Sacrificio

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Recuerdo que yo era un niño que vivía feliz en Ciudad Marina. No tenía padres, vivía con mi abuelo, pero nunca me educó ni atendió. Aunque no tenía amigos, tenía un lugar especial, el sótano. Allí es donde estaban todo los amigos que necesitaba, los robots y máquinas que yo construía y los pokémons salvajes que iban bajo tierra: Dunsparces, Digglets, Dugtrios, y muchos más. Ellos siempre me aceptaban y jugaban conmigo como si fuera un pokémon más.

Un día, me llevaron a una cueva que estaba a las afueras de Ciudad Marina. Era preciosa, estaba llena de piedras que brillaban, nunca olvidaré ese momento. Al rato, supe que me habían llamado allí para jugar al escondite. Sandshew se tapó los ojos, y los demás nos escondimos.

Recorrí la cueva, y me escondí en un hueco que formaban las rocas. Cuando ya llevaba un rato allí, oí unos ruidos extraños que venían desde el interior de la cueva. Salí, pensando que Sandshew ya los había encontrado a todos y que me estarían buscando ya. Me dirigí hasta allá. Cuando llegué, no vi a mis amigos, sino a un gran Machamp que estaba enfurecido, parecía que lo habían abandonado a su suerte. Intenté escapar, pero no me lo permitió. Me cogió por una brazo y me lanzó contra una pared. Me hice grandes heridas. En ese momento llegaron todos mis amigos dispuestos a protegerme.

Pensé que con tantos pokémon lo lograríamos. Empezaron a atacarlo. Cuando ya parecía que lo iban a debilitar, el Machamp se levantó y los atacó a todos con Fuerza Bruta. Yo estaba aterrorizado. Estaba partiendo a mis amigos en pedazos. Había sangre por todos lados. Cuando ya estaban todos mis amigos muertos, el Machamp se calmó y se fue. En ese momento yo ya estaba llorando por todos mis compañeros. Odiaba que me hubieran protegido. Odiaba esos sentimientos que te empujan a hacer cualquier cosa por tus amigos. Los enterré en aquella cueva y me marché.

Cuando ya salía, me encontré con un Zubat que por las heridas que tenía, parecía que también había luchado con el Machamp. Lo llevé al Centro Pokémon donde lo curaron. Después de salir, el Zubat quería quedarse conmigo. Yo le dije que si quería que se viniera conmigo, pero no como mi amigo, sino como mi pokémon, pues no quería sufrir lo que ya había pasado ese día otra vez.

Pasó el tiempo. Zubat ya había evolucionado en Golbat. Yo ya no construía maquinas y mi abuelo me había abandonado, hacía ya mucho tiempo. Yo tenía 26 años. Tenía un equipo completo de pokémon y creé una organización, con la cual quería manejar el espacio y el tiempo. Así podría volver a aquel momento en la cueva y evitarlo con mis pokémon. Capturé al trio del lago y con sus poderes formé una cadena para capturar a Dialga y Palkia.

Justo el día de mi 27º cumpleaños, Golbat evolucionó en Crobat, aunque yo no sabía cómo, pues no le había dado ningún cariño. Ahora mismo estoy en el Monte Corona, intentando invocar a los 2 legendarios. Hay varias personas allá abajo, pero no importa. Debo hacerlo por mis compañeros. Por mis compañeros que murieron por culpa de los sentimientos.

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