Viajar en un avión privado tiene la ventaja de ahorrarte los controles rutinarios al que son sometidos el resto de mortales. Los pobres, claro.
Alana estaba nerviosa. Retorcía los dedos de sus manos con disimulo mientras cruzaba la pista de aterrizaje siendo a los dos hombres que la habían subido en un taxi sin decirle su destino. No del todo al menos.
Ella iba por voluntad propia, sintiendo el estómago revuelto y unas inmensas ganas de volver a casa. Le pareció que todo estaba ocurriendo muy deprisa. Tenía miedo a las consecuencias si se arrepentía. Se había marchado de casa en plena noche dejando una carta que se hermana encontraría antes del amanecer, cuando se despertara.
No quería hacerle daño. Amy era lo único que tenía, pero no quería ser una carga y lo era. Se había metido en líos continuos en el instituto desde que había puesto un pie en él el curso pasado. No tenía amigos salvo si surgía algún enemigo común dentro de la clase. Se sentía sola y rechazada. Nunca se había adaptado a la vida sin sus padres. Amy sí. Tenía esa habilidad mágica que la empujaba a seguir con sus estudios, esforzarse por conseguir su primer trabajo, emocionada con las miradas que le dedicaba los chicos en la calle. Incluso había superado a Rhys. Muy en el fondo, Alana enviaba a su hermana por la facilidad con la que parecía que encontraba el sentido a la vida.
Ella se sentía rota, abandonada, un estorbo.
Rhys había ido a recogerla como prometió el día anterior.
—Deja la ventana abierta de tu habitación y así sabré que has decidido venir con nosotros.
—¿y si la dejo cerrada?— había preguntado Alana insegura.
—Entonces duerme tranquila. No te molestaremos y nunca volverás a vernos. —Le había respondido el vampiro con una dulce sonrisa.
Posiblemente, había sido la mentira más noble que había dicho el joven, pero no quería pensar en ello. Si Alana rechazaba a los Vulturi...
Demetri no ignoraba el dilema interior del joven amo y por eso había sido muy prudente al volver a sugerir que lo mejor era llevarse a la niña por la fuerza.
—No digas más —suplicó Rhys.—Aún no es necesario darle vueltas a eso. Ella aceptará venir. También quiere escapar de aquí.
El aeropuerto internacional estaba en calma, congelada en las frías temperaturas, mientras se hacían los preparativos para el despegue.
La escalera de embarque ya estaba preparada cuando llegaron al avión aunque esta vez no había azafata para recibirles. Rhys se había asegurado de ello. Él y Demetri se habían alimentado muy bien antes de ir a por Alana. No quería provocar nada que la asustase.
—Es grande, ¿eh? —decía Rhys abriendo sus brazos para abarcar todo el avión desde lo alto de la escalera. —¿Cuánto hace que no viajas en uno como este?
El vampiro tuvo que darse la vuelta para averiguar porque Alana no le respondía. Estaba llorando. Miraba al suelo con la cabeza hundida en sus pequeños hombros. Se había detenido al pie de la escalera de embarque.
Demetri esperaba impasible tras ella. Sacaba paciencia de donde no había.
—Alana... —musitó Rhys descendiendo los peldaños despacio para ofrecerle su mano de nuevo. —No tengas miedo. Todo irá bien.
La chiquilla alzó la barbilla y las lágrimas descendiendo hasta el cuello. Tenía los brazos apretados contra su cuerpo y las manos entrelazadas. Quería dar el paso, pero no podía moverse.
—Amy. —consiguió articular en un susurro.
Demetri miraba a su alrededor. Se movían algunas luces tenues de los cochecitos de equipaje a lo lejos. Se estaban produciendo otros embarques a pesar de las altas horas de la madrugada. Esta ciudad era muy grande para detenerse por algo tan trivial como la hora y eso, cuando se está secuestrando a una menor de edad es beneficioso para los monstruos.
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TRAS EL AMANECER
FanfictionLa derrota en una confrontación con otros clanes de vampiros y metamorfos lleva a los líderes del clan Vulturi a considerar nuevas vías de convivencia que garantice la supervivencia de su familia. Puede que arrepentidos en parte de su comportamien...