[13] Aprovechar

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Multimedia: Millones (Camilo)


Jair limpió su boca de los restos de la lassaña y agitó su mandíbula, disimulando la molestia.

—¿Por qué no hablaste? —dice despaciosamente, tensando más su cuello—. ¿Por qué llevas el misterio a otro nivel? ¡Creíste que podías partirte el corazón en dos y que nadie se diera cuenta!

—No elegí partir mi corazón —me defendí.

—¡Pero sí elegiste hacerlo sola! Te he... te he respetado, siempre, Adara, ¡siempre! Pero esto es el colmo. —Me miró acerado, compartiendo su pena e ira—. ¿Mer lo sabe? —Negué y abrió sus ojos azules, casi zafiros, para suplicar—. Ve por ella y nos vas a decir todo. ¿He sido lo suficientemente claro?

Me senté la siguiente hora, de trabajo, para contarles por lo que pasé, los sucesos que me salteé y la resignación con la que conviví; con la que sigo conviviendo. Y es peor darse cuenta de que me sigo sintiendo dolida, como si me engañaron. Pero nadie lo hizo, nadie me pintó pimpollos en el aire y me juró amor eterno mientras quería a otra.

El que Malek fuese a buscarme después de su luna de miel fue como recibir la peor de las noticias. ¿Por qué estoy sintiendo esta angustia y resquemor agolpándose en mi pecho?

—Era eso. —Mer no cabía en la complejidad que parezco ser—. Te fuiste de la recepción para no soportar verlos juntos, casados.

Tragué saliva y llevé mi cabeza hacia atrás, igual de cansada que ayer.

—Lo lamento.

—¿Por qué? —mugí.

—Porque pasaras por todo sola.

Resoplé, agitando mis labios.

—No quería que lo supieran porque siento vergüenza y sé que es estúpido pero la tengo. —Oteé a mis dos amigos—. La única culpable de esta pena soy yo.

—Malek también es culpable —discrepa Jair—. ¿O te piensas que él no lo supo?

—Nunca se lo dije y ustedes tampoco se dieron cuenta.

—Es diferente. Cuando el objeto de afecto no está subyugado por dicho afecto tiende a ser mas despierto y receptivo. Si le diste un pequeño indicio, lo sabe.

—¿Y qué importancia tiene? —Si sigo en estas se me reventarán las venas.

—Pudo haberse burlado de ti.

—No, Jair —lo paro en seco—. Malek no es así y no está hablando la parte de mí que lo idealizó, habla su amiga.

—No digas bobadas —aconseja Mer, con mirada dulzona y algo decepcionada de por donde iban los tiros—. Tu y yo sabemos la calidad de Malek, no hay que dudar de ella par congraciarnos con Adara.

Jair suspiró.

—Perdonen, pero me puede esta... —muestra sus manos y las cierra, medio temblando—, esta rabia de que estuve tan lejos y no pude hacer nada.

—Yo estaba al lado de ella —encoge Mer sus hombros—. ¿Nos echamos una apuesta de quién se siente mas culpable?

Si pensaban que me echaría a reír, están equivocados. Estamos tensos y no es divertido hablarlo. Como tampoco es divertido perder horas valiosas de trabajo.

—No sé ustedes pero yo tengo mucho qué hacer.

—Ya puedes irte —me despidió Jair, como a uno de sus empleados.

Naim, Eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora