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—¿De verdad tenemos que irnos...? —vio en los ojos de su padre el momento exacto en el que recibió la tristeza que inundaba a la pequeña pelinegra.
—Papá tiene un buen trabajo en Estados Unidos, y allí podrás seguir con tus prácticas de piano. —El mayor acarició el cabello de la pequeña y lo revolvió sonriente.
Ella no sonrió, al contrario de lo que él había esperado y, a regañadientes, hizo sus maletas para marcharse, creyó que tal vez para siempre.
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Ese había sido el suño que tuvo Nozomi aquella mañana, del cual no pudo desprenderse. Era un recuerdo enterrado; un momento de tantos en su vida los cuales no fueron felices, pero lo había olvidado porque ya formaba parte del pasado. Ella había estado demasiado triste los días posteriores a marcharse de Corea, pero, con el tiempo, todo lo que tuvo allí marchitó en las profundidades de su memoria y sólo fueron sucesos y personas borrosos. Tras haber soñado eso, que creyó que había sido producto de todas las preguntas que se había estado haciendo últimamente, sintió como mil imágenes llegaban a su cabeza, visiones de algo que en algún punto de su vida pasó a ser insignificante conforme creció.
Su madre se encontraba afectada por una enfermedad, en el hospital. Nozomi, a sus cuatro años, se encontraba junto a ella en un sillón de la sala médica esperando una buena noticia y preocupada, cuanto menos, por su figura materna, sin tener ni idea del nivel de peligro que su vida corría.
Ensimismada en el fuerte aroma a químicos, estaba absorta en sus pensamientos mientras miraba las paredes demasiado blancas y pulcras que las rodeaban únicamente a ellas dos. Su padre asomó por la puerta, su cara era un poema escrito en pena y penumbra. Lo acompañana un doctor que se detuvo en el umbral.—Trasladaremos a la señora Suzuki a una sede en Corea, donde puede recibir mejor tratamiento. Aquí no optamos con lo necesario —anunció—. Deberán viajar a Corea si quieren optar por la mejor seguridad para su familiar. El señor ya ha tomado la decisión.
Para ese instante la mujer de extraña enfermedad, aún sin identificar y sin nombrar, estaba durmiendo pacíficamente, pero sus hijas, que escucharon que iban a tener que dejar toda su vida en Japón atrás, no tuvieron ni un segundo para sentir tristeza por ello.
Querían hacer todo lo posible por salvar la vida de su madre, que pendía de un hilo. Y lo sabían, pero no sabían cuánto.
Viajaron a Corea. Una mudanza de tiempo indefinido.
El hospital allí estaba mejor preparado y tenías opciones para ese tratamiento en concreto, o lo que los médicos creían que era lo necesario, sin embargo, las habitaciones individuales eran escasas, por lo que debió compartir habitación con alguien. Una mujer en su misma condición imposible de identificar. Era la misma curiosa enfermerdad que tenía ella la que inmovilizaba a la mujer en su cama y la mantenía casi incapaz de hablar, así como no respiraba por su propia cuenta. Los otros síntomas que fue observando ese mismo día que no se despegó de su madre, en la mujer, eran los mismos que tenía su progenitora.Así fue como Nozomi conoció al hijo de ésta mujer, y a ella, teniendo en cuenta lo poco que pudo decirle la mujer. Era una señora sonriente y feliz, exactamente como su madre, aquella era la señora Park, y su hijo, Park Sunghoon.
Nozomi también había conocido al padre del niño con el que empezó a jugar todos los días para olvidarse de que su madre estaba muriendo. Para caer en el colorido pozo de la ignorancia.
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𝐏𝐈𝐀𝐍𝐎 | Park Sunghoon | RESUBIENDO
Fanfic𝐏𝐈𝐀𝐍𝐎 | Ellos eran como dos gotas de agua, pero totalmente desiguales. Tenían un mismo propósito, expresado en artes completamente distintos que aguardaban un significado compartido. ⸺¿De verdad tocas el piano? ⸺preguntó el niño de mirada soñad...