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—No hagas eso —le dijo el rubio sin apartar la mirada de las manos de Eiji, quien estaba sentado del otro lado de la mesa y mirando nervioso en todas direcciones— es muy molesto.

—¿Hacer qué? —preguntó sin prestar real atención; estaba muy concentrado en todos los ruidos y la gran cantidad de movimiento a su alrededor como para hacerlo.

—Eso que haces con la bombilla —dijo con el ceño fruncido— para de una vez.

Pero Eiji, en medio de su ataque de nervios, apenas era capaz de darse cuenta de detalles tan pequeños como ese. No sabía que a lo que Ash se refería era al sonido que hacía cuando la bombilla rozaba los bordes de la tapa de plástico de su vaso de bebida. Terminó arrebatándoselo de las manos para tener un momento de paz.

—Si tanto te estresa salir, pudiste haberte quedado en casa —le dijo tomando un sorbo de la bebida robada ya que la suya ya se había acabado— te dije que no era necesario que me acompañaras.

—No estoy tan estresado —mintió con descaro aunque no engañaba a nadie. Ash incluso podía ver los primeros signos de un tic nervioso que lo hacía entrecerrar el ojo derecho de vez en cuando— y creo que estuvo bien haber venido. De no ser por mí, te habrías metido en problemas con la policía desde el principio.

—¿Por qué no admites que solo querías escaparte del trabajo durante algunas horas? —preguntó el rubio cruzándose de brazos y Eiji lo imitó.

Por mucho que pesara en su orgullo, ambos debían admitir que había algo de verdad en las palabras del otro. Eiji estaba hasta el cuello con encargos, estresado hasta el punto de que lo único que podía hacer era alejarse del computador un rato para pensar con claridad. Ash, por su parte, habría terminado tras las rejas una vez más de no ser porque cada vez que había intentado amenazar o insultar a los encargados de las tiendas a las que había ido a pedir trabajo, Eiji había estado ahí para detenerlo.

Habían salido muy temprano de la casa y llevaban toda la mañana yendo de un lugar a otro en la ciudad en busca de algún lugar que aceptara a Ash como su nuevo trabajador. No habían tenido mucha suerte hasta ahora y el problema siempre era el mismo: ninguna tienda estaba dispuesta a aceptar a alguien que no tuviera sus papeles al día.

—Idiotas —murmuró el rubio antes de darle un bocado a su pastel de chocolate. Le hervía la sangre de solo pensar en que lo habían rechazado 25 veces esa mañana.

—Siempre puedes trabajar como modelo independiente —sugirió Eiji, pero se arrepintió y negó con la cabeza después de pensarlo bien. Un trabajo como ese lo expondría demasiado y lo que Ash menos necesitaba en ese momento era que las personas se fijaran en él— solo hay que seguir buscando, seguro que pronto encontraremos algo. ¿Ya revisaste las páginas de las cadenas de comida rápida?

Recibió un gruñido como respuesta y lo tomó como un "no". Buscar trabajo era difícil, pensó Ash, pero no tanto como para aceptar uno que lo dejaría apestando a aceite refrito hasta el último día de su vida.

—Al menos pon de tu parte —lo regañó el mayor mientras buscaba una vez más entre los anuncios del periódico— no puedo hacerlo todo solo.

—Yo no pedí tu ayuda en ningún momento —respondió Ash desviando la mirada. Después de esa mañana, su orgullo estaba muy dolido como para que Eiji lo tratara como si fuera un niño— lo que pasa es que quieres solucionar mis problemas porque no te atreves a solucionar los tuyos.

Habría entendido si Eiji se hubiera enojado con él después de eso; incluso habría entendido si le arrebataba la bebida para lanzarsela en la cara. Se había pasado. Sin embargo, aquella respuesta nunca llegó.

El espacio entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora