Pareces una larva en Narnia.

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¡Ding dong!

Los cuatro adolescentes esperaron frente a la puerta de madera negra.

Y esperaron...

Y esperaron...

—¿Seguro que es aquí?

—Podré llevar gafas, pero tampoco voy tan mal, Canuto —se quejó James.

La pelirroja se acercó a la puerta, que tenía una pequeña placa plateada bajo la mirilla, donde se podía leer en una clara y nítida caligrafía.

MCKINNON

Tampoco tenemos mucho margen de error, ¿no? —Evans se aclaró la garganta, acercándose más a la puerta, alzando la voz— ¿Marlene? ¿Estás ahí?

—¡Ya voy, joder! —dijo una voz ronca desde dentro.

Todos se alejaron levemente de la puerta, sorprendidos cuando la dueña de la voz gastada resultó ser...

—¿Marls?

—¡Chicos! No sabía que ibais a venir ahora... esto... ¡pasad, pasad!

Entraron en la estancia, oscura, sucia y desordenada.

—Hasta mi cuarto estaba más limpio —murmuró Sirius, asombrado y asqueado.

Y era probable que fuera verdad. La basura se acumulaba en varias bolsas que había en la entrada. El orden brillaba por su ausencia entre las tazas sucias de té y café.

—¿Cómo puedes vivir aquí sin morir intoxicada? —se preocupó Lily, viendo el estado de la vivienda.

—Parece la casa de Snivellus.

—Cállate, James. Es que... estuve investigando y no tuve tiempo de limpiar —se justificó la muchacha.

—Eso se puede ver —añadió Lupin.

La estancia principal, nada más entrar a la residencia, era bastante mediocre. Tenía dos ventanas bastante amplias, pero estaban sucias y la luz no entraba con claridad. Las paredes eran de un color oscuro y el suelo era de madera, también oscura, lo que no contribuía a favor de la iluminación.

Un sofá verde gastado pegado a la pared junto a una mesa baja daba al menos una sensación de que alguien vivía ahí, añadiendo también las chaquetas y la manta sobre el canapé y las carpetas, folios y marcadores de colores que reposaban sobre la mesa.

La cocina, no mucho más lejos, se veía muy sucia. Había platos apilados, y las encimeras, antes blancas, habían perdido su color brillante.

—¿Eso es una rata?

—¡¿Una qué?! —Lily se acercó a James.

—Es mi mascota, inútil. Se llama Fay.

El hurón se acercó al grupo y olisqueó a Sirius. Frunció el ceño y se acercó a Marlene, quien se lo subió al hombro.

—Eso te pasa por llamarlo rata.

—¿Le tienes miedo a las ratas, Evans?

—¿Yo? ¡Para nada! —Lily se rió, nervioso.

—El verano pasado, Jamie estuvo dos días sin entrar a su habitación porque le dije que había ranas.

¿Merodear? ¡Me apunto!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora