Capítulo Doce

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Tenía el anhelo de que esa tarde el sol se marchara más temprano de lo habitual. Cuando el viento hacía volar su cabello de aquella forma y el color del cielo se transformaba constantemente, Alba sabía que el frío no tardaba mucho en llegar. Antes de salir de casa había guardado su abrigo blanco y una bufanda en la mochila, por si acaso, sabiendo que el cambio de estación amenazaba donde fuera. Y así, protegida del clima y los asomos del otoño, parada en medio del campo de deportes, cerró sus ojos y recordó ese sueño que la había acechado todo el día. Era ella, pero dormida. Era ella, recostada bajo la sombra de un árbol y cargando en su pecho un corazón que era tres veces más grande. Un ruido la había despertado, alguien había pisado una rama, pero por más que buscara, allí no había nadie. Había querido levantarse, pero su corazón nuevo era muy pesado, no se lo permitía. Había querido gritar, pero en ningún sueño suyo conseguía que palabras salieran de su boca. Luego, una luz a lo lejos, un cambio de locación a un hogar oscuro y finalmente ella abrió sus ojos. Al menos cargar aquel sueño de un lado a otro le había servido de escape y, ahora, lo único que le hacía falta era alguna compañía que no la hiciera sentir tan sola. Por desgracia, a Sabela le había tocado el turno de la mañana, quedando separada de Alba. Las clases de Educación Física eran martirizantes y, sin alguien que lograra que el tiempo pasara más rápido, lo eran aún más. Las carreras, los saltos, los estiramientos, la guardia alta constante para prevenir esas heridas que a ellas les fascinaba provocar...De haber podido estar Sabela a su lado, todo sería tan distinto... Estando a solas con sus pensamientos y deseos, Alba se repetía que, cuanto más rápido muriera la tarde, más rápido podría correr a casa, más rápido podría cerrar los ojos y ocultarse...

-¡Reche, trágate esto!

Aquel no era el primer balón que la golpeaba a propósito. Tampoco era el segundo y no sería el último hasta que alguno de ellos la dejara sin aire.

-Venga chicas, parad de de una vez.

Al menos la entrenadora intentaba que se detuvieran.

-No os paséis.

Y la ayudaba a levantarse del suelo, sacudiéndole un poco la tierra, pidiéndole que se retirara un minuto y descansara, que otra chica entraría en su reemplazo.

El metal de las gradas estaba tan frío como lo recordaba. Al sentarse en ellas, acomodó sus gafas y ahogó un suspiro. A un par de metros, corrían y corrían las chicas castigadas por meterse con Alba. Daban vueltas y las ignoraba cada vez que pasaban frente a ella, temerosa de encontrarse con sus miradas furiosas. Una hoja seca se posó sobre su cabeza y entonces Alba bajó su mirada hacia sus manos. Estaban rojas de jugar. Picaban y dolían, pero la hacían sentir un poco satisfecha. Aunque los deportes no fueran lo suyo, comprendía su lógica, con frecuencia conseguía anticipar tantos movimientos como se propusiera. Se retorcían al pensarlo, pero ellas no podían negar el hecho de que Alba Reche sabía defenderse. Se retorcían al pensarlo, y por ello no podían permitir que Alba Reche se saliera con la suya.

-¡Vamos, Ana!

El balón voló por el aire y cruzó la red por encima. Uno, dos, tres toques del otro equipo y regresó a su sitio, repitiéndose el ciclo una y otra vez hasta que un punto fue anotado. El vóleibol no estaba mal, pensaba Alba desde lo lejos. Tan solo deseaba no estar allí, así de sola y vulnerable... Tan solo cerraba sus ojos y deseaba poder marcharse a un sitio más lejano... a un sitio más seguro...

-¡Bien, Ana!

Aún así, el turno de la tarde tenía sus ventajas, eso no podía negarlo. Esquivar el vestuario era una enorme de ellas. Ahora, sin tener que mantenerse atenta a cada movimiento, cada risa, cada llamado de su nombre, Alba podía llegar ya cambiada desde casa, podía marcharse sin la obligación de pasar antes por una ducha. El vestuario siempre le había parecido un lugar frío y gris donde no encajaba. Era un placer poder evitarlo durante el año, no tener que vérselas con esa pintada en su casillero que sobrevivía al paso del tiempo.

Encuéntrame aquí dentro || ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora