Capítulo Tres

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Un suave aroma a pan recién hecho se extiende por toda la calle. Resuena "torna a casa" por toda la pastelería mientras voy a sacar la tercera bandeja de pasteles de crema.

Me apartó el pelo de la cara y me limpio el sudor. Llevo aquí unas dos horas y estoy agotada. Llevo haciendo pan y pasteles desde las siete y media de la mañana y la Playlist de Måneskin en Spotify no para de estar en bucle. Eso es algo que se agradece en una mañana como esta. El cielo sigue nublado, todavía hace muchísimo frío y un viento demoledor. El único calor que recibo es el del horno.

Cojo una silla y me siento al lado de este. Todavía me quedan por hacer unas empanadas pero necesito descansar un poco o se me va a romper la espalda. Suspiro lentamente y me estiro. Me pongo a pensar en todo lo que me había ocurrido aquella mañana.
La interminable llamada de la señora Webster la cual tuve que coger yo ya que mamá "estaba ocupada" en algo de lo cual yo no sabía. Estaba todo el día en la oficina. Me habló de su vida así por que sí (los viajes de su hijo, sus nietos, etc) mientras que yo seguía preparando la bollería, ya que no quería colgarla porque me daba pena, tanto las broncas interminables de mamá

"Tienes que colaborar más en la panadería, me vendría bien que vieneras también por las tardes del jueves y viernes."

"¡Así no se amasa el pan por dios Hannah! ¡Estás dormida! ¡Si te hubieses levantado antes no te hubiese pasado eso! ¡Seguro que tu hermana Diana lo habría hecho mejor! Tienes que madurar o nos va a ir muy mal"

"Se ve que te da igual lo que te he dicho de la sudadera. Ahh tu a tu rollo. ¡Da igual si se mancha! ¡Ya me la lavará como hace siempre! Que sepas que no te voy a volver a hacer nada más. Mi esfuerzo te lo tomas como nada"

"Me he enterado de que has sacado un 3 en el último examen de matemáticas, nada más llegar a casa tendremos una charla sobre eso."

Me detengo ahí. En esa justa frase.

"Has sacado un 3 en matemáticas"

Apoyo la cabeza en la puerta del horno y se me escapan unas lágrimas. Matemáticas nunca se me ha dado bien, aparte de que no estábamos en una muy buena situación tanto física como económicamente y entre la panadería y todos los sentimientos juntos me llevaban al fracaso. No estudiaba nada en los findes de semana ya que estaba en la tienda todo el día.
Aparte de que él señor Lame es un gilipollas al que solo le gusta ver mal tanto a alumnos como a profesores. Una vez me enteré de que hizo a repetir a un chaval porque sí, cuando en realidad aprobó todo. Me entra mucha rabia y de repente mi mente se centra en mi madre.

Mi madre últimamente estaba muy distinta, como si la hubiesen cambiado por completo. Está todo el día metida allí, en la oficina, ni siquiera me cuenta lo que hace allí mientras yo me mato a esfuerzo por sacar esto adelante y me habla fatal.
Desde la muerte de mi padre hace apenas un año está muy rara conmigo cuando debería de ser todo lo contrario ya que esto es muy duro y mucho más para mí, que he perdido a mi padre con tan sólo 17 años. Entiendo que sea duro para ella, el amor de su vida se fue hace un año pero mis hermanas y yo también lo pasamos mal. Era... Nuestro padre...
Un montón de lágrimas más recorren mis mejillas. Me ahogo en ellas y no paro de sonarme la nariz.

Decido levantarme del sitio con la vista borrosa y me acerco al altavoz. Subo el volumen de este todo lo que se puede y comienza a sonar "Beggin" Tan alto que parece que retumbara la pastelería. Me apoyo en la pared y suspiro de nuevo. No me quedaba otra opción que poner todo lo hecho aquella mañana en los estantes de la tienda o la bronca estaría asegurada. Además de que no quería arruinar todo el esfuerzo por unas lágrimas insignificantes. No podía cambiar nada.

El chico de la batería (Ethan Torchio) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora