Capítulo 5.- Guíame por el infierno de Alonso

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Capítulo 5.- Guíame por el infierno de Alonso

No fue muy difícil lo siguiente, resultó que el folleto que Jahi tomó de entre tantos era una muestra que había contado con su curaduría, quizás una de las más fantasiosas de cuantas hubiese curado en los últimos tiempos.

—Excelente elección, Jahi Wadlow... —dijo, mirando el folleto con emoción —¿Has leído La Divina Comedia?

Jahí suspiró con alegría al escuchar la pregunta. ¡Claro que la había leído! Desde pequeño su padre le fomentó el amor a la literatura clásica.

—Si, el paseo entre los infiernos, el purgatorio y el paraíso... —resumió simplemente con suficiencia —¿Por qué? ¿Me llevarás de paseo por esos lugares? Déjame decirte que prefiero conocer el último contigo cómo guía —dijo mitad en broma, mitad en serio.

El cambio de tema provocó también uno de ambiente, más no el cariz del juego que ya estaba encaminado hacia una constante puesta a prueba de los límites de cada quién. Tyago tomó aire, adoptando una postura regia por unos minutos para explicar la parte formal de la exposición, ya luego seguiría con el encantador juego que, inconscientemente, Jahi había propuesto.

—Sólo al Infierno —susurró en su oído, conduciéndolo hacia las escalinatas alfombradas en rojo punzó que los guiaban hacia las salas superiores —Te llevaré a ver la interpretación de Carlos Alonso sobre los textos de Dante —Tendió su mano para así escoltarlo escaleras arriba, apenas mencionando que el pintor en cuestión era Argentino, cordobés, y de un ego terrible. Preparándolo así para ver pinturas hechas con óleo pastel, óleos o lavandina en papel barrilete, algunos dibujos y demasiado a profusión de personajes grotescos, como a Alonso le gustaba pintar, y al final, luego de casi veinte escalones, se extendió frente a ellos una sala convenientemente oscurecida, ambientada con sólo algunas tonalidades rojizas y las luces dicroicas resaltando las obras.

La varonil voz de Tyago en su oído era todo un deleite para Jahi, quien lo miró con una gran seguridad, echando hacia atrás de sus hombros sus cabellos lacios y castaños. Tyago era un hombre interesante y sin duda alguien con quién le gustaría compartir un poco más que una cita. Tomó la mano que era ofrecida ante él, apreciando que eran grandes. Jahi soltó una risita, solía decirse que se podía juzgar el tamaño del miembro del varón por el tamaño de las manos, entre otras cosas. Si eso fuera cierto, definitivamente Tyago sería alguien muy difícil de pasar por alto.

—Bienvenido al Infierno de Alonso, Jahi...

—¡Uy, que miedo...! — Dijo con un notorio aire fingido, aferrándose al brazo del mayor cómo si en verdad estuviera aterrado —... Bueno, eso diría si en verdad fuera impresionable y delicado —Rió mostrándole la lengua a Tyago —El infierno me parece un lugar interesante, y la forma en que Alonso lo muestra, también —dijo contemplando uno de los cuadros.

El ascenso hacia el Infierno no fue muy costoso, no eran muchos escalones y realmente disfrutó el agarre de Jahi, sus comentarios irónicos y la sacada de lengua al llegar a la sala. —Excelente... —masculló al oído del muchacho con una sonrisa perversa —Porque son cerca de 200 ilustraciones para ver y las visitas guiadas no empiezan hasta dentro de dos horas... —Ese era el efecto que su acompañante tenía en él, coqueteándole le hacía liberarse de sus propios límites y sumarse al juego.

El tonito con el que Tyago habló en su oído era cómo un pequeño switch que se encargaba de encender la líbido de Jahi poco a poco. Su mentecita empezó a maquilar, a imaginarse a su acompañante en otra situación, más íntima y con mucho menos ropa de por medio. Sonrió en respuesta, relamiendo sus labios cuál gatito a punto de merendar al ratón escurridizo.

—En dos horas se puede hacer tanto... —La sonrisa que se formó en su rostro lo decía todo, le interesaba Tyago para su recientemente inaugurada selección de amigos "Especiales." El gesto se amplió y terminó mostrando sus dientes blancos, que contrastaban por su piel morena y negó con la cabeza de manera condescendiente.

—...Sobre todo si cuentas con el lugar adecuado —Tyago completó la frase tentativa de su acompañante con tono que evidenciaba el rumbo que estaba tomando la conversación.

—...Y con la persona adecuada —respondió el joven fértil, recorriendo al otro con la mirada, aquella en la que estaba presente el deseo, la lujuria y la anticipación de lo que ya se estaba cocinando. La mirada de Jahi al encontrarse con los ojos de Tyago se tornó ladina, sumando fuerza a su respuesta. Si por algún momento dudó si el mayor le seguiría el juego hasta el final, ahora estaba a sabiendas de que era terreno totalmente seguro. —Queda asentado que tú mismo te vas metiendo a la boca del lobo, Santiago. —declaró con un tinte pícaro, saboreando el nombre de su acompañante —Recuerda que si fallas, tendrás que aceptar las consecuencias... mis consecuencias —aclaró haciendo un ademán con el dedo índice y alzando la ceja.

—Tus consecuencias son las que me hacen considerar la idea de fallar por demás atractiva, Jahi — contestó encantado con el cariz que tomaba la conversación, no le vendría mal un revolcón sin compromisos, y parecía ser lo que el otro buscaba. No podía evitarlo, Jahi era por demás cautivador, y su forma de acercarse a él le provocaba pensar cosas que no hubiesen sido loables en un caballero. Activaba el libido que creía dormido desde la última vez que había pagado por sexo muchos años atrás. —Empecemos el viaje, Jahi —Lo invitó, encaminandose hacia una de las paredes, en donde el busto dibujado de Dante los esperaba en papel café, azuzado por un demonio hablándole al oído.

Un destello bastante particular apareció en los otoñales ojos del fértil con la respuesta de su guía. Recorrió con la mirada y sonrisa en el rostro, pero esta vez de manera lenta, descarada y lujuriosa, la fisonomía de Tyago —Sabes que no puedes retractarte ¿verdad, Santiago? —preguntó de forma juguetona, haciendo énfasis melódico en el nombre del otro.

—Y precisamente porque sé que no puedo retractarme es que te lo estoy diciendo...

Jahi contempló el cuadro, acariciándose la barbilla, luego de unos minutos imitó la pose del cuadro, observando a Tyago de manera traviesa, asintiendo levemente y murmurando algo por lo bajo.

—Tengo a mi propio demonio tentador... — Le explicó con cierto gesto pecaminoso a Tyago — y me está dando ideas muy difíciles de rechazar... — 

TRIO DESASTRE (+18 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora