𝑪𝒂𝒑𝒊́𝒕𝒖𝒍𝒐 𝒐𝒏𝒄𝒆

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Eran a penas las tres de la madrugada del viernes, y aunque normalmente las personas a esa hora duermen envueltas en kilos de tela, esas dos casas del barrio eran un total caos de personas corriendo de un lado a lado.

Jeongguk siempre había sido organizado con sus cosas, por lo que el por su parte se encontraba sentado en uno de los asientos del fondo de una camioneta blanca que su prima había enviado exclusivamente para buscarlos. Y aunque la señora Jeon se había negado en un principio, la chica a través del teléfono insistió en que ella les pagaría el viaje porque no le costaba nada en realidad. Esa fue una pista para Jeongguk de que tal vez su prima tenía un muy buen trabajo o la pareja de Chae venía de una familia adinerada. Aún así eso no era lo importante, si no el gesto de la chica con ellos.

Taehyung estaba despidiéndose de sus padres y su curiosa hermana SanA, quien se había despertado porque el señor Kim prendió la luz del corredor. Lo cierto era que ya los había abrazado al rededor de tres veces a cada uno, pero no lograba librarse de ellos. Siempre había sido el más sobreprotegido y el más mimado luego de su hermana, aunque le dieran su espacio para ser adolescente, el señor Kim era el que más apego le tenía.

Mientras por otra parte, la señora Jeon dejó olvidados un par de cosas, y por las cuales tuvo que regresar a la vivienda. De igual forma no tenían ningún tipo de apuro, no tenían que ser puntuales con el horario de partida pero era cuestión de llegar lo más temprano posible para instalarse en la vieja casa donde Jieun creció.

—Al fin me soltaron, son unos dramáticos—suspiró después de abrir la puerta corrediza de la enorme camioneta. El peli-negro se sobresaltó, no lo había visto acercarse a través del vidrio, estaba ido en sus pensamientos y luchando con no dejarse vencer por el sueño—, ¡incluso mi madre soltó un par de lagrimas!

Jeongguk se río, moviéndose hacia la izquierda para permitirle a su amigo subir.

—Te aman y van a extrañarte mucho, Tae—comentó el menor soltando una risita.

El peli-azul se quedó en silencio, estaba mas ocupado en ponerse cómodo en el asiento. Jeongguk bostezó viendo como su madre y el chofér entraban a la camioneta en la parte de adelante, es decir, dos asientos más después de donde ellos dos estaban.

—¿Todo bien por allá atrás, chicos?—preguntó levantando un poco la voz para poder ser escuchada, colocándose el cinturón de seguridad.

El turno de bostezar ahora fue de Taehyung, mientras que el peli-negro se abrochaba el cinturón de seguridad por si acaso. Kim y el chófer hicieron lo mismo que los otros dos  Mientras estuvieran en la ciudad no era tan necesario colocarse el cinturón, pero posiblemente los tres pasajeros iban a caer dormidos en cuanto el auto comenzará a moverse.

—Claro mamá, solo tenemos sueño—otro bostezo se cruzó en medio de su hablar—.  ¿Podría prender la radio, señor Minjae?

No obtuvo más respuesta que el sonido de los parlantes entendiéndose y una suave melodía que era transmitida. Jeongguk sonrió por qué le gustaba mucho aquella canción, la letra era tan hermosa.

Jeon en busca de comodidad y calor se apegó más hacia el cuerpo del peli-azul, apoyó la cabeza en el hombro del chico, y cerró los ojos. Taehyung rodeó con sus brazos al peli-negro, besó sus suaves cabellos y le escuchó susurrar bajito la canción. Él, por su parte, no la había escuchado antes y tampoco entendía muy bien el inglés, pero la melodía le estaba dando sueño.

«Maybe it's the way you say my name
Maybe it's the way you play your game
But it's so good, I've never known anybody like you
But it's so good, I've never dreamed of nobody like you

𝗘𝗹 𝗵𝗶𝗷𝗼 𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗞𝗶𝗺 ミ 𝗧𝗮𝗲𝗚𝗴𝘂𝗸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora