Presentaciones

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Félix sonrió a su señor.

Sin previo aviso corrió y empujó a Rhys contra la pared de piedra. Cayó al suelo y sonó como si dos rayos hubieran impactado sobre el muro del castillo.

Todos los presentes contuvieron el aliento. Nadie se esperaba ese giro en la conversación aunque todos estaban acostumbrados a los devenires de la mente de Aro. Rhys devolvió la sonrisa mientras se incorporaba lentamente. El gran vampiro volvió a la carga y Rhys sonrió con crueldad antes de esquivar a Félix. Con un solo gesto le dio un puñetazo en el estómago. Félix gimió pesadamente aguantando el golpe lo que le enfureció. Con una mano intentó agarrar en múltiples ocasiones el cuello del chico, pero no lo conseguía. Rhys, por su parte, se divertía torciendo el brazo del vampiro cada vez que intentaba rozarle.

Un neófito como él, era más fuerte que cualquiera que le rodeaba y nadie más tenía una ventaja como la suya para anticipar los movimientos de su enemigo.

—Demetri, ayúdale. —Oyó decir a Aro en un susurro. Miró en su dirección y vio a Didyme ocultando su rostro en el cuello de su padre. Demetri se abalanzó contra Rhys mientras los demás retrocedían. Rhys lo placó y cogiéndolo con fuerza por los hombros lo lanzó contra la pared, que se agrietó.

Félix volvió a atacar. Por mucho margen de maniobra que tuviera con un futuro inmediato se enfrentaba a un espacio muy pequeño y a dos vampiros con siglos de experiencia en la lucha. Con los dos guardias abalanzados sobre él, Rhys sabía que aquello era un Jaque en dos movimientos.

—¡Ya está bien! —gritó Rhys después de zafarse de un salto de las cuatro manos. Félix no le soltó y Rhys terminó la maniobra dando una patada justo en el centro del pecho de Félix que cayó de espaldas al suelo— Ha sido divertido por un rato, pero déjalo ya, Aro.

—Ese tono... —dijo Aro riendo sentado en su trono.-Me recuerda a la familia.— Rhys vio a Didyme llorar y la cólera corrió por sus venas.

—Todo esto para probar mi don.— Los asistentes seguían como estatuas. La conversación bien podría haber sido un asunto a puerta cerrada entre Aro y Rhys, y no habría habido diferencia.

— Para probarlo no, querido mío, para verlo con mis propios ojos. Tú tampoco estás del todo seguro como evoluciona tu poder, como controlarlo ¿No es así? De adivinar una mano de cartas jugando al póker a esto... —Aro maneó la cabeza abrumado.

—Es otro nivel, sí.

Rhys suspiró cansado, pero no del todo. Hizo un gesto con la cabeza a modo de respeto hacía Félix y Demetri y se acercó con paso decidido hasta los tres tronos. Se arrodilló junto a Aro y acarició a Didyme sonriendo. Intentaba calmar a la niña.

—Otro nivel. —Le escupió Rhys. Aro lo miró divertido y continuó hablando:

—Queridos, este es Rhys Vulturi vuestro nuevo señor.

El público cobró vida. Todos se tensaron y se movieron incómodos.

—Le deberéis el mismo trato que a mí o a mis hermanos. —Caius bufó, pero no dijo nada.

Mientras Rhys le susurraba a Didyme.

—No pasa nada estoy bien ¿ves? —Sonrió Rhys a la niña ya para que se calmara— la pirámide cuadrada y su amigo el duende con corbata están bien. La niña sonrió y se puso en pie dando un abrazo cauto pero cariñoso a Rhys. Félix, Alec y Jane rugieron, pero Rhys los ignoró y Aro les lanzó una dura mirada.

—¿Maestro, por qué has tomado esta elección tan repentina?— Jane, la vampira con cara aniñada se acurrucaba bajo una fina capa negra que resaltaba sus ojos rojos. Ni siquiera su amor por su padre podía apagar la rebeldía de un alma en continuo desacuerdo.

—Porque no es repentina, mi adorable Jane, y ahora marchaos todos. —Y eso hizo la guardia sin rechistar ante una respuesta que generaba más preguntas.

—Athenedora querida, ven. Quiero presentarte al joven Rhys.

Athenedora avanzó con elegancia. Pensaba retirarse con la niña cuando Rhys hizo su entrada, pero había decidido quedarse para ver el desenlace. Un giro que no había previsto.

Aro se puso en pie.

—Rhys. —Llamó Aro. Didyme se colocó en brazos de Athenedora en un instante.

—Soy Athenedora.

—Es mi esposa. —Le interrumpió Caius. Athenedora fue envuelta en un abrazo protector del vampiro.

Marco que había permanecido sentado en su trono al igual que Caius durante toda la escena se levantó lentamente con una sonrisa fina en los labios.

—Sé que es su esposa. —Rhys sonrió a Athenedora dulcemente.— Encantado, señora. Encantado, Marco.

—¿Joven, ya que pareces poder saberlo todo porque no llamarte adivino?— Marco pronunció esa frase con genuina burla.

—Señor, Creo que Aro prefiere pensar en mí como su dios del sol capaz de desvelarle la posición de cada vampiro de este mundo y lo que hacen o hicieron. Soy una versión de más amplificada de su propio poder. Eso, y que por ignorancia o fortuna mi primer nombre es Apolo. —Aro pestañeó antes de que Marco agachara la cabeza en señal de que le gustaba la respuesta y volviera a sentarse pensando en lo intensas que eran los lazos de unión entre la niña y el nuevo Vulturi.

Estaba muy interesado en ver como se desarrollaría su relación con el paso de los siglos.

Caius miró a Rhys sin decir nada mientras casi empujaba a Athenedora para salir de allí. A Rhys no le molestó y mucho menos le sorprendió la manera en la que renegaba de él el viejo, pero no quiso dejarlo así. No debía.

—Hola —dijo Rhys justo antes de que las puertas de la torre se cerraran con un estruendo. Supo de inmediato que Caius le había oído. 

TRAS EL AMANECERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora