Capítulo III: Unas Páginas Más

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Luego de leer el poema y llorar un poco más, Alba decidió ir a dormir. Necesitaba descansar de tantas emociones…

A la mañana siguiente la pelirroja fue despertada por la luz del sol entrando por su ventana y la ausencia de su esposo en la cama. Se levantó mirando el closet, sabiendo que ahí estaba el libro, y se dirigió al baño para refrescarse.

Al terminar su baño y de arreglarse, bajó al comedor donde su esposo ya estaba desayunando. Tomó asiento en una de las sillas frente a su esposo, en la otra punta de la mesa alargada para 8 personas.

- Buen día mi amor - dijo la pelirroja al sentarse. Su esposo desde el otro lado de la mesa sonrió mirándola.

- Buenos días. ¿Cómo estás? - preguntó dejando aparte el periódico en su mano.

- Bien... ¿Por qué no me despertaste? -

- Sólo quería que durmieras un poco más. - dijo mientras tomaba un poco de café, - Por cierto, olvidé decirte que hoy no podré asistir al almuerzo -

- Pero... Hoy viene Andrés a comer con nosotros, hace mucho que no lo vemos. - le recordó Alba con molestia.

Al hombre no le gustaba cuando la pelirroja le hablaba en ese tono. Trató de controlarse y responder con calma. - Lo sé, pero no puedo hacer nada... Debo trabajar. - se levantó de la mesa tomando su saco, - Además, Andrés ya es un chico grande... Él entenderá - dijo saliendo del comedor, dejando atrás a una triste mujer.

Después de desayunar Alba se encargó de su amado huerto, le fascinaba poder cultivar su comida, desde verduras hasta hierbas. Ahí dentro las horas pasaban con rapidez. 

- ¡Señora Alba! El joven Andrés ha llegado a casa - uno de los trabajadores se había acercado a ella para avisarle.

En cuanto escuchó la noticia corrió hacia la casa donde estaba su hijo. Lo abrazó con fuerza cuando lo tuvo enfrente de ella...

- Hola mi niño bello ¿Cómo estás? - decía Alba llenando de besos en toda la cara a su hijo.

- ¡Jajaja! ¡Yo también te extrañé madre! - correspondía el chico a su madre con un abrazo. - ¿Una larga mañana en el huerto? - preguntó al ver la vestimenta de su madre llena de tierra. 

- Bueno, ya sabes cómo soy… Una vez que entro ahí... 'No salgo fácilmente' - dijeron ambos al final y rieron entrando al comedor donde el almuerzo estaba siendo servido. 

- ¿Y mi padre? - el chico preguntó, aunque sabía la respuesta. Muchas veces había pasado un almuerzo, una cena o más de un día sin verlo en casa. - No me digas... ¡Trabajo! -. 

La pelirroja asintió con tristeza. Su hijo había entrado a la universidad y desde hace meses que no habían pasado tiempo juntos, por eso le dolía que su esposo no hubiese asistido. 

- Comamos y cuéntame sobre la universidad. Necesito saber todo lo que has hecho jovencito. - decía con entusiasmo la pelirroja tratando de apartar la idea de que el padre de su hijo no estaba ahí... 

Así pasaron la tarde entre anécdotas, risas, algo de comida y bebidas.

Al llegar la noche y aún sin la llegada de su esposo, decidieron cenar ellos solos... 

- Lamento que él no estuviera hoy aquí - la pelirroja tomó la mano de su hijo - Seguro lo podrás ver mañana, es sólo que hoy ha tenido demasiado trabajo - trató de explicar. 

- Él siempre tiene demasiado trabajo - se levantó molesto de la mesa - ¡Deja de defenderlo tanto! - se acercó a ella con tristeza - Ya no soy un niño… - dejó un beso en la cabeza de su madre, y colocó una mano en su hombro - Iré a descansar... Mañana te ayudaré con el huerto... ¿Qué dices? ¿Me dejarás ayudar? - preguntó a su madre bromeando. 

- ¡Jajaja! ¡Claro que sí! Sabes que me encantaría tu ayuda. - respondió con una enorme sonrisa. Su hijo salió del comedor y se dirigió a su cuarto. 

Unas horas más tarde su esposo había llegado a la casa.
Ella lo había estado esperando. 

- Sabías que hoy vendría tu hijo y aun así decidiste quedarte todo el día en el trabajo… - escupió la pelirroja luego de que su esposo entrara a la habitación. 

- ¿Decidí? ¿Estás segura que lo decidí? - en cada palabra el hombre alzaba más su tono de voz. 

- ¡Baja la voz! Lo que menos quiero es que nos escuche discutiendo. - 

- Pues no tendría que escuchar nada si tú mantuvieras tu boca cerrada. - la señaló y lanzó su saco contra la cama. - ¿Acaso crees que llevar el negocio de ambas familias es sencillo? ¿Ah?... ¡Seguro que sí lo crees! Porque no haces más nada que estar metida en ese ¡MALDITO HUERTO! - gritó con furia. 

Alba no dijo nada, sólo miró como su esposo se iba al baño y cerraba la puerta con fuerza. Ella se levantó para salir de la habitación, pero antes de irse, miró hacia al closet y luego de pensarlo un momento fue hacia él. - Sólo unas cuantas páginas - susurró tomando el libro en sus manos. 

Salió del cuarto con cuidado y fue hacia la sala, donde su sillón junto a la chimenea la estaba esperando tan ansioso como ella por saber, qué más había escrito en ese libro. 

Se sentó luego de buscar un vaso con agua, y abrió el libro pasando con cuidado el poema. 

En ti se encuentra mi perdónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora