Capítulo Trece

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¿Cuántas cosas podían compararse con el sonido de la lluvia? Oía como las gotas caían sobre el techo, las imaginaba deslizándose hasta aterrizar sobre el jardín. Las rosas y los jazmines de la entrada debían de contentarse, pensaba, y una vez que el sol saliera seguro se sentirían realizados. De momento, el cielo continuaba gris, los cristales de las ventanas se hallaban empañados y el silencio se apoderaba del ambiente mientras Natalia esperaba a que hirviera el agua para el té. ¿Cómo le gustaría? ¿Cuánta azúcar le pondría? ¿Qué color de taza preferiría Alba? Tal vez la blanca, porque era del color de su abrigo. Sí, para Alba la blanca y para ella roja. ¿Ahora, qué más? Recordó que había un poco de miel en algún lugar de la cocina, ¿era en el tercer cajón?  Buscó con rapidez hasta encontrarla. Ahora la pondría sobre la bandeja y dejaría que Alba se sirviera, si así lo quería.  Bien. ¿Y si abría la ventana para que el aire de la lluvia entrase por un segundo? ¿A ella le agradaría? ¿Y si le daba frío? Mejor no, entonces. Tal vez solo con oir el caer de las gotas le sería suficiente. Ojalá le fuera suficiente, pensaba Natalia, ¿qué haría si no?

Apagó el fuego cuando el agua estuvo lista. Revolvió los saquillos y la observó teñirse de verde. Era por las hierbas, Alba se lo había pedido. Tomó un respiro y cogió la bandeja. Sus manos no solían temblar, pero ahora sí lo hacían, desde la llegada de Alba que lo hacían. ¿Conseguiría ocultarlo? No importaba, la muchacha no lo notaría, desde el abrazo en el coche no levantaba mucho la mirada. ¿Por qué no lo hacía? ¿No sabía que a Natalia la consumía? No quería pensar que había hecho mal en entregarse hacia ella de aquella forma, en dejar que sus impulsos la vencieran. Pero Alba también la había abrazado… Y Alba le había dicho que todo iba a estar bien… Ojalá no se hubiese quedado en silencio luego de ello, tal vez así las cosas serían un poco más fáciles ahora. Después de las lágrimas, Natalia había ofrecido su casa, para protegerse de la lluvia, si Alba no tenía otra cosa para hacer. Y, desde luego, Alba había aceptado. A Natalia aquello la hizo tan feliz... Y bajo la tormenta se mantuvieron calladas, observando lo poco que se podía del camino, intentando no pensar demasiado. Al llegar, Natalia bajó rápidamente del coche y corrió hacia la puerta de Alba, abriéndola solo para ella. Los ojos de Alba temblaban cuando dio las gracias, Natalia quiso cerrarlos con sus dedos, pasarlos suavemente por toda su piel para saber cómo se sentía… Y juntas corrieron hacia la entrada. Un trueno se oyó cuando cerraron la puerta.

Que se pusiera cómoda fue lo primero que dijo Natalia, quitando sus zapatos y dejándolos a un costado de la entrada. Alba la imitó al instante, como pidiendo permiso. También colgó su mochila y su bufanda en el perchero. Permíteme, dijo entonces Natalia, ayudando a que Alba terminara de sacarse el abrigo. Lo sintió empapado, el resto de su ropa también lo estaba. Se preguntó si no se sentiría incómoda. Espérame, y corrió hacia su cuarto, saltando escalones de dos en dos. Abrió su ropero y buscó una prenda que a Alba le sirviera, pero todo era muy grande. Revolvió el fondo, encontró una sudadera del equipo de atletismo. Era de hace muchos años atrás y aún conservaba la mancha que Marta le había hecho al volcar su bebida. Natalia sonrió. Aquella no era la mejor opción, pero no quería perder más tiempo, Alba la esperaba abajo y lo último que deseaba era impacientarla. 

Que Alba ahora vistiera su vieja sudadera era otra de las razones por las que su corazón latía tan rápido.

Las tazas ocasionaron un pequeño ruidito a causa de las cucharas. Natalia dejó la bandeja sobre la mesa, Alba se apresuró a ayudarla, pero ninguna palabra salió de su boca. 

'No es problema que ella guarde silencio…' Se dijo Natalia. 'Solo no sabe qué decir…'  

Yo tampoco sé qué decir…’

-Espero… Espero que te guste… 

-Gracias.

Desde el ventanal observaban cómo las gotas caían sobre el agua de la piscina.  El sonido de la lluvia continuaba de fondo mientras que Alba ponía una cucharada de miel en su té. 

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