Bienvenida, Alana

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En cuanto el avión comenzó el aterrizaje, y la sensación de hormigueo surgió en el estómago de la joven humana, las gotas de agua impregnaron todos los cristales. Alana miraba por la ventanilla del avión sin poder ver nada. El mar de nubes había engullido la aeronave por completo, creando un limbo para ella y sus pensamientos.

El cielo y la tierra habían dejado de existir. El sol se había apagado y la poca claridad del día que quedaba luchaba por atravesar el espeso manto de nubes negras y no, las luces de la aeronave no se encendieron, como suele ocurrir en los vuelos comerciales.

Todo estaba envuelto en una extraña penumbra. La chica había evitado dirigir la mirada a sus dos extraños acompañantes durante casi toda la larga travesía. Rhys no había osado a decirle nada, ni acercarse a ella para consolarla mientras lloraba. A ella su comportamiento le pareció aún más perturbador. Necesitaba respuestas y puede que un abrazo, sin embargo, Rhys se reusaba siquiera a respirar cerca de ella. En cambio, Demetri era otro asunto.

En medio del atlántico, el vampiro se había sentado en la fila de butacas contigua a la suya. Alana había sentido un escalofrío recorrer sus brazos cuando aquel elegante y oscuro ser se había inclinado para enseñarle una baraja de cartas española.

—¿Juegas?— le preguntó el guardia con una escueta sonrisa.

No muchos pueden negarse a tal encanto.

—¿Rhys no quiere jugar contigo?— contestó la cría, lanzando una mirada afilada al joven.

Rhys fingía estar dormido, recostado en los últimos asientos de la aeronave, escuchando con atención.

—¿el joven Rhys es muy mal jugador y aún peor perdedor?

Demetri reprimió una mueca al escuchar como su señor soltaba un suspiro de desacuerdo.

Nunca habían jugado juntos a las cartas. Es más, Rhys no sabía que Demetri llevara consigo una baraja, pero si recordaba ver a la guardia jugar al ajedrez y a diferentes tipos de juegos de cartas para pasar el tiempo. Le pareció curioso, como nos parecería a cualquiera. Tener la eternidad por delante y que lo mejor que tenga para ofrecerte la vida sea el UNO.

Rhys siguió conteniendo el aliento para no matar a la cría y Alana aprendió un juego nuevo antes de llegar a Europa.

Demetri ganó al mejor de diez.

—¿Alana, estás lista?

La pregunta hizo que Alana arrugara la frente. No había traído equipaje, así que no pudo más que mirar sus piernas adormecidas y comprobar que se movían bien.

—Sí —dijo mirando los inquietantes ojos burdeos del chico, que la había cuidado tantas veces cuando era un bebé, buscando desesperada algún atisbo de su antiguo color—¿Ya podemos bajar?

—Abrirán la puerta de un momento a otro. —La chica se puso en pie y siguiendo el ejemplo de Demetri se acercó a la puerta delantera del avión.

—Alana—la llamó Rhys.— No hace falta que te recuerde, antes de que empiece tu nueva vida, que yo cuidaré de ti. No importa que ocurra hoy.

—Todo irá bien—repitió en un susurro Alana. Rhys asintió para enfundarle algo más de fuerza a sus débiles palabras.— ¿Dónde estamos?

—En Florencia, pero saldremos pronto de aquí—explicó Demetri mientras la puerta de la aeronave se abría con cuidado.

—Verás que bonito—agregó Rhys viendo como Alana giraba para mirar por la puerta dejando al descubierto su delicado cuello.

—Buenas noches, señores —saludó una voz femenina.

TRAS EL AMANECERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora