Capítulo Uno

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El frío húmedo de la noche ya no solo había petrificado sus dedos, logrando cruelmente que a la desafortunada y joven muchacha de cabello rubio le resultara casi imposible moverlos. No solo se había infiltrado por la tela de sus jeans, también paralizando sus piernas que de todas formas ya desde el final de la tarde se encontraban inmovilizadas, junto con sus caderas, brazos y muñecas. Ya no solo había lastimado su piel, congelado las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas y haberla hecho desear haberse abrigado un poco más antes de salir de su casa por la tarde, aunque aún era verano y ella de ninguna manera hubiera podido imaginar que aquello iba a sucederle.

No. El frío, ya dos horas después del encuentro con aquellos dos muchachos, ahora también había comenzado a desesperarla por completo, a convencerla de que verdaderamente ellos no volverían por ella.

Tomó un fuerte respiro. Perder la calma en ese momento sería acaso la peor de las locuras. No podía hacerlo, no ahora, cuando aquellas sogas se aferraban muy fuertemente a su cuerpo, manteniéndola unida al tronco de aquel árbol, impidiéndole ­—y ella de veras había intentado— cualquier forma de escape, recordándole de esa humillación que estaba viviendo y que por siempre le sería dolorosa al rememorar.

—Venga chicos, esto ya no es gracioso...

Su voz había sonado rendida y temblando, llena de nerviosismo y terror. Sus ojos desesperadamente recorrían cada rincón del pequeño bosque, aunque su visión se encontraba borrosa, pues sus gafas se hallaban echadas en algún lugar del suelo, y la oscuridad realmente brindaba un panorama capaz de confundir a quien fuera.

—¿Chi...chicos?

Cerró sus ojos y los apretó con fuerza al no escuchar respuesta alguna y al saber muy bien que no la escucharía, que ellos una vez más se saldrían con las suyas, chocando sus puños en el aire. Y una vez más intentó zafarse, por más que ya muchas veces hubiese comprobado cuán inútil era aquello y cuánto dolor aquello le traía, asegurándole que ya sin duda sus muñecas estaban heridas y que no sería sorpresa que un poco de sangre corriera por ellas. Entonces tragó saliva con bastante dificultad, negándose a ceder ante aquellas voces en su cabeza que le repetían que ya todo estaba perdido, que por siempre sería la cabeza de turco y que ya hasta los horneros se habían marchado a por nuevas ramas, también abandonándola.

—¡Ayuda! ¡Ayuda, por favor!

La ventisca que volaba las copas de los árboles con cada vez mayor intensidad y el sonido de su voz rebotando por todos lados y perdiéndose entre la extensa oscuridad de la noche, ya creaba una escena que no hacía otra cosa más que sofocarla y helar su sangre hasta la médula. Los acelerados latidos en su pecho no tardarían en lograr que su corazón se saliera de su lugar y una nueva lágrima se escapó sin que pudiera controlarlo.

El frío con rapidez secaba el llanto en su rostro y la luna brillaba bien en lo alto, sobre su cabeza, recordándole qué tan sola estaba y advirtiéndole, dentro de muy poco, qué tan sola ya dejaría de estar.

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Natalia Lacunza escuchó la primera botella de cristal que se estrelló contra el suelo y tuvo que aguantar su respiración y contar hasta tres. O hasta diez. Y también apretar su puño con fuerza y disimulo, pues, de no hacerlo, acabaría por coger la raqueta de tenis de su padre y partirla en la cabeza de aquel muchacho que acababa de hacer aquel desastre sin importarle. Y de eso estaba segura.

—Vamos amor, relájate. Fue tan solo un accidente— Sintió cómo los suaves brazos de su novia se afianzaban a su cintura, de repente envolviéndola en un abrazo desde atrás que le generó un pequeño escalofrío en su espalda.

Natalia suspiró, antes de enredar los dedos de su mano con los de María.

—Lo sé, perdona—Respondió Natalia, girándose sobre su lugar para encontrar los ojos café de la muchacha. Luego, le regaló una pequeña sonrisa, disminuyendo la tensión de sus hombros. —Solo no quiero que mis padres encuentren la casa hecha un desastre para cuando lleguen.

Encuéntrame aquí dentro || ALBALIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora