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Jennie nunca pudo hablar con Lisa. No es que Lisa no quisiera hablarle, sino que nunca logro encontrarla. Mensajes y llamadas ignorados, preguntas a sus amigos que terminaban en la misma respuesta: "No lo sé" y Jennie estaba intentando no sentirse mal al respecto, tampoco quería hacer una escena. ¿Por qué no podía hablar con Lisa? ¿Donde estaba Lisa? Se sentía abrumada por la situación, necesitaba hablar con ella de forma urgente para arreglarlo. Molesta consigo misma, Jennie regreso a su casa.

Jihyo y Daniel prefirieron no molestarla cuando la vieron ingresar, se veía que estaba a punto de explotar. La puerta de la entrada se cerró de golpe y Krystal apareció en la cocina con una humeante taza de chocolate caliente.

– Krystal, será mejor que no la molestemos por un rato – sugirió Daniel al ver las intenciones de la mujer mayor.

– ¡Tonterías! La niña necesita esto, siempre me ha funcionado cuando vuelve de mal humor. Déjenme pasar – pidió empujando suavemente al matrimonio. Krystal camino con rapidez hacia la habitación de Jennie, siendo cuidadosa al subir las escaleras y abrir la puerta. La vio tumbada en la cama, con un viejo libro sobre su rostro y la televisión encendida – ¡Señorita Jennie! – habló con voz cantarina, dejando la taza sobre el escritorio y quitándole el libro de encima –. Te traje chocolate caliente, cariño. Se que no estás bien, puedo verlo.

– Soy muy transparente, ¿no? – preguntó con ironía –. No se qué pasó, Krystal.

– Creo que te ilusionaste demasiado con la idea de que ella fuera tu alma gemela y no notaste que realmente no lo era – razonó la mujer sentándose al borde de la cama –. Mi niña, estas cosas suelen pasarle a muchos y han seguido adelante. Se que encontrarás a tu alma gemela en algún lugar.

– ¿Y si no lo hago? – esa idea había causado un vacío en el estómago de Jennie, abrazando la almohada y mirando un punto fijo en la pared de su habitación – ¿Y si jamás encuentro a esa persona porque aún no nació? ¡O peor! ¡Ya murió! ¿Y si vive en otro continente? ¡Jamás podremos entendernos!

Mientras Jennie sufría, Lisa se encontraba leyendo el menú de una cafetería de temática vintage. No había nada nuevo, una página entera donde nombraban los diferentes cafés y tés que ofrecían, un apartado para el chocolate caliente y la siguiente pagina con los postres que tenían. Lisa dejó el menú y espero que alguien del staff se acercará a tomar su orden.

Para su suerte, un chico de tez morena y ojos claros se acercó a ella. Sostenía una pequeña libreta en la cual anotó el pedido de Lisa: un chocolate caliente con crema batida y un poco de canela en polvo con un budín húmedo de chocolate. Cuando se fue a preparar el pedido, una risa atrajo la atención de Manoban, quien se giró para encontrarse a una chica de su misma edad. Su cabello era enorme, crespo y rojo, parecía que no se llevaba bien con los peines. Ojos azules y rostro redondo.

– Eres rara – soltó la chica sin más.

Lisa levantó una ceja, levantándose y sentándose en la misma mesa en donde se encontraba aquella chica.

– Suelen decírmelo seguido – contestó Lisa con despreocupación.

Su pedido llegó minutos después, bajo el silencio de aquella extraña que miraba a Lisa de manera atónita. ¿Por qué la miraba así? ¿Tenía algo en la cara?

– Deja de mirarme así, es incómodo – pidió Lisa dando un pequeño sorbo a su bebida, pero su pedido no fue aceptado ni escuchado por la ajena –. En serio, detente.

– Lo siento, pero dijiste mi frase.

La taza cayó de las manos de Lisa al escucharla. ¿Escucho bien? ¿Acaso ella era su alma gemela? Pero ¿Y Jennie? Su cabeza daba vueltas, demasiada información en tan poco tiempo. La otra chica seguía mirándola, sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa y extendió su mano.

– Soy Minatozaki Sana – dijo –. ¿Cuál es tu nombre, alma gemela?

– Chistosa – murmuró Lisa a voz baja, luego se aclaró la garganta y estrechó su mano con la de Sana –. Soy Lisa, Lalisa Manoban.

Cuando sus manos se soltaron, Sana se llevó un trozo de su Apple crumble a la boca y masticó con calma.

– Entonces, ¿Qué se supone que se hace luego de esto? – preguntó DunBroch con la boca llena, parecía que no le molestaba en lo absoluto aquello –. Es que nunca pensé encontrarte.

– Tampoco yo – farfulló Lisa –. Es decir, creí que la había encontrado y todo eso, pero fue una confusión.

– ¿Sí?

Lisa asintió con la cabeza, probando su budín y mirando hacia el techo, la base de color era blanco, pero estaba cubierto con viejos recortes de periódicos o revistas antiguas. Le gusto la decoración, había grandes y extensos estantes con libros y revistas. Dos mesas más allá, había un tocadiscos con un pequeño estante que sostenía varios vinilos. Por su parte, Sana seguía devorando su postre y bebía de forma apresurada su jugo de naranja.

Cuando ambas terminaron, cada uno pagó sus cosas y se marcharon entre pláticas. Lisa se sorprendió al conocer un poco más de ella y describir que compartían varios gustos como las películas de superhéroes, los libros de Harry Potter y las figuras de acción de Star Wars. Descubrió que Sana participaba en competencias de tiro al arco y que era de las mejores, siempre obtenía el primer lugar en cada una de las competencias.

– Entonces, ¿Confirmas que somos almas gemelas o necesitas más pruebas?

– No, creo que está bien. Nunca nos hemos visto y lo primero que me dijiste fue mi frase así que es obvio – Lisa se detuvo y giró para verla, metió las manos en los bolsillos de su chamarra –. Somos almas gemelas.

– Duh – Sana dio un pequeño y suave golpe en la frente de Lisa, riéndose al ver la expresión de la pelirroja –. Lo siento, lo siento. No se como actuar, nunca pensé encontrarla tan rápido.

– Ya lo habías dicho – recordó Manoban alzando una ceja –. Pero lo dejaré pasar.

Ambas pelirrojas se rieron por eso, caminando por las calles de Gales. Sana No tardó en pedirle el número telefónico a Lisa, quien al inicio dudo, pero terminó escribiéndolo en el teléfono de la rizada. Cuando llegaron a la esquina, cada quien tomó su camino tras asegurar volver a verse en uno de esos días.

Lisa volvió a meter las manos en los bolsillos de la chamarra y camino el resto de la calle. Su teléfono comenzó a sonar, era Jennie. ¿Qué quería? Sin muchos ánimos, contestó para escuchar la suave voz de la pelinegra.

Lo siento, ¿Estoy molestando?

Algo le sucedía a Jennie, se notaba por su tono de voz y como había comenzado. Ningún eufórico "Hola alma gemela" o "Adivina quien terminó de ver x película". Lisa frunció el ceño, aferrando su mano al aparato y mirando hacia adelante.

– Nunca molestas, ¿Te sucede algo?

Necesito que hablemos Lisa, si puede ser hoy mejor.

– Si, seguro. ¿Te parece en el parque?

Jennie murmuró un pequeño "si" y terminó aquella extraña llamada. Eso terminó de confirmar las sospechas de Lisa, Jennie Kim estaba mal y la razón más obvia eran las frases en sus muñecas. Pero ¿Quién pudo haber sido tan cruel para romperle la ilusión a alguien como Jennie?

What did you say? | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora