Jimin siempre había amado la danza, quizá porque al bailar su mente olvidaba todos sus problemas y se alejaba parcialmente del mundo.
Recuerda la primera vez que había llegado al estudio de ballet.
Iba de la mano de su nana como era su costumbre, tenía cinco años y sus padres habían notado cómo quedaba impresionado abriendo los ojitos y la boca sin poder despegarse del televisor mirando a las bailarinas hacer saltos y giros con maestría.
Así que le comentaron a su nana que buscara un estudio y lo llevara a clases de ballet, en un intento más de que consiguiera amigos y también para distraerlo un poco durante las tardes.
Jimin se había mostrado demasiado emocionado cuando su nana le dio la noticia de que irían a un estudio de baile como esos que veía en televisión, así que pidió un tutú como los de las bailarinas al igual que zapatillas y un lindo leotardo con mallas.
Sus padres le compraron el que quisiera, el más bonito de todos según él, completamente rosado.
Fue saltando todo el camino desde que bajaron del auto hasta la puerta del estudio, en donde su profesora lo recibió con una reverencia agraciada que le hizo sentir como en un cuento de hadas.
A pesar de ser uno de los únicos cuatro niños en medio de cerca de veinte niñas no se sintió nada incómodo.
Ni siquiera cuando era el único niño con un tutú y prácticamente con toda la vestimenta femenina.Él se sentía bonito, se sentía como un hada del bosque y lo amaba.
Ese estudio de baile se volvió un segundo hogar, y un lugar que para él era hermoso.Sus movimientos siempre agraciados le permitían sentirse en el aire junto con esa increíble relajación que le encantaba sentir.
Necesitaba olvidar, por esa razón se permitió quedarse hasta después de clases en el salón de danza y liberar su alma de los problemas que lo habían estado persiguiendo. Porque tenía dos enormes problemas.
Uno llamado Namjoon y otro de nombre Yeonjun.
Había pasado poco más de una semana desde aquel gris día en el que sus ojos no habían parado de llorar hasta quedarse dormido.
Se sintió peor a la mañana siguiente cuando despertó con el aroma de su novio impregnado en las sábanas y los waffles recién hechos.Su cuerpo le pedía a gritos lanzarse a los brazos del hombre semidesnudo que preparaba el desayuno.
Pero su orgullo no se lo permitía.Y sentía que en gran parte era su culpa.
Después de esa incómoda mañana sin dirigirse la palabra Namjoon lo llevó a su casa y sin despedirse regresó a su apartamento para llegar y lanzar contra la pared un florero que se le cruzó en el camino.Jimin, por su parte había entrado encontrándose a su madre terminando de colocarse un arete mientras sus tacones se escuchaban en el suelo de mármol.
Le había regalado una sonrisa dulce y lo abrazó, notando un aroma distinto impregnado en su cuerpo, pero prefirió no decir nada esa noche.Jimin se la había pasado en su habitación llorando y abrazando aquel gran peluche de koala que su novio le había regalado en una de sus últimas citas cuando lo llevó todo el día a la feria y después a tener una noche bastante activa.
La música era tranquila y sonaba al ritmo de los ágiles movimientos que daba con sus manos mientras sus piernas se estiraban y giraba su cuerpo.
En parte lo hacía para no estar solo, ahora que no salía con su novio y que no sabía hasta cuándo regresarían necesitaba algo con lo cual mantenerse ocupado. Sus amigos tenían bastantes cosas que hacer y no podían pasar tanto tiempo con él últimamente.

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𝑫𝑰𝑹𝑬𝑪𝑻𝑶𝑹 ❤︎ 𝙽𝙰𝙼𝙼𝙸𝙽 | 𝕥𝕖𝕣𝕞𝕚𝕟𝕒𝕕𝕒
FanficJimin había llegado a la presidencia del comité estudiantil de la universidad por méritos propios. Y aunque en su mayoría era cierto, también lo era el que seguía en el puesto gracias a que el director de la institución contaba las horas y los minu...