[9] Familia

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Multimedia: Livin' On A Prayer (Bon Jovi)


—Adara.

Seguí tecleando en mi laptop y pasando mis ojos de un lado al otro en la pantalla.

—Adara.

—¿Qué, Ariel?

—Supe que estás saliendo con alguien.

Detuve mis dedos y le miré con una profunda desesperación por que se fuera de mi oficina y desagrado hacia sus palabras; casi se podría creer que hay preocupación en ellas.

Logré olvidar el asunto de los patines y las constantes llamadas bloqueando sus números hasta este último fin de semana en que me dije que esos son mis padres y mi hermano, nada va a poder cambiarlo y si he podido lidiar veinticinco años con ese parecer, lo podré hacer otros veinticinco. Pero al desbloquear, regresó esa agría sensación de que se aprovechan de mi paciencia.

—Sí —respondí con una sonrisa clásica mía: la de no-me-importa-lo-que-pienses.

—Deberías alejarte de él, ¿acaso sabes quién es, a lo que se dedica?

Bajé las gafas deslizándolas por el puente de mi nariz.

—Oh no, no lo sé, Ariel. ¿Tú lo sabes?

—No seas bufona conmigo, estoy hablando en serio. ¡Es un gigoló!

Los lentes se cayeron por mi repentina carcajada extrema. Tanteé con mis manos donde cayó todavía riéndome y tuve que estirarme por ellos en el suelo. Acomodé mi chaqueta y lamí mis labios. Ariel continuaba con cara de perro.

—No es un gigoló —me burlé, entrecerrando mis ojos e imitando su acto exagerado—, estate tranquilo.

—No me puedo tranquilizar. Adara, no sabes lo que haces.

—¿Pero tú sí sabes lo que es bueno para mí?

Él enmudeció y ahí entendí que no estoy para discusiones.

—¿Solo a eso viniste?

—Sabes que no.

Lo voy a intentar solo una vez más. Una.

—Seamos honestos por una vez en nuestras vidas. ¿No te cansas de la hipocresía? Yo sí porque la veo y la huelo, no es agradable. —Habiendo establecido eso, pregunté—: ¿qué es lo que quieren tus padres? Dímelo y yo veré en qué puedo ayudar y si quiero.

Y lo vi, en su cara, en lo delatora que se mostró después de casi cuatro semanas insistiendo en vernos en persona luego de tratar mal a Peny.

Siempre lo supe.

Pero saberlo y confirmarlo no lo transforma en un dulce néctar.

Habría preferido que alguno estuviera en sus últimas y quisiera enmendarlo todo, los años de ignorarme, de conformismo, de lucha por tener un poquito de cariño con los pocos meses que le quedaran. Tal vez pagar el precio de tener un hijo, no que el hijo pague el precio y, encima, no los tenga.

Si soy cristalina conmigo, el dinero no me importa. Con gusto les daba lo que quisieran si existía entre nosotros la sinceridad que nunca he sentido de su parte.

—La visita fue lo mejor de mi día —dije controlando mi temperamento, volviendo a lo que sí debe importarme—. Que te vaya bien y espero, Ariel, no volver a verte.

Él dijo la cosa mas egoísta y sin sal del mundo:

—En algún momento necesitarás a tu familia, es la única que tienes.

Naim, Eres túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora