Capítulo 36

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Los segundos se hicieron minutos, los minutos se hicieron horas, las horas días, los días semanas y las semanas meses. El señor Kim se encontraba en su despacho leyendo el periódico matutino con demasiado detenimiento, quizá más de lo que deseaba. Revisó las notas que la nueva secretaria le había dejado sobre su escritorio y lamentó no poder tener más animo de continuar, últimamente el sonido de las manecillas del reloj estaban molestándole más de lo normal.

El tiempo parecía reírse en su cara.

La imagen de Jungwoo se le atravesó por la mente y una sonrisa parsimoniosa hizo acto de presencia, él permanecería siempre joven en sus recuerdos. Siempre sería aquella pastilla que le había regresado la vida y sentía que no habían palabras que fueran suficientes para expresar los sentimientos que florecían en su pecho cada vez que lo recordaba o lo nombraba en sus pensamientos.

Se sintió un poco estúpido por extrañarlo tanto durante esos meses de sequía, ya habían pasado los cuatro meses para que Jungwoo pudiese obtener su mayoría de edad, pero al parecer a él le había gustado el país donde estaba su padre. Ahora el temor del pelinegro era otra cosa, ¿Y si él no regresaba? No, claro que no, el pelirrojo volvería. Porque él debía volver, lo había prometido.

Y por más que el pelinegro intentase hacerse al fuerte no lo estaba logrando, lo necesitaba, necesitaba al pequeño pelirrojo más que a las pastillas para el dolor de cabeza que recientemente había comenzado a tomar, más que a la luz o al aire frígido que las ventiladoras del lugar le daban, Doyoung necesitaba de Jungwoo para rodearle de caricias y oír su voz susurrándole palabras de amor eterno que sólo una persona inexperta y joven podía decir.

— ¿Jefe? —Él levantó la cabeza y se quitó los lentes gruesos para dejarlos sobre su escritorio.

— ¿Si?

Sorn agitó las manos y se alisó la falda. La nueva secretaria era algo inexperta pero eficiente con respecto a los reportes, ella tenía la manía de dejar pequeñas notas verdes por todo el escritorio para recordarle al pelinegro su trabajo del día, después de la renuncia de Kyulkyung por su matrimonio inesperado, Doyoung no tuvo más opción que contratar a la muchacha, eran tiempos difíciles y ella mostraba mucho entusiasmo.

—Le traje café. Como le gusta. —Ella se acercó hasta el escritorio con su usual pequeña sonrisa y dejó el vaso de café que tenía la palabra “Starbucks” sobre los papeles—Son las once de la noche. Tiene que ir a descansar, no puede quedarse tanto tiempo sin comer nada. Además es malo para su salud y seguramente su hijo debe estar muy preocupado en casa, esperándolo.

—Es cierto. —Dijo él.

El pelinegro se frotó los ojos y miro el reloj de su muñeca con fervor. Lo más probable era que Jaemin ya hubiese llegado a casa. Agradeció mentalmente por el café a Sorn quién parecía mirarlo con demasiado detenimiento, tomó su saco y pensó en retirarse del edificio antes de que se le hiciera más tarde.

— ¿Quiere que le compre comida antes de irse, jefe? —Le preguntó ella desde su lugar.

—No, yo…

Sonó el teléfono e interrumpió la respuesta de Doyoung, seguramente era otro cliente o Jaemin para preguntarle sobre su paradero.

—Oficina del señor Kim, ¿Con quién hablo? —Sorn se había adelantado a tomar el teléfono, él la oyó responder alegremente, y después, su voz adquirió un tono más ominoso que despertó en Doyoung la preocupación—El señor Kim no está disponible, si desea puede dejarme un recado para que yo se lo entregue.

Doyoung quiso arrebatarle el teléfono, estuvo tentado a quitárselo, pero sus instintos caballerosos lo detuvieron.

—Adiós.

¿Qué Esconde El Señor Kim? °Dowoo° NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora