Tu falta escuece en el corazón, pero no me rindo todavía.

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-Señorita Evans, venga un momento.

Lily Evans levantó la cabeza de sus cosas, y se señaló confundida ante la mirada de la estricta y entrañable Profesora Mcgonagall.

Le hizo una seña a sus amigos para que fueran yendo hacia la Sala Común.

-¿Sucede algo, profesora? -preguntó la pelirroja.

-Tu compañera de cuarto, la señorita McKinnon. ¿Todo bien con ella?

Lily agachó la cabeza y frunció el ceño triste.

-Yo... eh... ella está bastante deprimida desde... desde que Elena...

Lily no consiguió acabar la frase, tratando de recomponerse y guardar las lágrimas.

Hacía dos días que no sabían nada de Elena y sus cartas no eran suficientes. Todos, incluso Peter, el cual no tenía mucha fe consigo y todavía no se lo creía, habían recibido una, junto a unas foto de todos juntos que habían tomado el curso pasado, cuando Elena había sido admitida en el equipo de Quidditch y cuando habían ganado su primer partido. Dos fotos para todos, pero seguían sin comprender nada.

-La señorita McKinnon lleva dos días sin hacer acto de presencia en mis clases. Lamento mucho la ida de la señorita Marrero, casi tanto como ustedes, pero me temo que ella debe volver a clases.

-Haré lo que pueda, profesora Mcgonagall.

Lily salió de la clase un tanto cabizbaja. No comprendía la ida de Elena y eso le frustraba.

-¿Pelirroja? -preguntó su chico, agachando la cabeza para mirarla a los ojos.

-James... -murmuró la apodada.

-El inigualable. ¿Pasó algo? -preguntó, pasando su brazo entre los hombros de la chica.

Ambos comenzaron a ir hacia la Sala Común, ya que las clases habían acabado hasta dentro de una hora, donde tendrían Historia de la Magia con el ancestral y maravillosamente fantasmagórico profesor Binns.

-La profesora ha... preguntado por ella. -Lily frunció el ceño en una mueca triste.

James hizo lo mismo. Odiaba ver a su compañera y amiga de la infancia -debido a que los padres de ambos eran aurores e inevitablemente se habían visto bastante de pequeños- tan triste. Y si eso atormentaba también al corazón de su pelirroja, lo ponía peor.

-James, es horrible, no la he visto descorrer las cortinas de la cama y no emite ningún sonido más que sollozos.

El chico Potter suspiró. -¿No accede a hablar contigo?

-Con nadie de la habitación. -la pelirroja acentuó su mueca frustrada.

James frenó el paso y abrazó a Lily.

-No te preocupes por ninguna de las dos. Ella lo superará y volveremos a ver a Elena.

Lily lo abrazó más fuerte.

-Hecho de menos a la pareja caótica que hacían. -sollozó.

-Todos lo hacemos. -dijo acariciando su melena.

Unos minutos más tarde, Evans se había calmado y recompuesto. En la entrada a la Sala Común, James propuso: -¿Y si hablo yo con ella?

-No creo que consigas nada.

-La conozco desde que hizo magia por primera vez apagando todas las luces del vecindario porque "la lucecita del baño no le dejaba dormir". Puedo manejarla, pelirroja, no te preocupes.

-De acuerdo.

Mediante el mismo pasadizo oculto que usaron el curso pasado en la fiesta de pijamas, James llegó hasta la habitación de las chicas.

¿Merodear? ¡Me apunto!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora