[Epílogo] Miramar

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Pasado un año

Miramar

—Ese. Ese que está ahí.

—Te digo que no, Burgeos. No podemos etiquetar todo lo que veamos, la idea es recibir regalos que sí vayamos a usar.

Limale no sabe lo que dice. No sabe o no acaba de aceptar que la mayoría de los regalos no vas a usarlos, le estás haciendo un favor a tus invitados de regalarte algo, que no se sientan mal y ya tu vas y te compras lo que gustes, si no acabas heredando. Estoy segura que Naim va a heredar en vida un montón de cosas de sus parientes, los de lejos y los de cerca.

—Eres un poco derrochadora —comenta, ignorando toda la hilera de jarrones por etiquetar.

—Me lo dice alguien que prefiere que le regalen vajillas de porcelana —digo con ironía. No voy a seguir sus pasos, por lo que cruzo al otro lado del mismo pasillo que caminamos—. Eso no es práctico, no vas a usarlas. ¿Qué tienen de malo las tablas de picar? Si cocinas es realmente útil y Naim lo hace. No intento picarte —advierto. Picarla me ha sido útil pocas veces en la vida—. Entre los dos él cocina mas, tu eres de las que vas a la sección de vegetales picados y lavados, los compras y le añades lo que gustes junto a unas tostadas o rellenas en uno tortilla integral; similitudes a eso. No es cocinar. La sensatez a la hora de comprar es lo que hace a una persona ser cabal, y si no vas a hacerlo tú, ¿por qué preocuparse?

Adara blanquea sus ojos y sigue caminando, añadiendo etiquetas a un juego de copas, otro de vasos, para tequila y para whisky. ¿Quiénes lo van a usar?

—No me preocupo por lo que gasten los demás, pero sí de lo que yo vaya a gastar, ¿es ese tu consejo?

Rápidamente la corrijo:

—No es un consejo. Es mi opinión que bien puedes rechazar.

—La rechazo.

Sonrío en confianza y acepto su palabra.

—Como quieras. Dime qué etiquetar y lo haré.

Se mostró feliz, mas que dispuesta a mostrarme qué quiere de regalo de boda, porque esta vez sí va a casarse con mi mejor amigo.

¿Estoy contenta? Mas o menos. Si me preguntan hace un tiempo si habría elegido entre todas las mujeres de esta ciudad una para que sea la esposa de Naim no habría escogido a Adara Limale. Ella es insoportable, algo caprichosa, con tendencia a creerse superior al prójimo, un tanto necia y puede que dadivosa tirando a mas irritante que cualquier otra persona irritante que he conocido, pero valerosa, resistente, perspicaz y el mejor miembro que puedes desear en un equipo solo si quieres ganar. Así que es bueno no tener poder de casamentera, porque erraría.

Un día tuvimos una charla sobre la primera vez que vio a Naim. Él ya me comentó cómo fue pero saberlo de boca de Adara cambiaba todo, sobretodo el sentir del momento. Ella, deprimida, echa trocitos y ebria; él, alegre, entero, sobrio y con la mentalidad clara de hacerla olvidar lo que la aquejaba. ¡Que hombre tan suicida y que mujer tan ciega de su entorno! Sin embargo nadie los culpa, ni siquiera yo. Esa noche Adara se dio cuenta de cuatro cosas de las que no se había fijado: que tenía que enfrentarse a un futuro donde Malek y ella no existirían; que todas aquellas que estaban en la despedida no eran sus amigas, incluso la futura novia; que embriagarse sirve por un rato, pero el dolor de cabeza no lo vale; que existen quienes te ayudan desinteresadamente. Oh, pero se equivocó en la última de sus fijezas...

Naim no va por ahí conquistando chicas. Siempre tuvo la cabeza demasiado llena de preocupaciones, de responsabilidades, de trabajo como para centrarse unos minutos en tener chicas a montón, en deleitarse en ello. Fijarse en una mujer incapaz de ver mas allá de su nariz no es algo admirable, pero tiene sus poquitos méritos viendo como acabó todo.

Naim, Eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora