió.

En la mente de la joven estrella nació la idea de quizá su última canción.

Estrella [Mikellino]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora