El trayecto

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Era el momento de la despedida. Didyme se dejó rodear por los brazos de Rhys. La niña hundió su cara en el cuello del joven líder. Estaba a punto de llorar. Nunca se habían separado desde que Rhys entrase en la familia y ya podía anticipar la nostalgia.

Demetri le esperaba junto a la gran puerta de la sala de tronos. Había intercambiado algunas palabras con sus compañeros, pero no se podía considerar una despedida, no era un "hasta pronto". Los miembros de la guardia, a excepción de algunas nuevas incorporaciones, eran muy viejos para verse afectados de manera emotiva por una ausencia de unas pocas semanas. Sin embargo, no paso desapercibido para los líderes como se estremecían por los sentimientos de la juventud.

Era contagioso.

—Volveré pronto —le dijo Rhys a la niña mientras la entregaba a Alec. —Didyme, tienes que prometerme algo muy importante. —la niña esperó con los ojos muy abiertos.— No crezcas hasta que yo vuelva.

Aro sonrió ante la petición tan encantadora del chico.

Los tres líderes mayores habían estado observando los preparativos para el viaje. Se había decidido usar el avión privado del clan. El joven vampiro no estaba preparado para subirse en un avión lleno de humanos y no provocar una carnicería. Ni el piloto se salvaría de un buen mordisco.

—No te olvides de mi regalo, joven hermano. —declaró en voz alta el líder mientras se ponía de pie en señal de respeto.

Rhys recogió su mochila del suelo y se la puso al hombro.

El vampiro había abandonado sus elegantes trajes negros para vestirse de forma más mundana. Un vaquero negro y una camisa larga de algodón oscura. Los zapatos deportivos eran blancos y las gafas de sol azules. Con su figura y su porte de nada le valía que llevara puesto, pero tanto Demetri como él intentarían camuflarse entre la multitud. Al fin y al cabo, no podían evitar el contacto con humanos si iban a una ciudad.

—Hermano, para eso me marcho. —le recordaba Rhys con una sonrisa torcida.

—Más te vale— susurró Marco desde su trono.

—Si yo fuera tú, no regresaría sin un obsequio de valor para Aro —Amenazó Caius siguiendo el hilo de pensamiento de todos.

A pesar de su inexpresividad, Rhys supo que se lo estaba pasando en grande.

—En fin, Adiós.

Didyme despedía con la mano a los vampiros mientras cruzaban la puerta rumbo al nuevo continente.

—Ciao —dijo Demetri antes de que se cerrasen las puertas a su espalda.

El tiempo estaba en su contra.

En pocas semanas, Heidi necesitaría el avión grande. Muchos ya lo saben, ella es la encargada de abastecer de sangre fresca a los Vulturi y a toda la guardia, trayéndolos desde fuera de su territorio y lejos de las fronteras de Italia. La vampira tenía un talento natural para convencer a sus presas de entrar en la boca del lobo (en este caso del vampiro), sin necesidad de usar la coacción física. Ahora mismo se estaba moviendo por toda Europa y Asia preparando su próxima pesca y cuando la red estuviese completa necesitaría el transporte.

Rhys era conocedor de todo esto. Caius se lo había dejado muy claro. Su aventura tendría que terminar pronto y sin incidentes.

El plan de Rhys era un misterio. Por eso, los hermanos estaban tan tensos.

El líder seguía siendo un neófito que desconocía el alcance de su poder. Aro podía entrar en su cabeza, pero no veía las cosas con nitidez, ni orden. Así era como pensaba el vampiro, se había convertido en una estructura caótica y poco predecible, que solo contaba con un rastreador como niñera.

TRAS EL AMANECERDonde viven las historias. Descúbrelo ahora