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—H-hola —fue lo primero que le dijo al darse cuenta de que ambos llevaban varios segundos en un incómodo y completo silencio— me llamo Eiji.


Pero fue lo único que llegó a decir. Ash se había levantado del suelo tan rápido como un rayo y con solo un empujón certero había logrado tirar al pelinegro de espaldas a la cama. Una mano cubriendo su boca y la otra alrededor de su cuello; las rodillas sobre sus piernas, cortando cualquier posibilidad de movimiento. Presionaba tan fuerte por todas partes que Eiji apenas podía respirar.—No sé quién eres ni cómo llegué aquí y no tengo tiempo de averiguarlo —el joven podía sentir su aliento tibio chocándole contra el rostro mientras que la mano sobre su cuello no hacía más que cerrarse sin piedad como las garras de una máquina— vas a parpadear una vez para decir que sí y dos veces para decir que no, ¿entendido?


El joven lo observó confuso antes de darse cuenta de que aquella era la primera pregunta. Parpadeó una vez.—¿Estamos en la ciudad? —su pregunta fue seguida de un parpadeo— ¿la policía sabe que estoy aquí?


Dos parpadeos. Ash se mordió el labio inferior como si estuviera pensando su siguiente movimiento en un juego de ajedrez e hizo el amago de ponerse de pie, pero se detuvo al recordar que había algo importante de lo que debía encargarse antes.—Si gritas o haces algún movimiento extraño antes de que me vaya, voy a matarte con mis propias manos —dijo acercándose al rostro que tenía en frente. Eiji ya no sabía si tenía que parpadear o no. Simplemente esperó a que el otro lo dejara libre para volver a respirar con normalidad.


Con un salto ágil. Ash se levantó de la cama y corrió hasta la ventana y la abrió de par en par para subir una de las piernas a la saliente. Si se impulsaba con suficiente fuerza, podía llegar hasta una de las ramas del árbol que había en frente. Las gotas de lluvia le golpeaban el rostro y el viento le revolvía el cabello con furia. Se disponía a saltar cuando escuchó un grito a sus espaldas.—¡Espera! —Eiji se había puesto de pie y lo miraba con la mandíbula en tensión y los puños cerrados sobre el pecho.—Acabo de decirte que te mataría si gritabas... ¿eres tonto o qué?El pelinegro bajó la cabeza antes de responder. —Está lloviendo. Si sales así te puedes resfriar.


Ash resopló y rodó los ojos para dejar en claro lo mucho que despreciaba a aquel mocoso impertinente y a sus absurdas ideas. Él podía cuidarse solo.—Como si me importara —respondió con brusquedad antes de saltar por la ventana para perderse de vista.


                                                                              ~   ~   ~


La corteza húmeda del árbol le hacía daño en las manos, en especial cuando no lograba agarrarse bien y terminaba deslizándose por la superficie hasta que sus pies llegaban a una rama y detenían la caída. Tenía las palmas astilladas y las yemas de los dedos rojas por el frío; pero ni eso ni el cansancio de haber corrido durante dos días sin parar lo detendrían.Respiraba por la boca al correr sin preocuparse de sortear las posas de agua que le salpicaban los pantalones. Por eso no le tardó mucho llegar hasta la puerta del condominio que había quedado cerrada después de que el repartidor saliera.—¡Ábrete! —dijo mientras forcejeaba con la reja, pero esta no cedía— ¡Ábrete de una vez!La soltó de golpe y le dio una patada que no hizo gran cosa; la reja seguía cerrada y ahora, además, le dolía la punta del pie.


Tenía que haber otra salida, pensó dando vueltas alrededor de los departamentos como si fuera un lince enjaulado, pero todas sus carreras lo llevaban siempre al mismo resultado: la puerta estaba cerrada y no había forma de salir a menos que trepara hasta la punta y se encontrara con el cercado eléctrico y aquello no era una opción. No había llegado tan lejos para morir electrocutado en un estacionamiento.—Dijiste que estarías esperándome cuando saliera —murmuró con las manos apretando dos de las barras de la reja mientras dejaba que el peso de su cuerpo lo arrastrara hasta el suelo— ¿Dónde estás?


Cuando escuchó los pasos de alguien a su espalda, deseó con todas sus fuerzas que ese alguien fuera él o, en el peor de los casos, uno de los guardias de seguridad que vigilaban los pasillos de la cárcel. Le habría gustado despertar de aquel horrible sueño. Abrir los ojos y ver el techo de su celda, las insípidas paredes blancas que parecían absorber todos los muebles y a él también. Quería despertar de una vez, pero todo lo que veía cuando abría los ojos era oscuridad y la lluvia de aquella noche. Por más que intentaba evocar la voz de su amigo, él no estaba ahí.—Ash, entra a la casa, por favor —dijo el mismo sujeto que había visto al despertar.


Ash levantó la cabeza al notar que ya no sentía las gotas de lluvia cayéndole por la espalda. El pelinegro sostenía un paraguas sobre su cabeza y lo miraba con preocupación. No la preocupación que normalmente despertaban individuos como él, sino preocupación auténtica.—Por favor —repitió apretando un poco más el mango del paraguas— no quiero que te mojes.

El rubio suspiró antes de llevarse una mano al rostro para cubrirse los ojos. ¿Qué más podía perder cuando ya lo había perdido todo?

—¿Vas a llamar a la policía? —preguntó poniéndose de pie, a lo que Eiji negó con la cabeza— está bien.

Y comenzaron a caminar de vuelta al departamento bajo el paraguas, ambos con la certeza de que estaban a punto de hacer una locura.

Tengo que cancelar mi cita, pensó Eiji al girar el pomo de la puerta y la luz del interior cubrió sus cuerpos.

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Muchas gracias por leer :D si te gustó y, al igual que yo, quieres leer una historia en la que el pobre Ash no sufra tanto, no dudes en apoyarme con una estrellita y un comentario. 

¡Bye bye!

El espacio entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora