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Ivette Guillaume
Belleza

Y ahora quiero que vuelvas como un niño los finde'
Desde que te has ido no hacen gracia los chiste
'Me he cortado el pelo, me he comprado otro tinte
Buscando a ver si encuentro alguna como tú en Tinder 
Mi niña, eres la prota' de mis canciones tristes
No pue'o cerrar los ojos mientras te me desvistes
Tú dile a las demás que no me quedan más chicles 
Solo te doy a ti el amor, es así de simple

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Ivette despertó gracias al ruido de su casa. Se levantó poniendose el primer vestido que pillo, uno de color crema, y salió con el pelo en dos trenzas, como solía peinarlo para dormir. Frunció el ceño al ver que ya habían comenzado las tareas de su casa y caminó a la cocina.

―Buenos días, princesa, ¿como has dormido?―El hombre de barba sonrió a su única hija mientras su madre hacia lo mismo.

―Mal, me han despertado―Gruñó mientras una mujer que trabajaba en la casa dejaba el desayuno delante de ella.

―Les dije que empezaran lejos de tu cuarto, así no te molestaban―Jolie tomó cariñosamente la mano de su hija.

―No os preocupeis...Luego saldré a dar un paseo, si os parece bien―Ambos adultos se miraron y luego el hombre asintió.

―Tan solo recuerda estar para la cena―La chica soltó una pequeña carcajada.

―Y para la comida, papá, no te preocupes―Besó las mejillas de ambos dejando lo que sobraba de su desayuno en la mesa.

Subió a su habitación seguida de una joven muchacha, seguro tenía alrededor de 13 años. La joven comenzó a peinarle el cabello con suma delicadeza recogiendolo en un delicado recogido. Ivette salió de la gran casa con paso lento. A lo lejos visualizó a Muller Garnier, nunca había tenido una buena relación con el hermano de su amiga, así que pasó junto a él con la cabeza alta. Esa noche había llovido, pues charcos cubrian la calle. Con cuidado los esquivaba, hasta que una carroza mojó su vestido. Soltó un pequeño chillido, justo mientras un hombre se acercaba a ella.

―¿Esta bien, madamoiselle?―El hombre con rapidéz se quitó la chaqueta posandola sobre los hombros de la rubia.

―No, no lo estoy, mire mi vestido―Ivette hizo un puchero observando como lo habían ensuciado y ahora no quería pasar por delante de medio Paris para regresar a su casa.

―Mi hermana deja los vestidos que ya no le valen en mi casa, si lo desea le puedo prestar alguno, seguro que tiene la talla de alguno―El hombre le ofreció su brazo, el cual tomó con cuidado caminando junto a él.

Entraron a un pequeño apartamento, era bastante acojedor según en punto de vista de la rubia. Dejó la chaqueta de aquel hombre en el sillón que había mientras él entraba a una habitación y salía con un hermoso vestido verde.

―Disculpe la descortesía, me llamo Jehan Prouvaire―El chico extendió su mano y cuando la contraria la tomó esperando que la besara, él tan solo le dio un timido apretón de mano―Mi habitación es aquella, si quiere entre a cambiarse allí

Ivette asintió entrando a la habitación, después de haberse presentado igual. Se cambió con rapidez y miró por unos segundos la linda habitación, hasta que pudo ver unas hojas a un lado. Se acercó y leyó lo que ponía sonriendo ligeramente. Si eso lo había escrito ese chico, tenía un don con la poesía. Volvió a salir y sonrió, esta vez algo más amable, al hombre.

―Le queda muy bien el vestido, espero que sea de su agrado―La muchacha asintió.

Pensaba irse sin decirle nada, pero finalmente acabó alabando la poesía que había leído. Él estaba sonrojado, muy sonrojado. Él lo agradeció pero pronto comenzó a explicarle que sus padres estaban en contra de su poesía y lo que sufría por no poder obtener comentarios buenos de su parte. Ella le miró sonriendo y se sentó en su sofá.

―No me pienso ir de aquí hasta que me haya recitado sus maravillosas poesías―Una sonrisa emocionada surgió en los ojos del pelirrojo. 

Casi literalmente corrió a la habitación y volvió con varias hojas en la mano. Aclaró su garganta y comenzó a recitar varios poemas, todos escuchados con emoción por la rubia. Cada vez que terminaba un poema ella aplaudía y le animaba a recitar otro, que él encantado recitaba. Si leer el poema de Jehan le habia emocionado, el escucharlo tal y como lo recitaba le emocionaba aún más. Su voz era preciosa y se notaba que amaba la poesía.

―Escribe precioso, monseur Jehan―Alabó cuando terminó otras de las poesias.

―¿Usted cree? Mis amigos dicen que son bonitas, pero tristes, hay veces que se preocupan por si estoy en depresion―No pudo evitar que una carcajada escapara de sus labios, pero al parecer esta fue contagiada al poeta.

―¿Creen que usted tiene depresión por un poema tan hermoso?―Él asintió sonriendo divertido mientras acomodaba en una torre perfecta los poemas.

―En efecto, madamoiselle Ivette, y digame ¿Usted crea arte también?―La muchacha iba a negarlo, pero miró al suelo, después a él y sonrió.

―Pinto, puede que no tan bien como Goya, pero al menos me entretengo―El contrario sonrió con emoción.

―¡Seguro pinta incluso mejor que él!Ojala algún día pueda verlo―Ambos se volvieron sonreir y el reloj marco en punto.

―Muchas grancias, monseur Jehan, estoy segura de que algún día lo hará...Ahora debo volver a mi casa, ha sido un placer hablar con usted

―El placer es mío, y por favor llameme solo Jehan―Abrió con gentileza la puerta y ella salió con una sonrisa del edificio.

Volvió a paso no muy rápido a su hogar, entrando justo para oler la deliciosa comida. Durante la comida ella les habló de aquel poeta, a lo que su madre pícara le pregunto si podía ser que ya tuviera un esposo. Ivette gritó un no, disculpandose volvió a repetir el no. Sus padres sabían que estaba enamorada de alguien, así que su madre tan solo le pidio una descripción.

―Su pelo es de un tono castaño, el más bonito que hay, sus ojos tienen un brillo especial y- Ya hay alguien que le interesa...De todos modos hay mucha gente en el mundo― Se encogió de hombros.

Entonces por su mente pasó un recuerdo, la cara de enamorada y el brillo en los ojos de Anne cuando hablaba de volver a ver a Enjolras. 

Sempiterno [Les Miserables Fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora