«Y si te dijese que esta vez los ángeles son los malos, y los demonios son los buenos, ¿me creerías?»
Nathan Growney es un joven nephilim de diecinueve años de edad con un oscuro pasado. Jamás debió nacer, jamás debió existir. Él es una maldición y...
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Nathan se guardó con rapidez la carta en uno de los bolsillos de su chaqueta. Scarlett aún yacía encima del joven, desconcertada en qué le diría a su amiga, que los miraba taciturna.
Natsuki los estudió con la mirada. El leve sonroje de las mejillas de ella y la expresión de sorpresa de el muchacho, hizo que se cuestionase qué estaban haciendo con exactitud en su habitación. Comenzó a malinterpretar la situación.
—Hay otra habitación aparte de la mía para vuestros asuntos —comentó con una sonrisa pícara.
Al escuchar aquello, la pelirroja entreabrió la boca avergonzada y exhaló. Negó con la cabeza y se quitó con rapidez de encima del muchacho.
—No... No es lo que estás pensando—aclaró intentando que no se malinterpretase.
—Bueno, eso es lo que dicen todos —añadió ella.
—¡Hablo en serio!
—Entonces, ¿qué hacíais en mi habitación? —indagó frunciendo el ceño.
Al ver aquella expresión, Nathan decidió actuar.
—Ya sabes cómo es tú amiga, tan tímida e inocente.
La cara de la pelirroja no podía estar más roja. Nathan se levantó de la moqueta y se dirigió a la puerta para marcharse. Antes de irse, giró sobre su eje y observó a Scarlett.
—Ya terminaremos lo que empezamos —comentó sonriéndola.
Aquello hizo que Natsuki agarrase a su amiga de la mano y diese pequeños saltos. La pelirroja soltó un bufido notando el ardor en sus mejillas.
*
Al salir del edificio echó un vistazo a la carta. La sacó de su bolsillo y la leyó frunciendo el ceño.
«Natsuki, ¿por qué diablos no me contestas mis cartas? No sé qué te hice mal para que te alejases de mí. Dame un motivo o una explicación para poder lograr entender tus sentimientos. Estoy cansando de ir detrás como un perro. Cada vez que lo hago, pierdo mi valiosa dignidad. ¿Acaso me odias? Contéstame, porque estoy al borde de la locura. No pienso dar lugar a escribirte una vez más. Esta será la última vez. Si no me contestas daré por zanjado este tema. Adiós».
Al terminar de leerla, el muchacho sonrió con malicia. No había nada más satisfactorio que un ángel incumpliendo su valiosa regla.
*
A la mañana siguiente, Natsuki se presentó en el apartamento de Nathan con un asunto importante que informarle. El varón no tardó mucho en abrir. Ambos se miraron mutuamente y la primera se adelantó en hablar.
—Tengo que hablar contigo.
—¿De qué se trata?
La invitó a pasar y ambos se sentaron en el sofá de la sala. La expresión de la muchacha era adusta. Ella se apartó el cabello azabache de su cara y comenzó a hablar con serenidad.