Secretos que dan disgustos

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《Secretos que dan disgustos》

Nuevamente, un sol candente adornaban unas frías paredes construidas de madera visualizando a un albino confundido al borde de su cama, sintió una mala sensación a fondo de su corazón esa peculiar mañana teniendo fuertes deseos de exploración en ese pueblo.

Aquella noche resultó un infierno para su sueño obligándolo a levantarse lo más pronto posible dejándolo dudativo al borde de su cama permitiendo a sus pies rozar la superficie fría debajo provocando una caminata confiada al baño de su habitación, trataría de bañarse rápido e inspeccionar la casa de sus amigos.

Willy sentía una mala vibra, sentía que algo estaba mal, podía ser un caótico, caprichoso, hijo de puta pero tenía miedo de que alguien estuviera en peligro, quería dejar de pensar, deseaba dejar de carcomerse en pensamientos produciendo un soplido de agobio.

Iría pronto a averiguarlo.

La primera parada del orbes verdes fue la casa del maniático de la simetría, tocó abruptamente la puerta siendo recibido por un híbrido de oso que amenazaba con explotarle la vida al no retirarse de la entrada. Era sumamente gracioso la situación a ojos del menor, su compañero oscuro tenía enormes ojeras al igual que marcas en sus hombros.

Clara señal de tener una noche loca.

Inteligentemente, huyó de ese lugar tras dirigirse a casa de cierto policía de menor estatura, caminó confiado por ese pueblo saludando a uno que otro aldeano que dedicaba su tiempo a responder, siempre le pareció agradable la gente de ese pueblo que protegían a diario a excepción de cierto azabache de orbes azules que discutía furioso con un alcalde de cabello castaño acerca de la implementación de seguridad.

Elevó una mano al aire recibiendo un gruñido devolviendo sus pasos a la zona de mercadeo encaminandose a casa de su mejor amigo, admitió que llevaba unas semanas sin ver al híbrido de búho por culpa de la misión otorgada de los dioses a un pueblo maldito en búsqueda de nuevos aliados.

Willy sentía una enorme soledad, jamás estuvo tanto tiempo lejos de Fargan que comenzó a extrañarlo exageradamente, no le gustaba la idea de ser dependiente del castaño, mucho menos de ser su razón de seguir cuerdo en ese pueblo de cabeza, solo le gustaba pasar tiempo de calidad minando, explorando o sentados juntos frente a un extenso océano mientras pescaban algún libro de sus reparación.

Tampoco sabía sus verdaderas intenciones, le gustaba esa compañía de Fargan, sus comentarios fuera de líneas, las pequeñas risas que sólo iban dirigidas a su persona o esas pequeñas miradas que lograban tensarlo de maneras descontroladas terminando uno de los dos explotados por exceso de minas.

Detuvo su caminar delante de la puerta principal soltando un suspiro confuso por la falta de protección en la parte exterior divisando un leve entre-juntamiendo de la entrada dejando frío a su corazón, Willy apresuró a adentrarse a esa peculiar casa inspeccionando cada rincón observando un enorme destrozó en la sala.

¿Alguien trató de robarlo? Imposible.

Las manos del albino retiraban los objetos que impedían su paso a la habitación perteneciente al híbrido encontrándose una máscara característica de su amigo reventada en el suelo, estaba negado a la idea que lastimaron brutalmente a Fargan, necesitaba saber que aparecería a través de una puerta diciéndole que era una simple borrachera.

Sólo que jamás sucedería.

—¿Donde coño estás, rata?—Inquirio asustado avanzando distraído a través de unas habitaciones.

Revisó delicadamente las habitaciones percatandose de un ligero llanto en la última habitación produciendo un auge de preocupación tras abrirla de golpe, sus ojos observaron a un castaño de menor estatura abrazando fuertemente su sudadera secando cada una de sus lágrimas.

Nuestro Pequeño Universo | [Willgan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora