Heidi capitaneaba el grupo de humanos que la seguían poniendo interés en cada palabra que salían de su boca, intentando no perderse ningún detalle que escondiera los pasillos del reformado castillo italiano.La antigua torreta del castillo estaba atestada de vampiros que esperaban que la hermosa vampira llegara con su jugoso alimento, pero fue una sorpresa para Heidi encontrarse con su amo esperando fuera de la sala. Eso no era algo que ocurriera a menudo.
—Maestro —dijo mientras hacia una elegante reverencia.
El grupo de humanos se detuvo y se limitó a seguir cotilleando y observando su alrededor.
—Necesito a uno de ellos, querida— Pidió Aro con suma cortesía.
Algunos humanos ya habían desarrollado un interés especial por el esbelto hombre que hablaba con su guía.
Ella asintió con una gran sonrisa, se dio la vuelta y hablando en alemán dijo:
— Antes de traerles aquí, la compañía de viajes organizó un concurso secreto con premios. El ganador ya ha sido elegido al azar: Tú.
La vampira señaló a una joven muy bonita, una adolescente que se giró a ver a su madre ilusionada.
—Ven, acércate —Habló Aro en perfecto Alemán – Si vas por aquel pasillo te espera un chico muy guapo que te darán tu cheque.
La chica fue aplaudida por el grupo de humanos. Se despidió de su madre agitando su mano y se marchó por un estrecho pasillo. La madre forzó una sonrisa, pero no estuvo muy convencida ni segura de nada. Todo ocurrió muy deprisa y la oportunidad de seguir a su hija se perdió.
—Bien, continuemos la excursión.
Aro se apartó con una sonrisa burlona y Heidi abrió las puertas. Más de una veintena de vampiros sedientos los esperaban al otro lado.
La joven pudo oír los gritos de su madre y sus tías por el pasillo. Su corazón dio un vuelco y Alec la apresó antes de que pudiera echarse a correr.
Después de que Athenedora y Aro se hubieron alimentado, ambos fueron a la habitación del líder, la cruzaron y llegaron a la sala común donde la niña estaba en brazos de Alec.
Didyme alzó la cabeza nada más sentir a sus padres volver y se llevó una mano a su garganta agobiada por el dolor. Su sed crecía con ella.
—Lo sé. Te hemos hecho esperar mucho—Aro se lamentaba frunciendo el ceño.
Athenedora agarró en brazos a la niña con suavidad para que Alec pudiera levantarse y abrir la puerta de un gran armario de roble que había junto a la entrada. La joven humana cayó al suelo, amordazada y llorado.
—Aquí la tienes, maestro —Alec siempre parecía muy calmado, pero podía verse el hambre que le carcomía llegados a ese punto.
La chica estaba confusa, pero apenas podía sentir miedo, ya que Alec la mantenía atontada con su poder. La niebla paralizante que producía el vampiro era lo mejor pieza de la colección de Aro hasta la fecha. Juntos habían acabado con aquelarres enteros en cuestión de minutos.
—Gracias, querido mío. Demetri te está guardando tu alimento. Ve rápido. —Alec asintió alegre y se marchó sin decir adiós, la expectativa de un buen alimento le hacía la boca agua.
El líder Vulturi prefería dejar que solo Alec o Chelsea cuidaran de Didyme fuera de los miembros de la familia. Sus mentes denotaban un cariño especial por la pequeña.
—¿Tú también estás sedienta, niña? Tengo lo que necesitas. —Tentó a la niña que estaba sentada en el suelo a los pies de la antigua vampira.
Ella se puso en pie y caminó hasta Aro, encontrándose con la chica que llorada en el suelo.
—Didyme, ella es para ti. Hoy te alimentarás directamente de un humano por primera vez. ¿No es perfecto?— Aro dio una palmada en el aire, excitado, y tan rápido como se extingue el sonido, cogió a la pequeña y la colocó junto a la chica.
Él se arrodilló detrás de la niña.
—No tengas miedo, pequeña. No te hará daño —Y rio al darse cuentas de sus palabras.
Athenedora, giró el sillón de Caius y se sentó en silencio, sonriendo a la niña que le lanzaba miradas inquisitivas.
La híbrida no reaccionaba y Aro se percató de que aún necesitaba ayuda. El vampiro, sin esperar a nada más, sujetó la cabeza de la chica con una mano, de modo que todo el cuello quedó desprotegido y con otra mano libre acercó a Didyme a la carne.
—Vamos... muerde. No seas tímida... —Didyme negó con la cabeza asustada y sedienta. Intentó echarse hacia atrás, pero se encontró con su padre.
Aro suspiró y soltó un momento la cabeza de la chica para sacar de su bolsillo una pequeña navaja dorada con una V grabada en el centro de la cuchilla.
—¿Athenedora, estás preparada? —Esta asintió y Aro dejó de respirar mientras presionaba la hoja en el cuello de la chica.
En cuando el líquido rojo comenzó a descender por el cuello, se detuvo. No quería cortar de más y manchar todo. Solo una gota consiguió deslizarse hasta la clavícula. Los tres vampiros se quedaron hipnotizados ante su belleza.
La chica se resistía con todas sus fuerzas, pero no podía gritar, ni moverse.
—Bebe, cielo —Ordenó Athenedora soltando el aire que le quedaba.
La niña, casi sin poder evitarlo, mordió con fuerza la herida y saboreó la sangre caliente calmando el fuego de su garganta.
Una de sus pequeñas manos apretó el brazo de la chica.
El ansia era inmensa. Tanta que ejerció demasiada fuerza sobre el brazo de la chica y el hueso se rompió. La humana se estremeció de puro dolor.
Aro apartó la mano de Didyme del brazo de la chica. La joven no tenía por qué sufrir más de lo necesario, si bien él estaba disfrutando con ello.
Al mismo tiempo, en la penumbra de una habitación del castillo, el joven humano intentaba luchar contra el veneno. Gritaba y sentía como todas las células de su cuerpo ardían.
Era inútil huir. No podía dar más de dos pasos sin caer al suelo. Era mejor esperar a la muerte sobre la cama. Quería dejar de respirar. El dolor era insoportable. Había olvidado como había terminado en aquel infierno.
Se quedó afónico pronto y ya solo podía desahogarse en su cabeza. Ecos de sufrimiento que no lo dejaban ver nada.
La ponzoña se había extendido por el 100 % de su cuerpo.
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TRAS EL AMANECER
FanfictionLa derrota en una confrontación con otros clanes de vampiros y metamorfos lleva a los líderes del clan Vulturi a considerar nuevas vías de convivencia que garantice la supervivencia de su familia. Puede que arrepentidos en parte de su comportamien...