- Capitulo 11

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Cuatro  puestas de sol antes de la tragedia.

Él iba caminando sin saber que su amada madre no fuera asesinada después, él sonreía sin la menor idea de que en menos de lo que los universos hubieran querido, gritos de dolor y sufrimiento, serían escuchados por todos lados sin un fin.

Él estaba ahí, escuchando la radio, saludando a la gente que vivía cerca de su hogar, tan ignorante e inocente. Como debía ser hasta al menos una década más.

Pero al final de cuentas, eso no pudo durar más.

Él recuerda haber visto, haber escuchado, pero no tenía ni la más remota idea de lo que significaba; su madre llegó ese día, a detenerlo, para decirle con la cara pálida:

— Cariño, debemos irnos. Habrán protestas, no debes ver eso.

Y antes de que al jóven se le ocurriera preguntar tan siquiera que era eso, sintió el jalón de brazo de su madre le había dado, mientras lo obligaba a caminar hacia dirección contraria.

Esa tarde parecía que todo estaba bien; pero después de esas palabras dichas por su madre, nada pudo estar bien después.

Él no recuerda mucho, sólo sabe que fue horrible, aterrador. 

Su madre lo llevó al sótano, con sus otros cuatro hermanos. Recuerda que se escuchaban muchos gritos, como si la gente estuviera reclamando algo. Después se escucharon como globos siendo reventados, muchos más gritos enfadados.

Recuerda que ella les dejó sopa enlatada y agua embotellada antes de irse, recuerda que cuando después de mucho rato, su hermano mayor salió por mamá y la encontró sin vida. Recuerda que él recibió una flecha por la espalda momentos después. Recuerda tanto, pero al mismo tiempo tan poco. Su mente siempre intenta bloquearle esos pensamientos.

Todos sus hermanos fueron asesinados, esos a los que hubiera preferido no pelear antes de tener que despedirse para siempre.

Recuerda que cuando lo encontraron, lo llevaron a que le inyectaran un líquido que olía muy amargo. Lo amenazaron de matarlo muchas veces, siendo él demasiado jóven e ignorante para entenderlo. Lo condenaron, él vió cosas que nadie pudo haber visto ni en los nueve mundos prohibidos. 

Él sobrevivió, él escapó, él se tuvo que conformar con tener vida eterna, él mató a alguien sin querer, él tuvo que matar almas para remediar su error, él mató a su alma destinada para no encontrarla nunca más, para así no ser feliz por lo que había hecho.

Él se convirtió en un alma inmortal, que mataba almas, que cometía errores.

Él era una víctima y un asesino.

— Otra jeringa, Yeonjun. — dijo Soobin, metiendo lo dicho a una gran bolsa de plástico, que sostenía el rubio distraídamente.

Después del incidente de los seres que los habían atacado la vez pasada, habían decidido mudarse de sitio. Ese día (en teoría), lo dejarían, así que estaban recolectando lo que fuera necesario de ahí, pues resultaba útil lo que había ahí.

— Y otra flecha cubierta de líquido morado, al parecer — agregó Yeonjun, tomando otra flecha del montón que ya llevaban. Al inicio el rubio pensó que solo necesitarían una cosa de cada particularidad que se encontrarán, pero al final dedujó que debían llevarse todas las que fueran necesarias.

Ya que, por lo que había observado, tanto las flechas y las jeringas parecían ser tan distintas entre sí que merecían ser investigadas una cuidadosamente.

Soobin, desde hace días había cambiado drásticamente su personalidad inquieta, curiosa y alegre por una más seria y menos optimista. Desde que miró a esos seres extraños, quizá.

𝐒 𝐏 𝐘 𝐍 𝐊 𝐄 𝐄 𝐑 | 𝒀𝒆𝒐𝒏𝒃𝒊𝒏 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora