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—¡Realmente lo sentimos mucho! —dijo Eiji ya por quinta vez esa tarde y aunque Ash no entendía aquella manía suya de disculparse compulsivamente, decidió seguirle el juego, porque parecía algo muy importante para él. Tampoco es como si tuviera muchas opciones; cada vez que hacía una reverencia, lo arrastraba para que él también se disculpara— di que lo sientes, vamos.

—Estoy seguro de que no ofendimos a Mark —respondió Ash, pero con eso solo logró ganarse un codazo por parte del pelinegro.

—Aslan tiene razón, no hay de qué disculparse —dijo Mark, quien tampoco entendía por qué Eiji exageraba tanto, pero lo encontraba adorable de todas formas— me gusta que mis amigos pasen a verme al trabajo.

Ash estuvo tentado a decirle que ellos no eran amigos, pero una vez más, Eiji se le adelantó.

—No quisimos interrumpirte —dijo jugando con sus propias manos, a lo que Ash solo pudo rodar los ojos y resoplar. Eiji actuaba como una colegiala en frente de ese tipo.

Mark sonrió y dio media vuelta para alcanzar uno de los estantes en los que tenían expuestas distintas variedades de claveles. Trabajaba en la florería de su familia en el centro de la ciudad, la cual había crecido mucho con los años; hasta ahora, siempre lo habían visto bien arreglado, pero había algo en su aspecto actual (las manos sucias de tierra y las mangas de la camisa dobladas hasta los codos) que lo hacía ver diferente y mucho más apuesto.

Tomó una de las flores por el tallo y la sacó del macetero. Le cortó la punta con las tijeras que guardaba en el bolsillo y se giró una vez más para entregársela a Eiji.

—Siempre es un placer verte —respondió y Ash tuvo que mirar a otro lado. Estaba seguro de que vomitaría si tenía que ver el rostro del japonés sonrojado como un tomate— termino de trabajar en 10 minutos, si quieres puedes esperarme y podemos salir a alguna parte.

Eiji abría y cerraba los labios como un pez en busca de palabras o quizá en busca de aire. Le dio una mirada a Ash y otra a Mark, ambos estaban expectantes por su respuesta. Fue el primero el que tomó la delantera.

—No te preocupes por mi, voy directo a casa —Ash se guardó las manos en los bolsillos y dio media vuelta para empezar a caminar hasta la estación de metro más cercana, pero no dio ni dos pasos antes de que una mano temblorosa lo tomara por la tela de la chaqueta.

—Espera —dijo Eiji— podemos salir los tres.

—Estoy seguro de que Mark no me estaba considerando a mí en la cita —respondió más cortante de lo que pretendía, pero solo se dio cuenta del efecto que tenían sus palabras cuando vio que el pelinegro bajaba la mirada apenado. Tenía que empezar a controlarse— oye, tranquilo... está bien.

—No quiero dejarte solo —respondió con un hilo de voz.

—Estaré bien —le dijo ya más calmado— además, no estaré solo. Yut Lung está en la casa.

Aunque no le encantaba la idea de pasar toda una tarde de viernes con su quejumbroso compañero de departamento, Ash sintió que su corazón se aceleró un poco cuando Eiji alzó la cabeza y sus ojos se conectaron. Estaba apretando los labios; tal era su preocupación por no causarle problemas a nadie que ni siquiera podía tomar una decisión tan sencilla como salir en una cita improvisada o no. Por eso, Ash tomó la decisión por él.

—Diviértete con él —cuando alzó la mano para acariciarle la cabeza, el cabello liso, suave y sedoso del otro se deslizó entre sus dedos— te prepararé la cena cuando llegues.

Y antes de que pudiera protestar más, el rubio se despidió de Mark y dio media vuelta para emprender el camino a casa. Tenía muchísimas cosas en las que pensar en ese momento, como en buscar a aquel hombre de traje y lentes oscuros ahora que lo había visto por la zona, pero por alguna razón, parecía que en su mente no había espacio para otro pensamiento que no fuera Eiji y el hecho de que lo había dejado solo con un tipo al que apenas conocía.

El espacio entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora