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Desde la mañana de ese día estaba algo nerviosa...más específicamente desde aquel acercamiento que tuve con JungKook.

A ver, que siempre nos abrazábamos y tal, pero aquella vez el brillo de su mirada, su sonrisa, todo él emanaba un aura distinta que logró colocarme inquieta...y no precisamente en el mal sentido.

Pasar mi jornada laboral con él a mí lado, algo que muy pocas veces sucedía dada su condición de paciente, me hizo mucho bien. No quería dejar de sonreír y él tampoco.

Y llegó el momento donde nos sentamos a observar el anochecer en la terraza del hospital luego de la cena.

Estaba bastante cansada, por lo que recosté mi cabeza en su hombro y él terminó rodeando los míos con su brazo.

No sé cuándo, pero su mano sobrante se entrelazó con la mía y las caricias que dejaron sus dedos en el dorso de la misma fueron completamente relajantes para mí.

-YangMi...

-¿Hum?

-Hay algo que me gustaría decirte.

-Adelante.

Durante todos aquellos segundos de silencio, ninguno se movió de donde estaba, mas el agarre en nuestras manos sí se afianzó.

-Me gustas...mucho.

Mi corazón comenzó a latir descarriado y mi estómago se encogió a la par que mis ojos se abrían con asombro.

Pero nunca solté su mano, aunque sí me volteé a verlo.

Él me veía a mí, con sus mejillas coloradas (tal cual las mías) y me sonreía de lado.

-Me alegra que me consideres alguien importante en tu vida-el brazo que antes estaba en mis hombros lo abandonó para que su mano acariciara mi mejilla-, pero, siéndote sincero, no me conformo con ser sólo tu amigo...tu mejor amigo-bajó momentáneamente la cabeza y luego volvió a alazarla, esta vez con una sonrisa más completa-. Quiero ser mucho más. Quiero tenerte en mis brazos y besarte sin límites. Me encantaría ser quien te susurre al oído lo loco que está por tí...aunque por ahora lo mejor sea que confiese mis sentimientos cara a cara. Quiero hacerte sonreír a cada momento, sacarte de tus casillas y darte lo mejor de mí para que seas feliz...y si todo ello puede ser a mi lado, pues mejor.

En ningún momento aparté mis ojos de los suyos, y es que no me podía creer todo lo que escuchaba.

¿Para qué mentir?

Ese pelinegro gruñón se había ido colando en mi piel poco a poco, tomando mi corazón en el camino, adueñándose de mi cerebro de paso.

Y es que sólo podía pensar, a parte de mis hermanos y pacientes, en él. Era lo primero que me venía la mente al despertar y lo último al dormir. Cada sonrisa y cada abrazo hacían que mi pecho se hinchara de felicidad y saber que nos habíamos abierto el uno al otro, lo consideraba mi mayor tesoro.

Y entonces llegaba él y me decía todas esas cosas bonitas que, lo admito, jamás había pensado escuchar pues tampoco esperaba que alguien se fijase en mí.

⦅αɾεɳ'ƭ ωε?⦆ °ʝεσɳ ʝµɳɠ ҡσσҡ°✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora