Es necesario

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Jane patrullaba paciente a la espera de un conflicto, pero como no llegaba se quedó inmersa en sus pensamientos junto a las puertas revestidas de oro.

Aro había convertido a los mellizos Jane y Alec intuyendo sus poderes cuando eran muy jóvenes. Su carácter se había forjado dentro del clan y el escudo de la familia colgaba de su cuello desde hacía un milenio.

Rhys apareció caminando pesadamente con la cabeza agachada y el cachorro pegado a su regazo. Ni siquiera reparó en la pequeña vampira.

El cachorro se había acostumbrado rápidamente a la presencia del vampiro y dormía, cosa que con un perro adulto no habría sido posible.

Rhys intentó abrir el pomo de la puerta de Aro, la segunda puerta dorada, pero Jane se interpuso.

—No puedes entrar sin permiso del señor —dijo Jane fríamente.

—Lo sé. Yo soy uno de esos señores. —Contestó Rhys con cierto interés en la reacción de Jane.

—Creía que no deseas que te llamen así.

—No, pero no renuncio a los privilegios con facilidad. —Los labios de Rhys formaron una sonrisa, pero el silencio reinante terminó por borrarla.

Ambas miradas estaban entrelazadas. No en el buen sentido.

—Apártate. —Rhys se esforzó porque su voz pareciera equilibrada y contenida.

Jane no parpadeó.

Rhys solía pasear despreocupadamente por los pasillos del castillo haciendo caso omiso de los ataques verbales de Jane, hoy no había sido un buen día y eso se notaba.

—No— dijo ella.

—No, señor. —Le corrigió Rhys con énfasis en la "r".

—¿No dices que no es necesario?

—No es a mí —agregó triunfante Rhys.

—¿Qué no es necesario? —Preguntó la dulce voz de Aro.

Jane se giró contenta y Rhys alzó la cabeza.

Aro les miraba con un amago de sonrisa en los labios y una ceja alzada. El vampiro había abierto la puerta en el momento justo de la conversación con tanto sigilo que nadie lo había notado. Rhys y Jane estaban muy ocupados lanzándose miradas hostiles.

El joven líder dio un paso al frente. La intención de Rhys era entrar en la estancia de Aro y seguir su camino, pero Jane no se movió.

La empujó. Jane estaba a punto de usar su don con el nuevo amo. Se tambaleó y en cuanto recuperó el equilibrio la cólera la inundó, mientras que se echaba hacia atrás mostrando los dientes a Rhys. Este le rugió con fuerza.

—¡Ya basta Jane! —Estalló Aro. Cogió a Jane por el brazo y la agitó con fuerza. Las horquillas que sujetaban su pelo castaño claro se soltaron y dejando caer el pelo en cascada, deshaciendo el peinado soberbio.

—No es fácil. —Susurró pareciendo realmente una niña de 15 años.

Jamás le había denegado nada a su señor, a quien consideraba su salvador y su padre.

— Haz un esfuerzo. Tenéis que llevarnos bien. —Zanjó el líder.

Aro mantuvo las manos en puños y suspiro de pura rabia que poco a poco menguaba.

—Aro, déjala. Solo quería verte, no es necesario que te pongas así.

—¿y qué es necesario para ti joven hermano?— Preguntó Aro de manera calculada sin expresión ninguna en el rostro. Jane le había dado la espalda a Rhys.

—Esto no —susurró su hermano.

Aro avanzó hasta Jane envolviéndola en sus brazos.

—Compórtate —decía con suavidad mientras le acariciaba el cabello.

—si, señor. —Aro sonrió complacido con la respuesta.

—Él es ahora parte de la familia y estoy seguro de que podéis aplicar a la tolerancia. ¿Rhys?

—si, por supuesto. Y entró en la habitación, dispuesto a buscar conversación.

En la sala común de los líderes Caius leía un libro. Athenedora charlaba fluidamente con Sulpicia y la niña dibuja sentada sobre la alfombra. Escribía en un folio común lleno de colores sobre la mesa baja que decoraba la estancia.

Sulpicia se percató de cómo Rhys había entrado sin saludarles en contra de su alegre costumbre y se limitaba a mirar a Didyme dibujar.

—Es la primera vez en siglos que utilizamos esa mesita para algo que no sea posar libros. —Comentó Sulpicia intentando entablar conversación con el joven molesto. Athenedora sonrió.

Rhys sentía que cuando estaban fuera de esas cuatro paredes todo era aparentar pero allí, y tomándole ya por uno más, los Vulturi eran más amigables. Incluso Caius y Marco poco a poco parecían más personas... ¿Humanos? Tal vez.

Rhys sonrió y se sentó en el suelo junto a Didyme. La niña lo ignoró concentrada, pero pronto recordó al perro. El cachorro continuaba durmiendo en los brazos de Rhys.

—¡¡Mi perrito!! —gritó emocionada y con cuidado se lo quitó a Rhys que miraba sorprendido al perro. Había olvidado que lo tenía ahí.

Caius se inclinó sobre el sillón para intentar ver mejor al perro.

—¿Ese es el que ha resucitado? —Rhys asintió haciendo una mueca.

—Mami, mira. —Athenedora le sonrió desconfiada.— Un perrito.

—Cariño, no puedes quedártelo. —La niña borró la sonrisa de sus labios.

—¿Por qué?

—Didyme este no es lugar para animales.

Aro entró en ese momento en la estancia con Jane siguiéndole como una sombra

—Niña, Athenedora tiene razón, ven y dale el perro a Jane.

La niña avanzó despacio hasta su padre, no muy contenta.

—Padre...—dijo.

—No te preocupes. Jane dejará el perro con unos niños humanos en la plaza que lo cuidará. Al parecer Alec se los quitó. — sonrió encogiéndose de hombros, conteniendo una carcajada.

—Es mío. —Habló con un tono bastante alto.

—No, dale el perrito a Jane. —Susurró Aro.

Jane se agachó para alcanzar al cachorro. La niña se lo dio pero de mala manera.

—Félix dice que los niños se están volviendo locos. Están todos observando cómo lo buscan fuera.

Caius sonrió pensativo.

—Jane ya puedes irte querida mía. Déjalo en recepción. Claudia se encargará de devolverlo a sus dueños.

Esta asintió y se marchó con el perro, no sin antes que Didyme le enseñase la lengua.

—Rhys tu habitación está casi lista.

Informaba con indiferencia Marco, mientras entraba por la puerta que conectaba con su habitación.

—Gracias.

—Rhys ¿estás bien? —Le preguntó la pequeña niña y todos pusieron los ojos en ellos.

—claro, solo siento como sí...

Aro esperó impaciente las palabras.

—Como sí... Algo se me escapa.

Caius enarcó una ceja antes de volver a su libro.

—Aro...— La mente de Rhys se quedó en blanco.

CRACK.

Rhys sintió como si un candado se rompía en su cabeza y lo entendió todo o casi todo. Las piezas empezaban a encajar: Todo era necesario.



TRAS EL AMANECERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora