Capítulo 15: Manipulado.

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La niña balanceaba su vestido con una sonrisa mientras con su mano sostenía la pequeña pelota

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La niña balanceaba su vestido con una sonrisa mientras con su mano sostenía la pequeña pelota.

Nathan estaba sin habla, pues la niña era un nephilim y, como supiesen los ángeles de su existencia, sería dada por muerta. No paraba de mirarla con atención; tenía los ojos amarillos como él, la tez pálida y un largo cabello castaño. Contra más la miraba, menos se podía creer que era hija de Kaiser.

Recordó aquella respuesta que le dio Kaiser días atrás: «Te contaré todo a su debido tiempo».

No habló de su mujer, la supuesta ángel de la que se enamoró, ni mencionó en ningún momento que tenían una niña. Lo que Nathan se temía, es que la mujer de Kaiser estuviese muerta o hubiese sido asesinada.

La niña lo interrumpió de su ensimismamiento al hablarle.

—Eres mi primo, ¿verdad? —preguntó, sonriente.

—Eso parece —le devolvió la sonrisa.—. ¿Cómo te llamas, pequeña?

—Briseida —contestó—. Mi papá me ha hablado mucho de ti. ¡Quería conocerte!

Briseida lo abrazó por la cadera, Nathan se sorprendió y soltó una risa nerviosa.

—¿Puedes llevarme a caballito? Mi papá dijo que actuase normal y no mostrase mis alas en la ciudad.

—Claro...

Nathan se puso de cuclillas. Briseida se colocó tras él, se subió en su espalda y rodeó su cuello. Éste le agarró de las piernas y comenzó a caminar hacia su apartamento. 

*

Cuando llegaron al apartamento. Nathan la bajó de su espalda y la puso en el suelo mientras introducía la llave de casa en la ranura. No sabía cómo iba a reaccionar Kaiser, pero ya podía olerse la situación.

Kyle en ese momento salió de su apartamento y los observó a ambos. Ver a una niña con su mejor amigo le resultó confuso. El primero levantó su mentón en signo de saludo, luego con su mirada insinuó querer saber quién era la infante.

—Si quieres saberlo, entra y enterate del bombazo —comentó el varón.

—¿En serio? No me lo pierdo.

Briseida entró corriendo mientras Nathan aún quitaba las llaves de la cerradura. Kaiser se puso de cuclillas con una sonrisa para recibir a su niña en un cálido y fuerte abrazo.

—¿Qué tal, mi niña? —preguntó seguido de una caricia en la cabeza—. ¿Has echado de menos a tu papi?

—¡Sí!—exclamó entre risas.

—Ay, no... ¿Tiene una hija? —cuestionó Kyle.

—En efecto —respondió Nathan.

Nathan se acercó a Kaiser mientras éste aún tenía a su hija abrazándola. Dejó de abrazarla cuando apreció el rostro del joven así que le dijo a la pequeña que fuese a jugar.

Ángeles despiadados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora