Capítulo 16.- Lienzo y Pintura

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Capítulo 16.- Lienzo y Pintura

Jahi recargó sus manos en los muslos del argentino para acercarse a su rostro y darle un beso profundo antes de continuar. Tyago lo recibió gustoso, acariciando su cuello y recorriendo su breve cintura, jadeando al sentir cómo Jahi pasaba el borde del envoltorio del condón por su pecho. Ese breve jugueteo le erizó los vellos de la piel, pues le anticipaba lo que vendría a continuación, aunque tenía la sospecha de que con Jahi nunca se sabía.

Poco a poco Jahi fue descendiendo y prodigando besos por la piel de Tyago con total mesura, permaneció un largo momento en su cuello donde le dejó una pequeña marca que nadie vería mientras Tyago no se recogiera el cabello. Se deleitó besuqueando su pecho, pasando su lengua por sus pezones erectos. Los chupeteó lentamente en retribución a las atenciones que Tyago había tenido con los suyos momentos atrás.

Las manos de Tyago liberaron su cintura y recorrían ahora la espalda y hombros de su prodigioso amante. Estaba tratando de no perder detalle alguno de lo que Jahí hacía sobre su piel y de vez en cuando una mirada furtiva del israelí se encontraba con la suya, ocasionándole una sensación de electricidad recorriendo su espina. Conforme el menor descendía, las secuelas del placer eran más grandes, dejándole un cosquilleo agradable dónde habían estado sus labios.

Con lentitud, los labios de Jahi besuquearon el pubis de Tyago, logrando que éste arqueara su espalda de manera espontánea y breve, acompañando la reacción con un jadeo áspero. Jahi sonrió con franqueza y satisfacción, contento de escuchar lo que consideraba una inequívoca señal de un placer descarado, de ese que llega cuándo se está relajado y en confianza. Con presteza llegó al erecto miembro de Tyago. Exhaló muy cerca de él, recorriéndolo sin tocarlo, sólo brindándole una caricia invisible con su aliento. Se separó brevemente para romper el envoltorio del preservativo frente a su guapo anfitrión.

El cordobés había disfrutado a plenitud el recorrido que había hecho Jahi sobre su piel. Aquél muchachito que lo había enredado tan desenfrenadamente al inicio del encuentro, estaba ahora tomándose su tiempo para disfrutar el momento, cosa que no le disgustaba para nada.

Pronto Jahi repitió la operación de ponerle el preservativo con aquella técnica tan erótica. Lo hacía con una templanza magistral, donde se evidenciaba la experiencia y dedicación que poseía cómo amante. Tyago pensó que si el fértil era así en cada encuentro sin compromisos, no era de extrañar que los incautos que tenían la fortuna de ser atrapados por él, quisieran tenerlo a su disposición para disfrutar de sus atributos y agasajos. Cualquiera podría atreverse a ambicionar el tener ante sus ojos diariamente el mismo espectáculo que se desplegaba ahora frente suyo: Jahi de rodillas frente a él, con su miembro entre sus suaves y carnosos labios, aquellos que dan unos besos apasionados capaces de hacer que olvides hasta tu nombre y profesión. Jahi, acariciando su intimidad con ternura y lascivia al mismo tiempo, llevándolo a disfrutar hasta el delirio ante tan explosiva mezcla. Jahi, con esa mirada ardiente que le invitaba a dejar atrás el pudor y entregarse de lleno al gozo.

Luego de unos placenteros momentos, el preservativo cubrió su miembro y Jahi lamía su longitud con un gesto de gusto pintado en el rostro. Los cínicos jadeos de Tyago resonaron con más fuerza cuándo Jahi recorrió su miembro hasta la base y chupeteó sus pelotas suavemente, utilizando su mano derecha para masturbarlo con lentitud. El cordobés logró apreciar un gesto de satisfacción en el rostro de Jahi al escucharlo gemir tan ruidosamente, por lo que no pudo callarse ante el aumento en la intensidad de las atenciones que el israelí le estaba dando a su intimidad. Tyago echó hacia atrás su cabeza en un gemido largo al sentir la cara inferior de aquella lengua juguetear libremente con sus testículos y tuvo la impresión de que si continuaba a ese ritmo, él eyacularía sin darle tiempo de hacer lo propio con Jahi. De pronto un pequeño latigazo un poco doloroso, y ciertamente un tanto placentero, lo trajo a la realidad. Jahi le estaba dando un pequeño tironeo a su vello púbico con una pinta de granuja en el rostro.

—¿Te diviertes, Santiago? —Jahi recargó su brazo y cabeza en el muslo de Tyago mientras delineaba su pubis de manera despreocupada.

—Casi tanto cómo tú, Jahi —Sonrió de medio lado.

—Me alegra escuchar eso —Pestañeó con delicadeza —Ahora dime... ¿Qué más puedo hacer para complacer las exigencias de este prometedor pintor?

—Podrías empezar por mostrarme el lienzo con el que voy a trabajar —Rió Tyago siguiendo el absurdo que Jahi le planteaba. —Cómo ya te he dicho, soy exigente...

—¡Estos artistas y sus demandas infantiles! —Rodó los ojos dando un aire de fastidio que terminó pronto, dando paso a un guiño de lo más vivaracho que le arrancó una risa a Tyago.

—Ya lo decía Dalí: Sin mí, no hay arte —Alzó las cejas, divertido y con un falso aire de arrogancia que se desvaneció cuando vio a Jahi sentarse en el escritorio y abrir sus piernas frente a él.

—¡Sin tener dónde pintar, tampoco! —retrucó Jahi, toqueteándose atrevidamente el pecho con una mano y con la otra, repasando sus formas de su intimidad sobre el encaje de su lencería.

Tyago observaba con agrado la demostración desinhibida del fértil. Jahi mantenía el contacto visual con él mientras recorría su anatomía exhalando cada vez más fuerte. Él también hacía lo propio, acariciando su cuerpo justo dónde los deliciosos labios de Jahi habían estado momentos atrás. La mano de Jahi se perdió tras el encaje pero los movimientos sugerentes y su mirada descarada dejaban en claro lo que estaba haciendo. Permanecieron así unos momentos, observando al otro masturbarse. Tyago sintió cómo se le erizó la piel al ver que Jahi sacaba sus dedos húmedos y los chupeteaba gustoso.

—Creo que prefiero confirmar por mí mismo la calidad del lienzo —Con parsimonioso andar se levantó de la silla reclinable y se acercó al travieso hermafrodita frente a él, recargando sus brazos sobre la madera fría y húmeda del escritorio, arrinconando a Jahi y colándose entre sus muslos para refregarse contra el suave encaje que los separaba.

—Este lienzo está listo y a la disposición de tan exigente y temperamental pintor —Ladeó la cabeza y sus cabellos se mecieron haciéndole cosquillas en los hombros y espalda.

—Yo seré quien juzgue eso tras una severa inspección de calidad.

Tyago lo tomó por la barbilla y repasó los carnosos labios de Jahi con el pulgar y éste, prestísimo, se lo llevó a la boca, chupeteándolo apaciblemente, recorriendolo con la lengua.

El cordobés sonrió con agrado ante el gesto tan sensual del que era partícipe. Pronto fueron sus labios los que estuvieron sobre los de Jahi en un beso suave y lento que poco a poco fue cobrando intensidad, en particular con el meneo de caderas del fértil para continuar frotándose con él. Tomó a Jahi de la cintura y lo cambió de posición para recostarlo a lo largo del escritorio y subirse él también. Un tenue chirrido cómplice proviniendo del escritorio se escuchó en la silenciosa oficina y Tyago sobeteaba las curvas de Jahi con presteza, hasta llegar a la panty de encaje. Bajó la vista para observarla y en un tirón licencioso, rompió un lado de esta.

Jahi dió un respingo al sentir cómo su prenda se rompía y el sonido de la suave tela al ser violentada le estremeció. Suspiró mientras las manos ásperas de Tyago deslizaban hacia su muslo izquierdo el vestigio de lo que fue una hermosa y exquisita lencería, abandonandola a medio camino en su muslo y se concentraban en acariciar su trasero. Su miembro, ya duro, se refregaba con el de su amante. —¡Era mi panty favorita!

—Estorbaba en el lienzo —farfulló Tyago en su oído con una nota salvaje en la voz, apretándole las nalgas lascivamente ahora que tenía el camino libre —Y tú no querrías que fuera un impedimento para el arte ¿Cierto? —Mordisqueó su oreja, satisfecho de escuchar un suspiro en respuesta.

—¡Más vale que sea un cuadro estremecedor! —Jadeó y enlazó su pierna a la de Tyago, subiéndola y bajandola. Sus pequeñas y cálidas manos estaban explorando el pecho del cordobés con caricias apremiantes.

TRIO DESASTRE (+18 )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora