Capítulo II.

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Abro los ojos en medio de arena.
Coloco mi mano en mi cabeza. Duele.

No recuerdo haberme golpeado.
Observo más detalladamente, hay arena por todos lados. No hay nada. 

Desierto.

Comienzo a desorientarme. ¿Qué ha ocurrido? Mi ropa es diferente. Como en mis sueños.

Escucho ruidos tras de mi, parece ser caballos.
En mi mano hay una marca en forma de triángulo, nose como me hice eso.

-¡Ahí esta! ¡Atrápenla!- alguien grita, inmediatamente giro y una tropa de lo que al parecer son una especie de ejército viene hacia mi.

La sensación de correr me inunda por completo el cuerpo.

Y corro.

Nunca he sido veloz pero trato de correr lo más rápido posible.

Es cuando noto una colina, corro hacia ella.

Paro lo más rápido que puedo en la cima.
Hay un pueblo, pero no cualquiera. Encontré las pirámides. Estoy en Egipto. Solo había arena, sol y eso frente a mí.

-¡No puede escapar!- volteo por última vez. Ya es demasiado tarde para seguir corriendo.

Estoy rodeada.

Atrapada.

-¡Mahad! ¡La encontramos!- grita un soldado o guardia, aun nose como decirles.

Un hombre alto aparece entre todos ellos, tiene una pieza de oro gigante en forma de llave rodeando el cuello. Es una pieza del Milenio.

Estoy en la época de los Faraones. Eso quiere decir que... Mierda.

-¿Creíste que no te encontraríamos?- dice mirándome directamente a los ojos.

No le respondo. Aun estoy desorientada. Esto es un sueño. Un sueño más.

-Llévenla ante el Faraón- ordena Mahad.

Unos hombres me encadenan las muñecas, están algo ajustadas.
Pero no entiendo porque no me resisto. Como dije. La curiosidad mato al gato.


¿En qué lío me he metido?

Caminamos a través del pueblo. Miradas se posaban a mi.
Las personas traen ropa...egipcia.
Mierda.

Pasamos las murallas del palacio. Ahí fue donde me desconcierte más.
Me llevaron a la sala principal, y en el trono, un faraón.

-Aquí esta-dijo Mahad tirando de mi brazo frente al rey.

-Isis... ven- una voz cálida pero a la vez autoritaria sale de la boca del Rey.

Una chica sale de la nada directo hacia mí. Me observa cuidadosamente. Agarra mi mano y ve mi marca.

-Lo es- dice.

Su cara cambia a sorprendida.
Mira al Rey y asiente con la cabeza.


Miro a Mahad que me mira serio. 

Me da miedo este tipo.

-Bien, Faraón Atem, decida- dice Mahad aun viéndome.

Atem... dios, no puede ser. Es el Faraón Atem. Esto no esta pasando.

Atem sale de su trono y camina hacia mí.

Se para justo en frente. Me mira a los ojos. Esos ojos morados.

Y ocurre lo menos pensado.


Me abraza.

-Ya estás en casa-dice susurrándome al oído.

¿Qué diablos está pasando? Un Faraón me está abrazando. Estoy en el antiguo Egipto. Es una broma verdad.

En el momento en que dejo de pensar en eso, siento lo cálido del abrazo de Atem. Es ahogador pero sobreprotector.


EL FARAON ATEM ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora