Capítulo 9

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Ninguno de los jóvenes que jugó a la pelota llegó a asistir al baile de aquella noche. Únicamente bajaron a cenar y de allí se fueron directamente a la cama. Lady Debenham estaba bastante desilusionada. Tenía la esperanza de que alguno de ellos bailara esa noche con su nieta, aún así decidió no darlo todo por perdido y organizó una expedición al pueblo para la mañana siguiente.

Pero primero tenían que desayunar. Rose bajó al comedor ya con su vestido amarillo pastel. Llevaba el pelo recogido con un lazo blanco. Amelia ya estaba sentada. Ésta llevaba puesto un vestido verde menta y miraba atentamente su plato.

— ¡Qué rápido has bajado! —Exclamó cuando vio a su amiga al lado.

—Es que me moría de hambre.

Comenzaron a comer mientras Gilbert y Anthony entraban.

—Buenos días. Rose, ¿cómo está su pierna? —Quiso saber el duque.

— ¿Qué le pasa a tu pierna?—Preguntó preocupado Gilbert.

—Nada importante. —Respondió ella mientras enseñaba su pierna. Como llevaba medias, el cardenal apenas se lograba ver aunque igualmente Rose comenzó a tocarlo para enseñarlo—. Me ha salido un cardenal enorme. Está muy oscuro.

Anthony intentó no prestarle demasiada atención a la pierna. Pero una parte de él no podía evitar las ganas de arrancarle las medias.

—Gracias por los detalles. —Le dijo su hermano, mientras sacudía la cabeza. Su hermana no tenía remedio.

—Pero no importa. Ha merecido la pena por veros la cara cuando os ganamos. —Sonrió Rose.

—Bueno, es cierto que nos ganó. —Dijo Anthony dando una palmadita a Gilbert, mientras se sentaba a su lado.

Los cuatro desayunaron. Después de hacerlo se fueron a terminar de asearse y bajaron donde Lady Debenham los esperaba organizando las parejas en grupos de cuatro. A pesar de que Rose y Amelia llegaron a la hora estipulada, a la primera le había tocado como pareja Richard Brandrick mientras que su amiga estaría acompañada del señor Abernathy.

Rose no lo sabía, pero Anthony le había dicho al señor St. Clair que ella ya había salido junto con los demás hacia el pueblo para que éste se fuera y así vengarse por el pisotón (o quizás por el encuentro que la pareja tuvo cuando St. Clair esperó a Rose para volver a la casa, el joven no estaba muy seguro de sus motivos, pero no le importaba demasiado). Realmente al duque no le apetecía emparejar a Brandrick con Rose, pero visto que menos le gustaba verla con St. Clair, pensó que merecería la pena. Realmente lo que a él le apetecía era ir junto a ella pero eso no podía ser posible. No podía gustarle Rose. Era imposible. Por ello, él iba junto a Belinda Crowfall aunque la pobre no tuviera mucho tema de conversación.

Gilbert acompañaba a su amigo de la mano de Caroline Klein. Al igual que Anthony, hubiese preferido estar con la hermana del otro. Pero sentía que podía llegar a ser demasiado descarado con sus intenciones y ni siquiera estaba seguro de cuales eran. Además, conocía los encuentros de Amelia con el señor Abernathy y no le parecía correcto involucrarse cuando no tenía nada claro.

El camino al pueblo fue bastante agradable para todos excepto para Rose. Entre el dolor por el cardenal y el dolor de cabeza por escuchar las tonterías de Brandrick, pensaba que iba a explotar en cualquier momento. No quería molestar a Amelia ya que parecía que por fin había conseguido entablar un tema de conversación que no acabara a los dos minutos con Abernathy. Rose se daba ánimos mientras se repetía que ya no quedaba nada para volver a la casa y terminar con aquella tortura.

Mientras Caroline y Belinda estaban mirando las tiendas, Gilbert le preguntó a Anthony:

— ¿Sabes dónde está mi hermana?

Por culpa del baileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora