Capítulo 4

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Como cada jueves, la familia Lockwood iba a tomar el té a casa de los Sterling. En esta ocasión, nuestro querido Anthony decidió acompañar a sus hermanas y madre para así hablar con Gilbert y sus hermanos. Cuando entraron en la casa rápidamente se escabulló en busca de éstos, dejando solas a las féminas.

— ¿Queréis un poco de té? —Preguntó Rose una vez que sus invitadas ya se hubieron acomodado.

—Sí, gracias. —Respondieron todas ellas.

—Tengo entendido que saliste a dar un paseo con el señor St. Clair. —Inició la conversación Seraphina.

—Sí. Vimos la nueva fuente.

— ¿Qué le pasa a la nueva fuente? Todo el mundo parece que vaya a verla... incluso Amelia fue a verla con el señor Abernathy. —Se preguntó Alyssa.

Josephine se rió ante la pregunta y le respondió:

—Lo que pasa, mi querida Alyssa, es que no ha pasado nada extraordinario en estos días.

—Y hasta la semana que viene que no vayamos a la casa vacacional de Lady Debenham a pasar el fin de semana, no creo que pase nada más. —Siguió Seraphina.

— ¿Quiénes irán a la casa de Lady Debenham? —Quiso saber Addison.

—Vosotras cuatro por supuesto, vuestros hermanos,... tengo entendido que también Caroline Klein, Belinda Crowfall, el señor St. Clair, el señor Abernathy, y supongo que más jóvenes. Además de nosotras, las demás madres... que ejerceremos como carabinas.

—Pero todos los que has nombrado están solteros, sin contaros a ustedes. —Puntualizó Addison.

—Correcto. Lady Debenham está buscando marido para su nieta y por ello ha organizado esta celebración. —Contestó Seraphina.

—Próximamente, lo tendremos que hacer nosotras. —Comentó Josephine.

— ¿De verdad? —Preguntó la más pequeña de las Lockwood sorprendida.

—Lo hemos estado haciendo todos estos años. Aunque nuestros hijos no estuvieran en edad de casarse. Es tradición hacerlo todos los años, por los demás jóvenes solteros.

—Entonces, ¿por qué decís que Lady Debenham lo hace para encontrar marido a su nieta? —Inquirió Alyssa.

—A ver... es tradición entre nuestras familias hacerlo, como en la mayoría de familias. Ya que tenemos el poder para ello. La familia de Lady Debenham lo ha tenido siempre, y así lo han hecho, pero desde que ella se casó con su marido, únicamente ha realizado estos encuentros en otras tres ocasiones, para tres de sus hijos.

—Por eso es de suponer que esta ocasión no será diferente. —Puntualizó Seraphina.

— ¿Y con los demás nietos no lo ha hecho? —Quiso saber Amelia.

—No, supongo que porque no les ha hecho falta.

Se hizo el silencio. Esto quería decir que Lady Debenham dudaba de que su nieta lograra conseguir esposo sin su ayuda. Las demás jóvenes se entristecieron por Ursula, aunque en parte se alegraron de que en su caso, al ser una celebración que su familia hacía todos los años, el empeño por que sus hijos consiguieran esposa y/o marido no era tan descarado como en el caso de la pobre nieta. Obviamente, sus madres querían que se casaran ya, pero al menos no todo el mundo lo sabría de una forma tan obvia. No era lo mismo hacer una celebración todos los años y que el propósito de encontrar pareja pasara inadvertido, que no hacerlo nunca y de la noche a la mañana hacerlo. Cuando encima, en las tres veces anteriores se ha hecho por el mismo motivo.

***

En otra habitación, el duque Lockwood junto con los tres hermanos Sterling bebían animadamente.

—Me ha contado mi hermana que Abernathy os ha invitado a ver a su caballo ¿Alguno sabe por qué hay tanta expectación en relación al animal?

—Ni idea. Pero sólo sabe hablar de ello... de eso y de la fuente. Cosa que no entiendo. —Le respondió Steven.

—Quizás sea porque el pobre muchacho no sabe hablar más que de eso. El cerebro no le da para otros temas de conversación. —Espetó Gilbert entre risas.

Todos los demás lo siguieron.

—Sabéis, el fin de semana que viene lo pasaremos en la casa de Lady Debenham. Si lo pensáis, las próximas celebraciones serán las de nuestras madres. —Dijo de repente James.

A nuestros cuatro hombres se les erizó los vellos de los brazos y se callaron al úniso. No querían pensar en ello. Porque, al final, Josephine y Seraphina, no sólo querían que las muchachas se casaran cuanto antes, sino que querían que sus hijos lo hicieran también.

—Bueno, no será para tanto. —Respondió Anthony intentando animar a los demás.

—Lleváis sin asistir a una, casi dos años. No sé si estáis mentalizados para ello. —Objetó Steven.

Los dos viajeros se miraron asustados. Sabían lo que aquello significaba.

—Pero hasta entonces nos queda el baile de los Klein. Nuestro próximo compromiso social. Podéis relajaros hasta entonces. —Intentó animarlos Steven.

—No sé qué es mejor, la verdad. Los Klein no suelen acertar con la música elegida. —Comentó Anthony.

—Pero sí con las bailarinas. —Le respondió sonriente James.

Decir que nuestros muchachos carecían de experiencia sería mentir. Sus años fuera de casa, tanto en la universidad como en sus viajes, les habían permitido cierta libertad. Es cierto que se habían cuidado de que su fama no fuera más allá de lo que podría considerarse normal. Aunque de los cuatro, los dos mayores eran los que más habían aprovechado sus libertades. En cuanto a los dos menores, aunque no se quedaban tan atrás, intentaban mantener un perfil más bajo eligiendo las mejores compañías dentro de lo posible, cosa que de los dos mayores no se podría decir lo mismo.

 En cuanto a los dos menores, aunque no se quedaban tan atrás, intentaban mantener un perfil más bajo eligiendo las mejores compañías dentro de lo posible, cosa que de los dos mayores no se podría decir lo mismo

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Por culpa del baileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora