Ash no se quitó los lentes después de eso, ni siquiera para comer. Había encontrado una nueva arma secreta y no pensaba abandonarla. Eran livianos y cómodos y no representaban un problema excepto cuando intentaba beber líquidos calientes, porque se le empañaban casi por completo.
Yut Lung aceptó cenar con ellos y hasta les entregó un cuchillo de mantequilla cuando estuvo convencido de que Ash no tenía interés alguno en asesinarlos.
—¿Por qué lo hiciste? —preguntó Ash cuando él y Eiji se quedaron solos en la cocina. Yut Lung había vuelto en seguida a su habitación para salvarse de lavar los platos. Tenía una taza humeante en las manos y la vista clavada en la espalda del pelinegro, quien en ese momento terminaba de guardar la loza en la estantería— cualquiera se habría deshecho de mí en cuanto hubiera podido.
—No todos son tan malos —respondió Eiji secándose las manos en el trapo de cocina antes de sentarse a la mesa con su propia taza de té.
—Yo lo habría hecho —rebatió— solo un idiota dejaría entrar a un asesino a su casa.
—Entonces supongo que soy un idiota que cree en las segundas oportunidades y en la bondad de las personas —dijo dándole un sorbo a su infusión.
A pesar de que él mismo se había planteado la misma pregunta cientos de veces, siempre llegaba al mismo resultado. Tan concentrado estaba pensando en ese asunto que no se dio cuenta de que Ash lo miraba atentamente hasta que levantó la vista del interior de su taza. No lo miraba directamente a él, sino al medallón de plata que colgaba de su cuello y relucía bajo la luz de la ampolleta en el techo.
—¿Quieres verlo? —preguntó y no esperó la respuesta para quitárselo— es un regalo de mis padres, me lo dieron cuando me fui de Japón.
Ash lo miró sorprendido unos segundos; no por el origen de la joya sino por la facilidad con la que Eiji le ofrecía algo preciado a un completo extraño. Extendió la mano para recibirlo; era pesado, de plata maciza y tenía un símbolo grabado en él.
—Significa "hogar" —dijo Eiji al darse cuenta de que el rubio pasaba los dedos sobre el kanji con curiosidad— dijeron que nunca debía olvidar el lugar al que pertenezco.
Ash murmuró algo parecido a un "ya veo" a media voz mientras contemplaba la ficha de plata. No sabía por qué, pero le gustaba.
—Ash... —lo llamó Eiji. Él no levantó la mirada, pero contestó con otro murmullo que le dio al pelinegro el valor para continuar— cuando llegaste aquí... antes de que te desmayaras... creo que estabas buscando algo o a alguien.
—No sé de qué estás hablando —respondió sin darle mayor importancia, pues no recordaba con total claridad todos los acontecimientos entre su salida de la cárcel y ese momento. No obstante, Eiji no estaba dispuesto a irse con las manos vacías de esa conversación.
—Dijiste "Shorter". Creí que tal vez podría tratarse de... —no llegó a terminar de hablar y se quedó congelado al ver que Ash lo miraba con el ceño fruncido y la mandíbula en total tensión, lo que lo hizo bajar la cabeza hasta ver su propio reflejo en el interior de su taza de té— nada, olvídalo.
Se quedaron sumidos en un largo silencio que solo se vio interrumpido por los sorbos de ambos jóvenes. Lo había arruinado todo, pensó Eiji. Seguramente ahora Ash lo odiaba, se iría de la casa y no volvería a verlo otra vez... Si solo aprendiera a mantener la boca cerrada de vez en cuando, no tendría que pasar por todo eso.
Por suerte para él, parecía ser que no todo estaba perdido, ya que después de un par de minutos de incómoda quietud, Ash fue el primero en hablar.
—¿No tienes miedo de estar conmigo? —preguntó en medio de un suspiro que Eiji no tardó ni un segundo en responder.
—No me has hecho nada.
—No, pero podría hacerlo en cualquier momento.
—Ya te lo dije, prefiero pensar que las personas son inherentemente buenas.
—Asesiné a un hombre —dijo frunciendo el ceño. Para ese punto, no sabía si aquel chico era muy valiente o rematadamente estúpido.
Eiji, por su parte, respiró profundo y sopló para disipar el vapor de su taza. Ash tenía en su contra una larga lista de defectos que cualquiera con ojos en la cara y dos dedos de frente podría notar, pero también tenía las manos cálidas y sus dedos acariciaban las líneas de su medallón con delicadeza. Eso, sumado a la suavidad de su voz y la forma en la que lo miraba, jugaba bastante a su favor. Estaba seguro de que ningún asesino podría tener unos ojos tan claros y tan limpios.
—¿En serio lo hiciste? —preguntó en un susurro, pero eso bastó para que Ash dejara el medallón de lado y se pusiera de pie.
—Estoy cansado y quiero dormir —dijo dándole la espalda— voy a usar el sillón, si no te importa.
—Puedo armarte una cama, hay suficiente espacio en mi habitación.
Pero el rubio negó con la cabeza y repitió.
—El sillón es más que suficiente.
Esa noche, cuando puso la cabeza en la almohada, Eiji no pudo parar de pensar ni por un segundo en todo lo que había ocurrido en las últimas tres horas. No había sido una noche común, de eso no había duda; aunque en sus planes de una noche alocada originalmente no estaba el acoger a un fugitivo en su casa, menos a uno tan intimidante y misterioso como Ash.
—Quizás el destino no quiere que salga —se dijo para contentarse después de que su salida con Mark se hubiera arruinado. De no haber sido por la llegada del rubio, esa noche habría sido muy diferente, pensó cerrando los ojos. Aunque, por supuesto, en realidad no tenía forma de saberlo, así como tampoco tenía forma de conocer el resto de los acontecimientos que estaban por venir.
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Tengo congelada la punta de la nariz ;w; pero de todas formas les traigo el siguiente capítulo. Espero que les haya gustado <3
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El espacio entre tú y yo
Fiksi PenggemarAsh Lynx es un presunto asesino que acaba de escapar de la cárcel en busca de un recuerdo del pasado. Eiji es alguien que no sabe decir que no.