La joven estuvo a escasos centímetros de Aizen. Podría haberle atrapado, haberle inmovilizado. La adrenalina corría por sus venas. Escuchó su voz, le miró a los ojos sin siquiera saber que era él. Tuvo contacto físico y... no pudo hacer nada.
De haberlo sabido, le pudo haber echado un conjuro de inmovilización y se habría quedado en el sitio.
«Dios, ¿cómo no he podido darme cuenta?», se preguntó la pelirroja para sus adentros.
Dudaba en si Aizen sabía su secreto. Por alguna razón, le dio a entender que sí, que era conocedor de sus poderes y sus habilidades. Al fin y al cabo, todo lo veía y sabía.
—Aizen lo sabe —comentó mientras su amiga seguía paranoica mirando hacia todos los lados, imaginándose que Aizen seguía aún allí entre la multitud.
Natsuki la observó con vehemencia y preguntó:
—¿Le has escuchado la voz?
—Sí.
—¿Y cómo sonaba?
—Sonaba tan fría y calculadora que sería capaz de congelarte. Incluso por el tono de su voz, puedo decirte que ese bastardo no siente piedad por nadie.
Ni siquiera la música sonando a todo volumen, ni las luces neón que empañaban el lugar, podían hacer distraer a la pelirroja en ese instante. Lo tuvo delante al ángel más odiado y despreciable de todos los ángeles. Se sentía frustrada.
Le pareció sospechosa la forma en que Aizen sonrió maliciosamente cuando acarició su palma de la mano. Él claro que sabía que era mitad bruja y mitad ángel pero, la cuestión era, ¿cómo lo sabía? ¿Acaso ella también tenía un micro escondido en su apartamento? ¿O tal vez estaba en casa de su madre? De alguna manera sintió como si quisiera decirle más otra cosa que hacerle saber que sabía lo que era.
Ella había comprobado por sus propios ojos que Aizen desprendía en su mirada malicia, crueldad y frialdad. Aquel hombre no tenía piedad por nada ni por nadie.
Ni siquiera quería permanecer un segundo más en aquella discoteca. Todo el buen ambiente con el que había ido se esfumó como el humo y solo le apetecía salir de allí.
Así que pagaron las copas marchándose ambas.
Iban a adentrarse en una callejuela cuando Blake se dejó caer del cielo cortándoles el paso a ambas. Sus alas de su espaldas estaban desplegadas, así que rápidamente las guardó antes de que alguna persona lo pudiese ver. Su mirada y expresión, como de costumbre, era inexpresiva, sería, pero tenía que decirles algo.
—Os he estado siguiendo —comentó haciendo que ambas muchachas sintieran curiosidad—, y me ha parecido ver a Aizen.
—¿Sin máscara? —cuestionó Scarlett sorprendida esperando que su respuesta fuese un sí.
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Ángeles despiadados ©
Paranormal«Y si te dijese que esta vez los ángeles son los malos, y los demonios son los buenos, ¿me creerías?» Nathan Growney es un joven nephilim de diecinueve años de edad con un oscuro pasado. Jamás debió nacer, jamás debió existir. Él es una maldición y...