Capítulo 11

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Cuando comencé a contaros esta historia, querido lector, le comenté que nuestros cuatro protagonistas eran muy amigos, Anthony y Gilbert por un lado, y Amelia y Rose por el otro. Tan amigos que se lo contaban todo, pero ¿cómo iba a contarle Gilbert a su amigo que comenzaba a sentir algo por su hermana? y, ¿Amelia a su amiga? ¿Cómo le iba a decir Anthony a Gilbert que su hermana sacaba lo peor de él pero que aún así, no podía dejar de pensar en ella? y ¿Rose? Bueno, nuestra Rose estaba gritando por dentro y ni siquiera sabía qué era lo que quería contarle a Amelia.

A simple vista parece muy fácil, pero para ellos no lo era tanto. Había demasiados factores a tener en cuenta. Por un lado, Anthony conocía todas las mujeres que habían pasado por la vida de Gilbert y viceversa, al conde esto le preocupaba ya que dudaba de que éste estuviera contento con la posibilidad de un compromiso. Por el otro lado, Amelia se sentía entre dos aguas, no sabía qué dirección tomar, si el señor Abernathy o Gilbert. Rose y Anthony no entendían porqué se comportaban así en presencia del otro, no podían controlarse y sacaban lo peor de cada uno. Y al final del día todo eso les frustraba.

A la mañana siguiente, Amelia y Rose estuvieron hablando acerca de lo que le había pasado a ésta última con Anthony, el señor St. Clair y la señorita Crowfall.

—No sé cómo hacerlo. Me muero de la vergüenza, Amelia. Estuvimos discutiendo durante tanto tiempo y tan intensamente que desapareció. —Contó Rose mientras se ponía las manos en la cara.

—Querida Rose, no deberías preocuparte. Dile que no te gustan las injusticias, cómo Anthony se dirigió a él y que por eso actuaste así. —Le contestó su fiel amiga mientras le quitaba las manos de la cara.

—Ojalá lo entienda, Amelia. Siento que he fastidiado la posibilidad de un compromiso con él.

Amelia la entendía. Después de lo que le había contado su amiga veía bastante difícil que el señor St. Clair la quisiera seguir cortejando. No por la discusión en sí sino por el carácter de la joven. Todos sabían que Rose no solía saber cuándo callar y el día anterior quedó demostrado. Y no todos los hombres quieren una esposa así. Sabía que no le importaba quedarse soltera, pero también sabía que le había cogido cierto aprecio al señor St. Clair y le importaba su opinión. Ojalá todo se arreglara, deseó para sí.

Rose estaba asustada porque sabía lo que iba a ocurrir. El señor St. Clair no iba a querer seguir con el cortejo. Y todo por culpa de Lord Wellington.

Anthony buscó a la señorita Crowfall para disculparse. Cuando la vio, lo hizo. Esta conversación no fue nada difícil ya que Belinda aceptó sus disculpas rápidamente. Nuestro duque pensó que era porque la joven lo apreciaba, cuando dónde realmente estaba el aprecio de ésta era en su título y en su cartera, y no tanto en él como persona.

Gilbert, por otro lado, se encontraba buscando a Amelia con la mirada. Allá donde ésta se dirigiera, él la buscaba. Quería saber más de ella, tenía ganas de ver hasta dónde podría llegar esa conexión que había sentido sobretodo la noche anterior pero cada vez que creía haberla visto, era como si la joven desapareciera. El muchacho era demasiado optimista como para pensar que lo estaban evitando, cuando realmente sí que lo estaban evitando. Os preguntaréis el por qué, pues nuestra querida Amelia tenía miedo. Miedo de lo que había pasado, miedo por lo que podría pasar y miedo por hacerle daño a Abernathy cuando éste se había portado tan bien con ella.

La mayor de las señoritas Lockwood, pensando que nadie la estaba viendo, decidió sentarse debajo de unos de los árboles. Entre que el día estaba soleado y tranquilo, y que necesitaba pensar, decidió pasar allí un rato. Sacó su cuaderno, el plumín y el tintero (que colocó al lado suya pero a una cierta distancia y es que no quería correr el riesgo de que se le derramara cerca o sobre el vestido).

Por culpa del baileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora