[20] Comprender a alguien

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Nunca había luchado tanto por comprender a alguien.

No debería, sin embargo, pero no pude evitar intentarlo.

Quise ser un poco mas solidaria con aquellos que tal vez se lo merezcan; mi madrina cree que hay personas que son mal interpretadas. Que no es que sean ''malas'' por serlo, solo son incomprendidas y en la lucha de ser comprendidos, van y hacen de las suyas. Necesitan ser notados.

Me parece que todo aquello es palabrería y que hay quienes disfrutan en el proceso del desprecio ajeno y no necesitan de razones de peso para atormentar a otro. Yo podría ser así. Tengo mis motivos y la mayoría que los promueven tienen mucho que ver activamente en que quiera cobrarlas, pero no he hallado en ello consuelo. Suena altruista de parte de una mujer que ha tenido que escalar a punta de codazos hasta ser directora general que, dicho sea de paso, no es cualquier cargo. Aunque tampoco me daré golpes de pecho. No soy indiferente de mis muy marcados y feos defectos.

El día en que decidí a qué quería dedicarme no pensé directamente en el título, pese a que sí que era ambiciosa. Al decidir estudiar administración pensé en que era una buena manera de canalizar el orden que no tenía en el resto de mi vida. No era muy sociable, no tenía una relación familiar y con quienes mejor me la llevaba era con mis maestros y ellos notaron que dentro de mí existía un gran vacío que podía llenarse con mas tarea, mas extracurriculares, idas al psicólogo (que agradezco hoy día la insistencia y la paciencia) y sus consejos.

Un buen maestro puede cambiarle la vida a un alumno de formas que no son visibles a la corta edad de quince años. Pero en unos buenos dieciocho, diecinueve..., hacen milagros. Y yo tuve de esos. Mentores, les llamo.

Algunos de mis mentores están jubilados. Los maestros jóvenes, sea cual sea la razón, nunca me empujaron lo suficiente. Eran buenos, pero hay una diferencia abismal entre los que tienen vocación y los que tienen talento, carisma, le ponen ganas para enseñar pero no llega a ser profundo; la profundidad que da la inspiración sin que esta signifique que dicho maestro deba cumplir cierto estándares, como el de tener todos los títulos habidos y por haber o satisfacer el ego con el éxito que se ve reflejado en lo que tienes a la mano dígase hogar, autos; poder adquisitivo, que no es nada despreciable.

Sin darme cuenta, muy cerca estaban los que veían en mí lo que a mi corta edad no era despierta para determinar. ¿Miramar merecía aquella comprensión que tuvieron conmigo? ¿Por qué?

Al menos, si voy a ser comprensiva con quien se lo merezca, debe ser con los que me rodean.

—¿Me dices que los pedidos del mes pasado aun no llegan?

La pregunta se deslizó en medio de la sala. Ninguno fue valiente en responderla, pero no deben. Fue una pregunta directa.

—Estamos trabajando en ello —respondió Max, el gerente de ventas.

—Lo mismo dijiste hace una semana y no podemos retrasarnos.

Max asiente, de acuerdo conmigo.

—Estoy consciente y trabajamos para solucionarlo.

—Quiero soluciones para antes de ayer. —Me puse en pie, pero el resto se quedó exactamente como está: sentados, inertes, esperando—. Les recomiendo que cancelen cualquier salida de fin de semana. Trabajaremos con tesón hasta tener resultados. Tengan buen provecho.

Los gerentes de productos, los agentes, supervisores y operarios, entre hombres y mujeres, parecían medianamente satisfechos con el hecho de arruinarles sus planes y siempre acaban mirándome con cierto desprecio, pero para conseguir consolidarnos con los clientes con los que tenemos contratos con límites de tiempo, no es asequible ni opcional dejarnos para después lo que es más importante.

Naim, Eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora