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Jimin siempre había sido una persona sobreprotegida por sus padres, quienes eran personas importantes y pertenecían a la lista de las familias más influyentes del país.

Al ser ese niño que nunca soltaba la mano de sus progenitores le fue complicado el comenzar a salir al mundo y conocer personas de su edad.

Aún cuando parecía que las reuniones de familias millonarias eran sólo cenas de negocios, lo cierto era que en medio de todos esos vestidos elegantes y platillos costosos había niños que eran sólo niños.

Mientras los adultos hablaban de cosas importantes y dinero los pequeños sólo corrían por todo el lugar gritando y ocultándose debajo de las mesas.

Para el pequeño Jimin era muy divertido verlos mientras seguía sentado sobre las piernas de su padre, escuchando su voz hablar de cosas que no comprendía. Pero el hecho de ir con los demás niños era aterrador.

Sus padres siempre habían sido un lugar seguro del que le costaba mucho despegarse y eso hizo que creara una barrera protectora a su alrededor que le alejaba de todos los demás y lo hacía tener miedo de todo.

No fue sino hasta que cumplió seis años que tuvo que arreglárselas para conseguir amigos. Cuando sus padres creyeron que tenía la edad suficiente para quedarse solo en casa por unos días mientras ellos iban a un viaje de imprevisto.

Anteriormente siempre acompañaba a sus padres así que no hacerlo por primera vez fue muy duro.

Al día siguiente cuando llegó a la escuela como era su costumbre tomó asiento en la última mesa sin ningún otro niño a su alrededor, y a la hora del almuerzo se sentó en la misma banca de concreto donde comió solo, mientras mecía sus piecitos que no llegaban al suelo y miraba a todos los demás niños jugando entre ellos.

Sus mordidas eran lentas y pausadas, tomando la fruta que su nana le había empacado esa mañana en su mochila con brillos.

—¿Me das una fresa?

Escuchó de pronto a su derecha haciéndole voltear y encontrándose con un niño que juraba jamás haber visto.
Tenía cabello negro, labios gruesos y en su mano un recipiente con una pieza de pollo frito.

Parecía haberse devorado el resto de su almuerzo pues sus manos estaban manchadas de lo que parecía haber sido brócoli en algún momento.

Así que sólo tomó una de las fresas de su recipiente con el palillo en forma de jirafa y se lo extendió, recibiendo una amplia sonrisa junto con un par de saltos.

—¡Me llamo Jinnie! —dijo entusiasmado el pequeño mientras subía a la banca tomando asiento junto a él —Soy nuevo en la escuela, mi mami siempre me lleva a otros lugares y tengo maestras que me dan clases

—¿No vas a la escuela? —habló por primera vez Jimin después de armarse de valor

SeokJin negó con la cabeza después de darle un enorme mordisco a la fruta en su mano.

—Acabo de llegar aquí, y mami dijo que debería conocer a otros niños y hacer amigos... ¿quieres ser mi amigo?

¿Ser amigo de Jinnie? Era algo tentador y aterrador al mismo tiempo, él jamás había tenido amigos, la gente lo conocía por sus padres y al parecer su apellido influía en que nadie lo molestara por ser un niño solitario.
Pero esto era campo inexplorado.

—¿No quieres? —preguntó con los labios abultados

—Sí quiero —contestó rápido al no querer perder la oportunidad

𝑫𝑰𝑹𝑬𝑪𝑻𝑶𝑹 ❤︎ 𝙽𝙰𝙼𝙼𝙸𝙽 | 𝕥𝕖𝕣𝕞𝕚𝕟𝕒𝕕𝕒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora