Capítulo 5: El Enemigo

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Nathan empezaba a figurarse la razón del porqué su amigo Kyle se relacionaba con ángeles, pero no quería hacerse a la idea de ello

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Nathan empezaba a figurarse la razón del porqué su amigo Kyle se relacionaba con ángeles, pero no quería hacerse a la idea de ello. No podía imaginar semejante traición. Pensó en infinitas posibilidades en las que su amigo podría llegar a traicionarle. Sin embargo, nunca creyó estar en una situación tan violenta como aquella.

Estaba enfadado, frustrado y decepcionado.

La mirada de Blake era fría y calculadora. Estaba observando el rostro desconcertado del nephilim sin un ápice de compasión. No le interesaba en absoluto qué tan dolido estaba por lo de su amigo.

Cuando Nathan volvió a la realidad, apartó de un empujón a Blake haciéndolo estrellar con un contenedor de basura.  Luego alzó las alas de su espalda y voló por el oscuro cielo. Blake lo vio desvanecerse en la oscuridad.

—Creo que no sabe lo de Kyle —murmuró el varón.

*

Apareció frente al edificio donde vivía, observando la ventana de su amigo, que a juzgar por la luz apagada, dedujo que no se encontraba en casa.

Decidido, entró en el bloque de apartamentos. Agarró las llaves de Kyle, escondidas en la planta del pasillo, y entró en el apartamento esperando a que volviera. Kyle tenía un bote de galletas de metal que estaba vacío. Nathan puso la carta acusadora dentro para que cuando le ofreciera la lata de galletas, su amigo viera aquello.

Esperó durante una hora y cuarto, impaciente a que regresara de algún lugar. Al final, su amigo llegó encontrándose de bruces con Nathan, sentado en el sofá de su salón. Le dedicó una sonrisa, pero al ver que el nephilim no se la devolvió, le extrañó un poco. No comprendía su expresión taciturna.

—Llegas tarde. Como siempre —murmuró Nathan.

—¿Qué te pasa, colega? ¿A qué viene esa cara?

—Siéntate —ordenó.

—Está bien.

Nathan puso la lata de galletas en el regazo de su amigo, insinuando que la abriera.

—No tengo hambre —comentó Kyle.

—Ábrela.

Kyle, con cierto recelo, abrió la lata que su compañero le ordenaba. Cuando vio que el contenido no eran galletas, sino la carta de Blake, el joven tragó saliva, nervioso.

—¿De dónde la has sacado? —interrogó.

—¿De dónde crees que la he sacado? ¡De tu habitación!

—¿Entraste en mi apartamento mientras yo no estaba?

—¡Eso que más da! ¿Tienes algo que decir? ¿Vas a explicarte?

—Yo... Esto... —titubeó.

—¿Te relacionas con ángeles? ¿Le das información de mí?

—¡No!—negó sobresaltado—. Jamás traicionaría a un amigo.

Ángeles despiadados ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora