Capítulo 16: "La cena y la presentación".

345 33 23
                                    


Porque con respecto a Joaquín, él sólo quería que esto acabara ya y, cuando Emilio volteó a verlo, le dijo: - Apura, avanza. - Suficiente para que reaccionara. Y entonces, haciendo lo contrario que el menor, él sí sostuvo un poco fuerte su mano para empezar a avanzar, teniéndolo a su lado.

Su padre se acercaba con una gran sonrisa, feliz de ver a su Emilio y más al ver aquellas manos entrelazadas, feliz por conocer al fin a una pareja suya. Así fue como a pasos rápidos y, estando ya a un metro, dijo contento y extendiendo sus brazos: - ¡Por fin llegas, hijo mío. Ven acá, ven! - Ya estando prácticamente al frente de su padre, dejó la maleta en el piso y soltó la mano de Joaquín para abrazarlo con todas sus fuerzas, con una gran sonrisa también, siendo contagiado por César. Y esto que estaba ocurriendo, era lo que tanto quería desde lo que pasó en la laguna, desde aquella "reunión" donde se decidió culparlo sólo a él del crimen, donde se sintió tan atrapado, tan solo. Y en este instante, en los brazos de una de las personas que más amaba en todo el mundo, se sintió relajado por primera vez después de todo, haciéndolo olvidar de cualquier problema aunque sea por un segundo.

Joaquín sólo se quedó en su lugar, forzando una sonrisa leve y viendo aquella escena, no sintiendo nada pero sí dándoles su espacio, esperando y de repente, viendo a una señora en la entrada de la mansión, recién saliendo de ésta a pasos lentos. Y lo único que pudo pensar fue lo siguiente: "Genial, alguien más", porque si fuera por él, prefería que vinieran mil personas más, estando sólo con Emilio era insoportable, cada vez lo aguantaba menos.

- No te das una idea de cuánto te extrañamos todos aquí, hijo mío. - Comentó César luego de unos segundos, separándose del abrazo.

- Yo a ustedes, papá. - Respondió Emilio aún sonriendo y ahora viéndolo.

De pronto, todo ese momento junto a su padre, como si todo siguiera igual y nada malo hubiera pasado hasta el punto de convertirlo en un criminal, terminó con lo siguiente que dijo el mayor de los Osorio: - Y entonces veamos, así que él es Joaquín, ¿no? - Decía aún muy feliz, Emilio sólo fue disminuyendo su sonrisa de a poco mientras volteaba y volvía de a poco a su realidad, teniendo a Joaquín detrás, estaba por responder pero fue interrumpido. - Buenas noches, mucho gusto. Soy César, su padre. - Dijo extendiendo su mano y ofreciendo su mano.

- El gusto es mío, señor. - A Joaquín no le quedó de otra más que contestar cordialmente y también corresponder al saludo, estrechando manos con César.

- ¿Tuvieron buen viaje? ¿Qué te parece la capital, campeón? - Preguntaba el señor muy animado aún, le había dicho ese apodo porque le nació al verlo mejor y notar que se veía muy joven, su rostro podía confundirse con la de un niño a primera vista pero de igual forma, sí le agradaba.

- No... No he... No he podido conocer aún toda la ciudad pero... Por lo que ví, es bonita, grande... Muchos autos. - Respondía el menor, ya habían separado sus manos. Emilio no intervenía, le ponía nervioso ver a su padre hablando con Joaquín. Sentía horrible, como si en cualquier momento la verdad pudiera estallar, si es que a él se le escapaba algo por molestarse u otra cosa. Por eso, tenía que tratar de no incomodarlo o molestarlo, mínimamente.

- Bueno, ya habrá tiempo de que conozcas. Te prometo que tendrás todo un tour por el DF, Joaquín. - Dijo César sonriendo, le había causado cierta ternura el novio de su hijo al responder tímidamente. - Y me disculparán, no quiero ser inoportuno pero... ¿Es mi parecer o te ves muy joven, hijo? ¿Cuántos años tienes? - Preguntó sin dejar de ser amable. Joaquín sólo miró a Emilio, no sabía qué responder, ¿debía decir la verdad al menos en esta pregunta o inventar una edad? No habían coordinado eso.

¿Qué culpa? | EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora