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Aunque le dijo a Yut Lung que todo estaba bien y que lo más importante era mantener la calma en momentos como ese, lo primero que hizo su amigo fue ponerse a berrear como si le estuvieran arrancando la piel. Tales fueron sus gritos que no tardó en poner histérico a Eiji también.—¡Está muerto! —chilló corriendo de un lado para otro hasta que el otro logró alcanzarlo para taparle la boca.—¡Baja la voz o todo el vecindario vendrá a ver qué ocurre!—Creerán que nosotros lo matamos —dijo luego de forcejear para liberarse de las manos de Eiji— nos enviarán a la cárcel... ¡NO PUEDO IR A LA CÁRCEL, EIJI!, ¿has escuchado las cosas horribles que hacen ahí? No dudaría ni medio día sin que...


Antes de que pudiera terminar de hablar, una bofetada le giró el rostro y lo dejó perplejo. Yut Lung parpadeó un par de veces antes de llevarse la mano a la mejilla herida, como si no terminara de entender lo que acababa de pasar. Estuvo a punto de devolverle el golpe a Eiji; lo habría hecho de no ser porque justo en ese momento, escucharon que el timbre volvía a sonar.


Se miraron asustados y comprendieron, casi de inmediato, lo que tenían que hacer. Si el repartidor o quien sea que se encontrara del otro lado de la puerta llegaba a enterarse de que un fugitivo buscado por la policía había llegado hasta su casa, se meterían en muchos problemas.—Escóndelo en el baño o en cualquier lugar donde lo lo vean —dijo Yut Lung mientras se arreglaba el cabello en un intento de disimular los nervios de hace unos segundos atrás— recibiré el paquete y te avisaré cuando no haya moros en la costa.


Eiji asintió y se dispuso a hacerse cargo del cuerpo del muchacho que había caído desplomado en la alfombra de la sala. A pesar del estrés del momento, suspiró aliviado cuando le pasó las manos por debajo de las axilas para arrastrarlo por el suelo hasta su dormitorio y se dio cuenta de que no solo estaba respirando, sino que su corazón latía con fuerza. Aquello era buena señal, pensó cerrando la puerta que los separaría del resto del mundo. Al menos no moriría dentro del departamento.—Más bien parece que se hubiera quedado dormido —dijo recuperando el aliento al verlo de espaldas en el suelo y con el semblante tan relajado. Ash Lynx no tenía forma de saber el estrés por el que estaba haciendo pasar a ambos jóvenes; no cuando estaba tan inmerso en el sueño— parece un angelito.


Eiji escuchaba las voces de Yut Lung y el repartidor ahogadas tras las paredes y la puerta cerrada; era como si una gran muralla separara dos mundos que nunca fueran a cruzarse: uno con noches de Netflix y entregas por Amazon y otro en el que los ángeles caían agotados frente a los pies de quien quisiera acogerlos. Cuando decidió que no había peligro en acercarse a un muchacho dormido, incluso uno que acababa de salir de la cárcel, Eiji se puso en cuclillas y estiró la mano para tocarle el rostro.—No es peligroso si está dormido, no es peligroso si está dormido —se repetía para darse ánimo; mas cuando le quitó un mechón de cabello apelmazado y sucio de la cara, no vio el rostro de un asesino, sino el de un adolescente y ya no pudo sentir más que un creciente calor en el pecho— ¿no eres muy joven para ser un criminal?


Ash soltó un suspiró y Eiji sonrió. Apretó los labios hasta que estos formaron una fina línea recta mientras que con las manos iba descubriendo el rostro del muchacho tras las capas de suciedad. Sabía que lo que estaba a punto de hacer era una completa tontería, pero también sabía que no sería capaz de detenerse por más que lo intentara.


*****


Yut Lung entró a la habitación un rato después. Había recibido sus paquetes y se había encargado de esconder todos los objetos cortopunzantes que había encontrado en el departamento en caso de que el asesino despertara de repente. Todos, incluso los cortauñas. Uno nunca sabía de qué era capaz la gente hasta que ocurría lo peor, se dijo a sí mismo antes de tirar la pequeña arma mortal por la ventana. No estaba dispuesto a arriesgarse.


Tenía el pulso acelerado y un mechón de cabello se salía de su siempre impecable cola de caballo. Temía encontrar una escena del crimen sangrienta como las de las películas gore: el cadáver de su amigo destrozado en el centro de la cama y la ventana abierta de par en par. Por ella habría escapado el maleante.


Sin embargo, lo que encontró fue incluso más desconcertante.—¿Qué estás haciendo? —preguntó con los ojos muy abiertos, atentos a su compañero de departamento, quien se había arremangado la camisa y en ese momento le pasaba un paño húmedo por el rostro a Ash Lynx.—Estaba bastante sucio —respondió, pero al darse cuenta de que no había contestado la pregunta, se apresuró en añadir— lo estoy limpiando.—Ya sé que lo estás limpiando —dijo Yut Lung acercándose apresuradamente— lo que te pregunto es: ¿Qué demonios estás haciendo con él? Es un delincuente.—Se llama Ash —pero al ver que aquel comentario solo había logrado fastidiar aun más a Yut lung, agregó— está dormido, ¿qué daño puede hacer?—¿Y si se despierta? —preguntó en lo que para él era voz baja, pero que en realidad eran gritos— ¡nos matará si se despierta!—¡Se despertará si sigues gritando!


Yut Lung se llevó ambas manos a la cabeza y, ya rendido, decidió que ya había hecho suficiente con esconder los cuchillos para que el rubio no apuñalara a Eiji. Todo lo que ocurriera de ahora en adelante sería culpa del pelinegro; él iría a prepararse un té. Tanto estrés era muy perjudicial para su piel.—Perdón por la interrupción, Yut Lung a veces exagera las cosas —dijo Eiji cuando su compañero cerró la puerta tras de sí. No sabía si estaba hablando con Ash o simplemente hablaba solo para olvidarse de que la persona que tenía en frente había asesinado a un hombre— pero es un buen tipo cuando quiere serlo, con el tiempo aprendes a quererlo.


No escuchaba nada más que el ruido de las gotas de lluvia chocando contra los cristales de la ventana y el sonido que hacía el paño húmedo deslizándose sobre la piel de Ash con cada movimiento circular que hacía sobre su rostro, tan lentamente que lo adormecía. El agua tibia bajaba por su antebrazo hasta su codo y se perdía entre los pliegues de su camisa, pero ni siquiera eso le parecía desagradable en ese entonces. Le habría gustado quedarse así más tiempo, tan solo un momento más. Cancelar sus planes de la noche para pasar el resto del día observando aquel rostro que parecía estar hecho de marfil.


Pero de la nada, Ash abrió los ojos y Eiji sintió que el suelo bajo sus pies temblaba y que el mundo daba vueltas... Esos podían ser sus últimos segundos con vida.

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Un beso para los que llegaron hasta aquí :3

El espacio entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora