Transición

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Didyme entró revoloteando en la sala legislativa. Llevaba un vestido blanco con mariposas rojas, violetas y azules dibujadas en los bordes del vestido.

—¡Papá!— gritó y se abalanzó a los brazos de su padre. 

Aro la esperaba con los brazos abiertos. Siempre preparado para sus encuentros.

—¿Cómo durmió mi princesa? —Aro acarició el rostro y el cabello de la niña mientras ella parloteaba contándole su mañana. Hablaba muchísimo para una niña de su apariencia, era demasiado pequeña. 

Tan pronto como las puertas de la gran sala se cerraron, Aro soltó a la niña que fue corriendo hasta Marco.

Didyme se subió a sus rodillas y apoyando su espalda en el cuerpo de su, digamos tío, se volvió a dormir. La niña intentaba mantenerse activa, sin embargo, sus energías decaían cuando se encontraba cerca Marco. 

Los líderes Vulturi debatían varios asuntos con sus guardias: Jane, Alec y Félix, quienes normalmente dirigían a los demás guardias del aquelarre, pero algo había dado vueltas en la cabeza de Aro que no le dejaba pasar el tiempo como de costumbre.

Había pasado mucho tiempo desde que comenzó la transformación del joven Rhys, y sus ojos aún eran azules, pero de un azul más intenso que antes. Caius no llegaba a comprender que ocurría, lo que desencadenó una discusión al final de aquel mismo día.

—Tenemos que destruirlo —había comenzado diciendo Caius con una voz pesada.

—Nunca— Aro daba vueltas de un lado al otro de la estancia como un león enjaulado.

—Hermano, está sufriendo en vano. No apreciamos grandes cambios en el muchacho. ¿Cuánto vamos a esperar? Él mismo te suplica que acabes con su vida. —Marco continuaba sentado en su trono, estaba cansado de lidiar con Aro.

—Todos cuando se encuentran en la fase de transición suplican la muerte. Además, ya no escucho sus gritos.

—Por supuesto que no.  Aro, ha perdido totalmente la voz de tanto gritar. —Se burló Caius con una nota amarga en las palabras.—Algo ha pasado durante la conversión y ha salido mal. Asúmelo. 

—No acabaremos con Apolo — Aro dejaba claro que no cambiaría de opinión.

—¿De dónde has sacado ese nombre? —preguntó con desdén Marco al escuchar el nombre del dios del sol.

—El chico se llama Apolo Rhys Olalla —decía pensativo.— Ahora podrá ser Apolo Vulturi o Rhys Vulturi como prefiera.

Aro estaba totalmente extasiado ante la idea de poder tener a un nuevo hermano junto a él.

—si sobrevive... —decía Marco mientras la pequeña Didyme miraba con los ojos muy abiertos a su tío Caius, que reía con ganas. 

La híbrida había estado dormitando todo el día gracias a su fascinación por los programas de juegos de apuestas que se emitían en la televisión después de las 12 de la noche.

 Aro vio a la niña despierta. No se percató de ello hasta que fue muy tarde.

—Padre, ¿qué es fase de transición? —La niña pestañeo muy rápido, no quería perderse los movimientos de su padre.

Aro sonrió a su pequeña entrometida, Marco suspiró y Caius rio con más intensidad.

—Criatura, estas no son conversaciones para niños y los que oigas aquí dentro o de la boca de nosotros son puede salir de tu cabeza.  No puedes decírselo a nadie. ¿Me oyes? —preguntó sonriendo, pero se distinguía la amenaza en su voz, su postura y sus palabras. 

La niña asintió en cuanto lo entendió todo. No era tonta. Notaba la diferencia entre ellos y los otros. O mejor dicho, ellos y la guardia. 

— pero he de admitir que es una muy buena pregunta—convino el líder.

—Los humanos se pueden convertir en vampiros —Explicó con simpleza Caius.

