Capítulo Cinco

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Natalia Lacunza abrió los ojos en el momento exacto en que la luz del trueno ingresó por la ventana de su cuarto. Resoplando por lo bajo, ya con el sueño interrumpido, se acomodó contra el respaldo de su cama, sintiendo instantáneamente cómo el frío inesperado de la pared le robaba otro pequeño suspiro. Y sin más se llevó ambas manos hacia su rostro, en señal de frustración al no poder aguantarlo.

Ya hacía unos tres días desde la última vez que había conseguido un mínimo descanso por la noche. Ya hacía unos tres días que, a duras penas, deseaba dormir como antes lo hacía, sin un torbellino de pensamientos que la agobiaran y la mantuvieran bien despierta, hasta que de milagro lograra cerrar los ojos y caer presa del sueño. Ya hacía unos tres días desde que Natalia había conocido a Alba Reche.

Desde entonces, Alba Reche no parecía hacer otra cosa más que habitar su mente, escondida en lugares recónditos, saliendo de a ratos en momentos inoportunos, tomando muy de sorpresa a la pobre Natalia, que muy poco comprendía por qué. Al entrenar, al cenar, al caminar, al conversar con su alrededor, al recostarse; en todos sus pensamientos se encontraba aquella muchacha, con sus ojos, su cabello y su paz que tanto cautivaba a Natalia, que tanto le hacía pensar que nunca había conocido a alguien como ella, que tanto le hacía recordar y repasar cada corto momento que había compartido con ella y la forma en la que se sentía al hacerlo. De esa forma, poco a poco, pensarla se iba convirtiendo en un hábito casi involuntario, algo que no podía controlar. Ya, para, Natalia, se diría una y otra vez. Pero no había forma, no podía parar sus pensamientos, aunque quisiera. Ya, por favor, Natalia. Y el ciclo eterno se repetía una y otra vez. Pero, de todas formas, de ninguna manera quería ni querría volver a los tiempos cuando no la conocía. Aunque de momento su mente fuera un tártaro, en el fondo, bien en el fondo, sabía que la idea de tenerla allí dentro era algo que le agradaba, y mucho.

Ya, para, en serio.

Y entonces salió de su cama.

Bajo sus pies descalzos, el suelo de madera se sintió cálido, como una especie de cable a tierra que le recordó que existía una realidad más allá de esos pensamientos que nunca se terminaban. Y, así, paso a paso comenzó a crear el camino hacia el cuarto de baño, donde cerró la puerta detrás de ella con un suspiro y se desprendió de su ropa de cama. Segundos después, el agua de la ducha ya comenzaba a correr sobre su cuerpo, a la vez que tarareaba la letra de una canción para evitar que su mente vagara por lugares, resultando un éxito. Para cuando abandonó aquella escena, envuelta en una toalla blanca, ya se encontraba concentrada en lo único con lo que se permitía una obsesión: la competencia del día siguiente.

Luego de que abriera de par en par las puertas de su ropero, rápidamente seleccionó su atuendo del día, sin ir más allá de sus vaqueros negros y alguna camisa suelta, estampada. Cogiendo su bolso deportivo, guardó allí todo lo que necesitaría para el entrenamiento del día. Una vez vestida, ya con todo preparado, bajó las escaleras hasta llegar a su cocina, donde bebió su batido de frutas, guardó sus llaves en el bolsillo y salió de su casa con cereales y una botella de agua en mano, casi haciendo malabares por mantener todo en orden.

Jueves, siete de septiembre, siete de la mañana, y el cielo nunca había estado tan bañado en nubes grises como aquella vez. Por eso las observó con cierto asombro, dirigíendose hacia su coche, aliviada por el hecho de que, al menos de momento, la lluvia había cesado. Arrojó sus cosas en el interior de su coche, cerró la puerta, y emprendió su viaje hacia el instituto, bailando con sus dedos al ritmo de la música del estéreo.

Caminando hacia la entrada del colegio, aún permanecía con su vista en el cielo, adivinando de reojo dónde pisar para no acabar estrellada contra el suelo, confiando en su suerte. Un par de pasos más, y acabaría por chocarse con Marta Sango, compañera de equipo y, por lo que sabía, con quien más confianza de todas tenía. Una amiga, si buscaba poner todo aquello en palabras.

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