—¿ah, sí? —respondió la niña abriendo mucho los ojos a un aspecto del mundo totalmente desconocido hasta entonces. 

Caius siguió riendo. Al menos uno de los líderes Vulturi tenía un buen día después de todo.

—Claro que sí. Tus tíos y yo fuimos humanos hace mucho tiempo, tanto que ni recordamos esos años. Nuestra querida guardia también lo fue.

—¿y yo? —La niña siguió con el interrogatorio. 

Ahí Caius tuvo que toser para intentar contener sus carcajadas.

—No, cariño. — Esta vez respondía Aro — Tú eres la única Vulturi que ha nacido sin ningún tipo de transición. Eso sí, eres mitad humana y mitad vampiro.

La niña asintió para darle a entender a su padre que lo entendía. A medias. Se encontraba confusa.

—¿Y el humano bonito? —Aro se acercó a su hermano Marco y agarró la mano de su hija para después sonreír al ver la imagen de Rhys en los pensamientos de la híbrida.

—Sí, el humano bonito está en fase de transición porque es humano. Cuando termine la transformación será vampiro como yo.

—¿Puedo verlo? —En ese momento se hizo el silencio y Aro la miró sorprendido y fascinado por el extraño interés de la niña hacia el joven Rhys. 

Una idea peregrina cruzó su mente, pero la desechó. Era demasiado pronto para hacer de cupido. 

—Claro que sí, mi pequeña —Cogió a Didyme en brazos en un instante. Didyme ya aparentaba cerca de los 2 años y medio.

— Estás realmente hermosa —Pensó Aro en voz alta y juntos salieron de la sala legislativa, dejando a los líderes sin palabras, sentados en sus tronos como estatuas de mármol. 



Aro abrió la puerta de la habitación con mucho sigilo y Didyme asomó la cabecita por el espacio entreabierto. Buscó en la penumbra al chico, pero solo alcanzaba a ver la cama, algunos muebles y una gran ventana tapada con una pesada cortina, que evitaba la claridad del día.

—Entra. 

Aro empujó a la niña hablando entre susurros. No quería asustar o molestar a Rhys.

La niña entró y se acercó a la cama con su padre siguiéndola detrás. Era demasiado pequeña como para ver que había sobre la cama. Aro se percató de ello y la alzó en brazos. La niña contuvo la respiración cuando vio a Rhys encogido sobre sí mismo. Acurrucado con una fina manta. La niña estiró sus brazos y Aro la dejó a los pies de la cama. 

Fue entonces cuando el chico se dio cuenta de la presencia de extraños en la habitación. El humano apenas tenía abiertos los ojos, pero la niña pudo distinguir el azul en ellos. Les recordó a los océanos que solo había visto en los documentales que le dejaban ver.

La niña gateó hasta él. Aro se acercó más a su hija y comprobó que por el rabillo del ojo de Rhys se escapaba una lágrima. Aro no pudo evitar ponerse de rodillas con cuidado de no mover la cama.

—Ya falta poco, aguanta. Te lo suplicó —le dijo Aro en un arrebato, pues él también estaba perdiendo la esperanza de que sobreviviera. Leyó sus pensamientos y únicamente pudo acariciar los alborotados pelos del chico, coger a Didyme y marcharse.

Rhys habría querido gritar y pedir su muerte en ese mismo instante, pero el aire ya no producía ningún sonido en su garganta.

Didyme hizo un intento de protestar porque quería quedarse, pero Aro le cubrió la boca con la mano impidiendo que hablara.

Rhys había podido ver al bebé de cerca. Era lo más bonito que entraba por la puerta desde que los ojos rojos le observaban sin descanso en aquel infierno del dolor. De hecho, juraría que había visto mariposas oscuras revolotear a su alrededor. Encontró calma en ellas y en la niña que las portaba.

Él se encontraba solo en la oscuridad de esa habitación que temía y aborrecía con toda su alma esperando que ocurra un milagro.

TRAS EL AMANECERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora